miércoles, 8 de marzo de 2023

ANUNCIO DE LA PASIÓN. Dom Gueranger

 


ANUNCIO DE LA PASIÓN.

Dom Gueranger

Miércoles de la II semana de Cuaresma

 

ANUNCIO DE LA PASIÓN. — Ante nosotros se presenta hoy Aquel que se ofrece generoso a apaciguar la cólera del Rey de reyes y a salvar a su pueblo de la muerte. Es el hijo de la verdadera Ester y a la vez Hijo de Dios que viene a quebrantar el orgullo de Amán en el instante mismo en que ese pérfido cree triunfar y salirse con la suya. Se dirige a Jerusalén, porque allí ha de entablarse el gran combate. Anuncia a sus discípulos todo lo que va a suceder. Será entregado a los príncipes de los sacerdotes que le juzgarán digno de muerte; éstos le pondrán a disposición del gobernador y de los soldados romanos. Será colmado de oprobios, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará glorioso. Oyeron todos los Apóstoles esta profecía que Jesús les manifestó llamándoles aparte; porque el Evangelio nos atestigua que habló a los doce. Judas estaba presente y también Pedro, Santiago y Juan a quienes la Transfiguración de su Maestro en el Tabor había aleccionado mejor que a los otros acerca de la dignidad que campeaba en él. Y, sin embargo, todos le abandonaron. Judas le vendió, Pedro le negó y el terror dispersó todo el rebaño cuando el Pastor se vio a merced de la brutalidad de sus enemigos. Ninguno recordó que había anunciado su resurrección al tercer día, a no ser Judas a quien esa idea calmó cuando su innoble codicia le indujo a perpetrar la traición. Los demás sólo vieron el escándalo de la Cruz y eso bastó para que abandonasen a su Maestro. ¡Qué ejemplo para los cristianos de todos los siglos! ¡Cuán rara es la estima de la Cruz que hace la consideremos para nosotros y para los demás como el sello de la predilección divina!

Nosotros, hombres de poca fe, nos escandalizamos de las pruebas de nuestros hermanos, y nos inclinamos a creer que Dios les ha abandonado porque los aflige; hombres de menguado amor, la tribulación de este mundo nos parece un mal y miramos como rigidez de Dios lo que es para nosotros generosidad de su misericordia. Nos parecemos a la madre de los hijos de Zebedeo: necesitamos un lugar glorioso, llamativo junto al trono del Hijo de Dios y nos olvidamos de que para merecerle tenemos que beber el cáliz que El mismo bebió, el cáliz de la Pasión. Tampoco olvidemos la palabra del Apóstol: “Para gozar de la gloria de Jesús debemos participar antes en sus sufrimientos'”. El Justo no logró su descanso por medio de honores y placeres, el pecador no seguirá sus huellas sino por el camino de la expiación.