MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
DÍA 17
Por la señal …
ORACIÓN DEDICATORIA
¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,
cada día pondré guirnalda hermosa
en tus sienes divinas,
y me serán regalos las espinas,
Pues la que nace de ellas, pura rosa,
tantos alcanza en coronarte honores.
Tú en galardón; lo espero, Madre mía;
mi frente humilde ceñirás un día.
Canto
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano! ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor. Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad. Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.
MEDITACIÓN
DÍA DIECISIETE.
De la devoción a la Virgen.
La devoción a la Virgen es eficacísima, porque siendo esta Señora Madre de Dios, tiene en su mano todos los tesoros de la omnipotencia, de la gracia y de la misericordia de su Hijo Santísimo. ¿Cómo ha de negar Jesús a su Madre cosa alguna, y a una Madre tan santa, a una Madre que le dio sus pechos virginales, que le guardó, alimentó, educó, acompañó en sus peregrinaciones, al pie de la cruz y hasta el sepulcro? María ama a su Hijo sobre todas las cosas, y el Hijo ama a su Madre más que a ninguna otra criatura; ¿qué le podrá negar?
La devoción a la Virgen es dulcísima es nuestra Madre. Decía San Estanislao
de Kostka: La Madre de Dios es mi Madre. La Madre de Jesucristo es mi Madre. Jesús y yo somos hijos de la misma Madre. He aquí la razón por qué la Virgen, además de hacernos continuas mercedes, las acompaña siempre con amor maternal. Escucha nuestros ruegos, nos contesta, nos habla al corazón, y a veces con tal ternura y consuelo nuestro, que nos derretimos en lágrimas.
La devoción de la Virgen es dichosísima, porque es Madre de pecadores; y a pesar de haber sido ellos los que crucificaron a su divino Hijo, los ama y se gloría de ser Madre de todos. ¡Qué gozo experimenta su corazón cuando llega a reconciliar a estos dos hijos a Jesús y al pecador! Pues tú, pecador, puedes dar a tu Madre un gozo especialísimo. Deja a sus pies el hierro con que crucificaste a Jesús; ponte en sus benditísimas manos y dile con verdadero arrepentimiento: Madre de pecadores, ruega por mí; aquí me tenéis, Madre amantísima, Madre dulcísima, Madre piadosísima.
EJEMPLO
Obstinarse en el pecado y ser verdadero devoto de la Virgen, es imposible. El año de 1713 cayó miserablemente en un pecado gravísimo cierto hombre de Valenciennes, ciudad Flandes, y después la vergüenza no le dejaba confesarle; decía los demás, pero éste siempre le callaba. Sentía con esto agudos remordimientos, pero ¿qué adelantaba, si no sabía cómo salir de aquel atolladero? En estas dudas se le ofreció la idea de que con sólo visitar la iglesia de Nuestra Señora in Alle quedaría libre, y para mejor cumplirlo hizo voto de ir, no con ánimo de confesarse, sino creyendo que con esto sólo conseguiría la serenidad de su conciencia. Estando ya en los atrios del templo sintió que le detenía una mano oculta; hizo por entrar, sin embargo, no pudo; sentíase inmoble, pero sin saber por quién. Al fin conoció lo que era, y sin esperar a más hizo allí mismo propósito firme de confesar aquel pecado, y al instante se quitó el obstáculo y entró en la iglesia sin dificultad. Inmediatamente buscó un confesor y le descubrió todo el proceso de su vida; volviendo a su casa perdonado y contento con esta merced tan grande de la Virgen Santísima.
OBEQUIO
Acostúmbrate a rezar el santo Rosario, y sería bueno que movieses a otros a la misma devoción, buscando quien te acompañase.
JACULATORIA
¡Oh, Madre amabilísima; ruega por nosotros!
PARA FINALIZAR
3 avemarías
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.