lunes, 17 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 18

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 18

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA DIECIOCHO

De la presencia de Dios.

 

¿Con quién te parece que estás ahora? Con Dios. ¿Con quién estás cuando hablas, estudias, duermes, comes o paseas? Con Dios. ¿Y cuándo pecas? También entonces estás con Dios. Dios está delante de ti, alrededor de ti, dentro de ti y en todos tus miembros y sentidos. Ve tus acciones, oye tus palabras, conoce tus deseos, penetra todos tus pensamientos. Te mira de día y de noche, estando solo y acompañado, y en todo tiempo y en todo lugar. Nunca puedes decir: ahora puedo pecar sin reparo porque nadie me ve, pues Dios te está siempre mirando.

¡Qué audacia y temeridad es ofender a Dios en su presencia! ¡Ofender a un Dios tan Santo y poderoso en su presencia! ¡Pecar a la vista de tu Redentor, de tu Padre, de tu Señor y de tu Juez! ¡Y avergonzándote de cometer un pecado delante de cualquier hombre, no tener vergüenza delante de Dios! ¿Cómo no tiemblas al pecar? Dios tiene escritas en su pecho todas tus iniquidades, y allí las está leyendo continuamente, y provocan su cólera indignada. Mira, pues, lo que haces, pecador, que Dios te ve.

Cuando comparezcas ante su Tribunal para ser juzgado, no habrá necesidad de acusadores ni testigos, que depongan contra ti. Yo, yo mismo soy, dirá el señor, el juez y el testigo. ¡cuál será tu confusión cuando te miren de hito en hito aquellos ojos terribles, airados contra ti, y te acuerdes que fueron espectadores atentos de acciones tan infames y vergonzosas! ¡Qué ceguedad la del cristiano! ¡Pecar a vista del demonio, que ha de ser su acusador! ¡A la vista del Ángel de la guarda, que ya entonces no querrá defenderle! ¡Y a la vista de Dios, que ha de ser su juez inexorable!

 

EJEMPLO

Si quieres proceder siempre con rectitud en tus acciones, imagínate que de continuo estás, como es verdad, en la presencia de Dios, y también a la vista de su santísima madre. encontrándose un día cierto joven en la ciudad de Dola con el prefecto de una hermandad de la Virgen[1], éste le aconsejó cortésmente se inscribiese en ella, y él lo prometió, quizá por humanos respeto más bien que por devoción, como hacen muchos, faltando después ligeramente a sus promesas, a no ser que les dé la mano la piadosísima Virgen María. Por fortuna, así sucedió con el nuestro. Se le apareció la señora, y le dijo: «haz lo que te han dicho, que en ello me darás gusto, y yo nunca te abandonaré» vista tan dichosa y promesa tan importante, no podían menos de admirarle inundarle de gozo, y sin tardanza pidió ser admitido. Mucho se temía de su inconstancia y vida pasada; pero al cabo, después de muchas pruebas, tuvo la fortuna de verse agregado. El buen efecto probó la verdad del caso y la sinceridad de su conversión, pues de allí adelante vivió con gran rectitud y fervor, siendo espejo de sus compañeros el que antes les había sido piedra de escándalo. Es digna de especial atención aquella promesa de la Virgen: nunca te abandonaré, capaz de atraer así todos los corazones, y confirmar en su buen propósito a todos los congregantes de María.

 

OBSEQUIO

Al empezar cualquier obra, y más luego que asome la tentación, de interiormente Dios me está mirando.

 

 

PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.



[1] Auirem., t. I, pág. 64.