miércoles, 1 de enero de 2020

PAZ A QUIENES RECIBEN A CRISTO RECIÉN NACIDO. San Jerónimo

Comentario de San Jerónimo 
1 de enero
Octava de la NAtividad del Señor
Había por aquellos aledaños unos pastores que se hallaban en vela (Lc 2,8). Solo quienes andan en vela encuentran a Cristo; oficio propio de pastores es la vela. Cristo no es encontrado más que por unos pastores que se hallaban en vela. De ahí que también la esposa diga: “Yo duermo, pero mi corazón permanece despierto” (Cant 5,2). “No dormita ni duerme quién vigila a Israel” (Sal 120,4). “Había e aquellos aledaños unos pastores”. Por allí se encontraban también  Herodes, los pontífices y los fariseos, pero mientras ellos permanecen dormidos, Cristo se halla en el desierto. Unos pastores que se hallaban en vela y que pasaban la noche entera despiertos, guardando el rebaño (Lc 2,8). Andaban, en efecto, vigilando el rebaño, no fuera a ser que, si ellos se durmieran, el lobo pudiera atacarlo. Y continuamente vigilaban su rebaño, dado que éste se veía muy a menudo amenazado por los ataque de aquellas fieras. Lo custodiaban como si se tratase del rebaño del Señor, pero aun así no podían mantenerlo a salvo, y por eso le rogaban al Señor que viniera a guardar su rebaño.
Y he aquí que se les presentó un ángel del Señor (Lc 2,9). Dignos eran de que se les presentara un ángel del Señor a quienes de tal modo vigilaban. Y la gloria de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor (Lc 2,9). El temor humano impide al hombre contemplar la aparición de un ser superior. En fin, hallándose sobrecogidos de miedo, como a quienes se les aplica un ungüento que sirve de alivio a sus heridas, se les dice: No temáis, pues si no deponéis vuestro temor, no podréis escuchar mis palabras. Hoy en la ciudad de David os ha nacido el Salvador, que es el Señor Jesucristo (Lc 2,11). Mucho habría que comentar a propósito de esto. Y estando ellos aun llenos de admiración, de repente se le unió a aquel ángel una multitud perteneciente al ejército celestial que alababa a Dios diciendo… (Lc 2,13). Un solo ángel fue quien anuncio el nacimiento del Señor, pero para que no pareciera que éste era el único testigo, todo un ejército de ángeles hace resonar estas alabanzas: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). Si a diario se producen catástrofes en el cielo, ¿Cómo es que se pide que haya gloria en el cielo y paz en la tierra? Prestad atención a lo que dice. Gloria en el cielo en donde no hay jamás disensión alguna y paz en la tierra en la que no haya a diario guerras. "Y paz en la tierra”. Y esa paz, ¿en quiénes? En los hombres. Y ¿por qué entonces no tienen paz los gentiles, ni los judíos? Por eso se apostilla: “Paz a los hombres de buena voluntad”, es decir a quienes reciben a Cristo recién nacido.
San Jerónimo
Transcripto por Dña. Ana María GAlvez Aguiló