martes, 8 de noviembre de 2022

POBRES DE ESPÍRITU SON LOS HUMILDES Y TEMEROSOS DE DIOS. San Agustín

 


POBRES DE ESPÍRITU SON LOS HUMILDES Y TEMEROSOS DE DIOS. San Agustín

 

Homilía de San Agustín, Obispo.

Del Libro I sobre el Sermón de la Montaña.

Dichosos seréis, dijo, cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros: alegraos y regocijaos, porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos. El que en la profesión de cristiano busque gozar de las delicias de este mundo y disfrutar de los bienes temporales, considere que nuestra felicidad es del todo interior, como lo afirma del alma que forma parte de la Iglesia una voz profética: En el interior está la principal gloria de la hija del Rey. Porque en cuanto a lo exterior, sólo se nos prometen maldiciones, persecuciones y calumnias; en premio de las cuales nos aguarda en el cielo una gran recompensa, cuyo gusto anticipado sienten ya en esta vida, en su corazón, los que sufren, y ya exclaman: Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación ejercita la paciencia, y la paciencia la prueba, y la prueba la esperanza, esperanza que no burla; porque la caridad de Dios ha sido derramada en el interior de nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que se nos ha dado.

El fruto de estos sufrimientos no viene de haberlos experimentado, sino de haberlos padecido por el nombre de Cristo, y no sólo sin quejarse, sino con ánimo gozoso. No han faltado, en efecto, herejes, hombres que han engañado las almas llamándose cristianos, y han sufrido tribulaciones de este género, y no están, sin embargo, incluidos en esta recompensa, porque no se ha dicho únicamente: Bienaventurados los que padecen persecución, sino que se añade: Por la justicia. Ahora bien: faltando la verdadera fe, no puede haber justicia; porque “el justo vive de la fe”. Tampoco los cismáticos pueden prometerse participación alguna en este premio; porque tampoco es posible que exista la justicia allí donde falta la caridad. Y como, por otra parte, “la caridad para con el prójimo, no obra mal”, si la tuvieran, no se atreverían a despedezar el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

Veamos qué dice: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. La Escritura, hablando sobre el apetito de los bienes temporales, dice: Todo es vanidad y presunción de espíritu. Presunción de espíritu significa soberbia y arrogancia. Se dice sobre los soberbios que están hinchados de espíritu, y con razón, porque el viento es llamado spiritus, como dice en un Salmo: Fuego, granizo, nieve, hielo, vientos procelosos (spiritus procellarum); nadie ignora que a los soberbios se les llama hinchados, como llenos de viento. Por esto dice el Apóstol: La ciencia hincha, pero la caridad edifica. Esta es la razón de considerarse pobres de espíritu a los humildes y temerosos de Dios, es decir, a los que no tienen este espíritu de hinchazón.