lunes, 20 de marzo de 2023

EL ALMA TEMPLO DE DIOS. Dom Gueranger

 


 

EL ALMA TEMPLO DE DIOS

Dom Gueranger

Lunes de la IV semana de Cuaresma

 

EL ALMA TEMPLO DE DIOS. — El martes de la primera semana vimos ya cómo el Señor arrojó a los vendedores del templo. La Iglesia insiste sobre este hecho en la Cuaresma, porque nos presenta la severidad que usa Jesucristo con el alma, dominada por las pasiones terrenas. ¿Pues qué son nuestras almas sino el templo de Dios? Las ha creado y santificado para que sean su morada y por tanto quiere que todo sea digno de este sublime destino que se las ha dado. En estos días en que examinamos nuestras almas, ¿cuántos vendedores profanos vemos que habitan en la casa del Señor? Expulsémoles cuanto antes; pidamos al Señor que también El los arroje con el látigo de su justicia. Pronto llega el día de obtener el perdón; vigilemos para hacernos libre de recibirlo.

CONVERSIÓN PROFUNDA. — ¿Nos hemos Ajado en lo que dice el Evangelio de aquellos judíos, que más sinceros que los demás, creyeron en El, a causa de los milagros que le veían obrar? Y sin embargo Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía muy bien a todos. Hay hombres que hasta llegan a creer, a reconocer a Cristo, sin que esto sea motivo para que su corazón se cambie. ¡Oh corazón duro del hombre! ¡Oh cruel congoja para la conciencia de los ministros de la salvación! Hay pecadores, gente del mundo, que en estos días se acercan al tribunal de la penitencia; creen, confiesan sus pecados; y la Iglesia no se fía de su arrepentimiento. Ya sabe que, poco después de la Comunión Pascual, se convertirán en lo que eran el día que se les impuso la ceniza de penitencia; tiembla al pensar en el peligro que estas almas, divididas entre Dios y el mundo, incurren recibiendo sin preparación, sin conversión sincera al Santo de los santos; por otra parte, se acuerda de que está escrito que no hay que apagar la mecha que aun humea, ni de acabar de romper la caña ya nacida ‘. Roguemos por estas almas cuya suerte es tan inquietante y pidamos para los pastores de la Iglesia algunos rayos de esta luz en que Jesús conocía todo lo que había en el hombre.