¿HAY QUE CREERSE LA DOCTRINA SOCIAL?
Reflexión
diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (nn. 79-80)
La doctrina
social es de la Iglesia porque ella la elabora, la difunde y la enseña, y a
toda ella la compromete: a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y a
los fieles de todos los lugares y de todos los tiempos. La doctrina social de
la Iglesia no es un apéndice para aquellos que tienen una “sensibilidad”
particular hacia las causas sociales, sino que es enseñanza moral de la Iglesia
para la vida social del hombre y del cristiano en particular.
Ser católico
implica no sólo aceptar un conjunto de verdades dogmáticas referidas a Dios y a
las realidades sobrenaturales y espirituales, sino también aceptar la enseñanza
y la doctrina moral que la Iglesia nos propone en la esfera de lo individual
pero también en lo social.
La doctrina
social es propuesta a los fieles por aquellos que en la Iglesia están
investidos de autoridad para enseñar
-“munus docendi”: en primer lugar, el Papa como maestro universal de
toda la Iglesia, y, en segundo lugar, los obispos en comunión con el Papa ya en
Concilio ya dispersos por el orbe católico.
¿Qué autoridad
tienen la doctrina social? Citamos literalmente el compendio: “En cuanto
parte de la enseñanza moral de la Iglesia, la doctrina social reviste la misma
dignidad y tiene la misma autoridad de tal enseñanza. Es Magisterio
auténtico, que exige la aceptación y adhesión de los fieles. El
peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de
su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y
variables, y de la frecuencia con la cual son invocados.”
Esto quiere decir que los principios
generales y fundantes de la doctrina social son materia de fe que permanecen
siempre pues brotan del Evangelio. En cambio, los juicios, valoraciones o
referencias a realidades cambiantes de los tiempos y de las sociedades son
variables.
Pidamos la gracia de tener esta sensibilidad que todo cristiano ha de
tener hacia la causa social, “Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán
de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor
cerrará tu marcha”. Is 58, 8