sábado, 4 de abril de 2015

EL MISTERIO DE LA CRUZ. Homilía del Viernes Santo 2015

VIERNES SANTO 2015.- Iglesia del Salvador de Toledo

Queridos hermanos:
Acabamos de escuchar el relato de la Pasión del Señor en esta tarde del Viernes Santo. ¿Quién de nosotros no se conmueve por dentro ante tanta crueldad y maldad mostrada hacia Nuestro Señor Jesucristo, él que es manso y humilde corazón?
¿Quién no se mueve a compasión al ver al Justo juzgado y ejecutado como el  peor de los criminales?
¿Qué ser humano es tan insensible que no se estremece al escuchar el griterío del pueblo judío diciendo: “Crucifícale, crucifícale” y pedir la libertad de un criminal en vez de la de Jesús?
¿Quién es el que no tiembla ante las palabras pronunciadas por todo el pueblo: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!?
¿Quién es el que no se consterna ante la cobardía de un procurador cuya justicia es injusta y conociendo la inocencia del preso, lo entrega a la masa sedienta de sangre para que lo crucifiquen?
¿Quién no siente como hechas a uno mismo las bofetadas, los salivazos, los golpes, la flagelación, las burlas y los insultos de la tropa ebria y ansiosa de diversión?
¿Quién no siente un dolor profundo que le atraviesa el corazón al dulce Jesús agonizando, y dirigiéndose a su Madre entregarle en la persona de Juan a todos sus discípulos, a todos los hombres?
¿Quién no correría a calmar la sed de Jesús que sediento  -pero sediento de almas- exclama en la cruz: Tengo sed?
¿Quién al contemplar la escena del Calvario no vuelve a su casa dándose golpes de pecho ante el deicidio que se ha cometido?
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Lo alarmante es que sí, hay personas que no se conmueven ante la muerte de Hijo de Dios. ¡Con qué frivolidad vive el mundo estos días! ¡Con que superficialidad se asiste a las procesiones y a los actos religiosos! ¡Con qué falta de fervor  se visitan las iglesias!
Y es que el mundo de hoy, nuestro mundo del que nosotros somos hijos, es un mundo frívolo, superficial y falto de humanidad ante el sufrimiento de Dios pero también ante el sufrimiento de los más débiles e indefensos…  ¡Cómo calla el mundo y todas sus autoridades, y todas las plataformas ecologistas y modernas ante los crímenes horrendos de nuestros días, ante la masacre de cristianos que están realizando los yijadistas, ante tantas injusticias sociales de pobreza y falta de respeto de los derechos más fundamentales! Pero que podemos esperar de una sociedad que considera avance y progreso el asesinato de los inocentes en los vientres de sus mismas madres!
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Jesús pasó por el mundo haciendo el bien y en cambio no recibió más pago que el desprecio, la traición, el odio y la muerte… Esta es la paradoja de la historia de Dios con la humanidad tan bellamente expresada en el canto de los improperios que acompaña la adoración de la cruz en esta tarde: ¡Pueblo mío¡ ¿Qué te hecho?  ¿En qué te he contristado? Respóndeme.
Dios constantemente saliendo a nuestro encuentro para salvarnos y nosotros constantemente huyendo de su amor y viviendo alejados de él.
¿Era necesario, Señor, tanto dolor y sufrimiento? ¿Era necesario que llegaras hasta la muerte y muerte de cruz como un malhechor por nosotros? ¿En tu omnipotencia, no podías habernos salvado de otra manera, si con solamente quererlo lo habrías podido hacer?  ¿Tú que con tu palabra creaste la luz, el mundo, la vida, los astros, los seres vivientes, no pudiste realizar así nuestra salvación y ahorrarte tantos trabajos y sufrimientos?
Es cierto, Dios habría podido salvarnos con la simple voluntad de hacerlo, pero en su designio amoroso no quiso hacerlo así. El Padre envío a su Hijo que se hizo hombre para morir por nosotros en la cruz: “porque no hay mayor prueba de amor que dar la vida por los amigos”.
En el Catecismo se nos preguntaba: ¿Por qué Nuestro Señor Jesucristo quiso sufrir una muerte tan cruel? La respuesta decía así: Nuestro Señor Jesucristo quiso sufrir una muerte tan cruel para demostrarnos su amor y la malicia del pecado?
El Señor quiso dar su vida y aceptó la muerte por nosotros, por cada uno de nosotros… porque nos ama y nos tiene como amigos. El Señor quiso dar su vida y aceptó la muerte para mostrarnos la infinitud de su amor y misericordia, a pesar de nuestro pecado e infidelidad, porque no hemos de olvidar que la muerte era nuestro castigo, la consecuencia de nuestro pecado, el fruto de nuestra desobediencia. Jesús quiso cargar con nuestra muerte, porque el hombre desde el pecado de Adán no tenía otro futuro que la muerte eterna. El pagó nuestro rescate, su sangre fue el precio de nuestra redención. Y aquí radica la razón de la muerte de Jesús.
La injusticia que el pecado provoca es infinita. Para el hombre era imposible salvarse, hacerse agradable a Dios. Ningún sacrificio hecho por un hombre podría satisfacer la deuda infinita del pecado. Era necesario por tanto el sacrificio y la oblación realizado por alguien que fuese Dios y hombre al mismo tiempo. Hombre para que el sacrificio fuera verdadero. Dios para que el sacrificio fuera infinito… Y esto lo hecho Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Esto es lo que hoy celebramos.
Cristo se ha hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. La cruz, instrumento cruel de tortura y muestra de lo que la maldad del hombre puede llegar a hacer, se ha convertido ahora en la manifestación plena del amor de Dios y en la causa de nuestra salvación. Por eso la cruz es adorable para el cristiano, por eso la veneramos y la besamos, la llevamos colgada sobre nuestro pecho, la ponemos en nuestras casas y en nuestras iglesias, en nuestras calles, la hacemos sobre nosotros, sobre nuestros niños y enfermos, sobre nuestro difuntos… Con razón canta la iglesia en esta tarde: Tu cruz adoramos, Señor; pues por el madero ha venido el gozo al mundo entero. Oh Cruz fiel, el más noble de los árboles; ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en flor, ni en fruto. ¡Oh dulce leño, dulces clavos los que sostuvieron tan dulce peso!

Queridos hermanos: Hemos sido comprados por la sangre de Cristo; correspondamos a su amor y glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu, llevando una vida conforme a tan alta dignidad.