jueves, 9 de marzo de 2023

EL INFIERNO Y LA NECESIDAD DE LA MORTIFICACIÓN. Dom Gueranger

 


EL INFIERNO Y LA NECESIDAD DE LA MORTIFICACIÓN.

Dom Gueranger

Jueves de la II semana de Cuaresma

 

EL INFIERNO CASTIGO DEL PECADO. — Vemos en este relato la sanción de las leyes divinas, el castigo del pecado; ¡cuán temible se nos muestra aquí el Señor! ” ¡Y qué terrible es caer en las manos de Dios vivo!” Hoy vive un hombre con holgura, entregado a los placeres, despreocupado; le sobreviene la muerte inevitable, y miradle sepultado vivo en el infierno. Jadeante en medio de llamas eternas, pide una gota de agua que le es rehusada. Otros hombres sus semejantes, a quiénes ha visto hace poco con sus propios ojos, se encuentran en otra morada, en la morada de una felicidad eterna y un profundo abismo les separa para siempre de ellos. ¡Destino horroroso! ¡Desesperación sin fin! ¡Y hay hombres en la tierra que viven y mueren sin haber meditado un solo día sobre este abismo, ni han tenido siquiera un sencillo pensamiento!

 

TEMOR DEL INFIERNO. — ¡Bienaventurados los que temen! por que este temor les puede ayudar a sobrellevar el peso que les arrastraría al abismo sin fondo! ¡Qué densas tinieblas ha extendido el pecado en el alma del hombre! Personas sabias, prudentes que jamás cometerán una falta en la administración de sus negocios en este mundo, son insensatos y necios cuando se trata de la eternidad. ¡Qué horroroso despertar! ¡y la desgracia no tiene remedio! Para hacernos la lección más eficaz, el Salvador nos ha recordado la reprobación de uno de estos malvados cuyos crímenes horroriza el oírlos y que los mismos mundanos consideran como la presa del infierno. Nos presenta a uno de estos hombres despreocupados, de buen trato sociable, gozando fastuosamente de su posición. No se trata aquí de un hombre criminal o cruel. El Salvador nos dice sencillamente que vestía con lujo y celebraba todos los días un gran banquete. Mas a su puerta había también un pobre; no le maltrataba, si bien, en su poder estaba el haberle arrojado; le toleraba sin insultar su miseria. ¿Por qué, pues, este rico será devorado eternamente por los ardores de este fuego que Dios encendió airado?

 

NECESIDAD DE LA MORTIFICACIÓN. — El hombre que dispone de bienes terrenos, si no reflexiona al pensar en la eternidad, si no comprende que debe “disfrutar de este mundo como si no disfrutase””, si huye de la cruz de Jesucristo, está ya vencido por la triple concupiscencia. El orgullo, la avaricia, la lujuria se disputan su corazón, y acaban finalmente por dominarle, tanto más que ni él piensa hacer nada por combatirlos. Este hombre no lucha, pero más tarde se acordará que el pobre es más que él y que debía honrarle y aliviarle. Sus perros fueron más humanos que él; ved ahí la razón del porqué Dios le dejó dormir hasta el borde del abismo en que debía precipitarse. ¿Dirá tal vez que nadie se lo advirtió? Tenían a Moisés y a los Profetas; aún más, tenía a Jesús y a su Iglesia. Actualmente existe el tiempo de la Sagrada Cuaresma que él mismo anunció; más, ¿se toma la molestia de conocer lo que significa este tiempo de gracia y de perdón? Pasará sin haber dudado siquiera; pero a su vez habría dado un paso más hacia su eterna dicha.