sábado, 12 de noviembre de 2016

EL CORAZÓN DE MARÍA PREOCUPADO POR LA SALVACIÓN DE SUS HIJOS




EL CORAZÓN DE MARÍA PREOCUPADO POR LA SALVACIÓN DE SUS HIJOS
En los santos evangelios descubrimos el corazón de la Virgen María como el lugar sacratísimo donde ella guarda los misterios de Dios y los medita. En repetidas ocasiones, San Lucas afirma que María conservaba todas las cosas meditándolas en su corazón. Hoy, primer sábado de mes, dirijamos nuevamente nuestra atención al corazón inmaculado de María. “Quien lo halla, ha hallado un tesoro, ha hallado la vida”, porque en el Corazón Inmaculado de la Virgen no encontraremos otra cosa que no sea Dios, totalmente lleno de Dios, totalmente para Dios, todo él de Dios.
Hallar el corazón de la Virgen y amarlo adentrándose en él como refugio en la peregrinación de nuestra vida es la ciencia más elevada de la santidad. No hay forma más perfecta de llegar a Jesucristo que a través del Corazón de su Madre, además como nos recuerda san Luis María Grignon de Montfort es la forma más rápida, fácil y segura.
Hemos comenzado el mes de noviembre con la solemnidad de todos los santos. Con esta fiesta se nos invitaba a contemplar la innumerable multitud de santos, hermanos nuestros que vivieron en amistad con Dios y ahora felices en el cielo alaban con los ángeles para siempre a Dios. La más grande por encima de todos los santos y de los mismos ángeles es la Virgen Santísima.
Se nos invitaba también a acudir a su intercesión confiado en la comunión de bienes espirituales entre la Iglesia del Cielo y la Iglesia peregrina – militante. Si todos los santos son intercesores ante Dios, la Virgen María, reina de todos los santos, es nuestra mayor intercesora y abogada.
Se nos exhortaba también a nosotros a imitar la vida de santidad de aquellos que ya gozan de Dios. La Virgen María es el mejor modelo de discípulo, de cristiana. Ella vivió siempre en amistad con Dios. Además si leemos la vida de los santos, no encontraremos ninguno que no haya verdaderamente devoto de nuestra Señora, porque no podemos aspirar a la santidad a la margen de Aquella que tiene la misión de engendrarnos a la vida de la gracia.
Al día siguiente, recordábamos con piedad de un modo particular a los fieles difuntos: a todos aquellos que han muerto; pidiendo por ellos el eterno descanso y la luz eterna. Es el deseo de la Iglesia de que todos los hombres gocen de la bienaventuranza eterna, pero consciente de que no todos han vivido en amistad con Dios debido al pecado y a las debilidades humanas. La Iglesia tiene la misma voluntad de Dios: “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.”; por eso, ante la muerte reza por los difuntos, ofrece el sacrificio de la misa, recita el rosario y otras oraciones para pedir a Dios la misericordia y el perdón.

Estas celebraciones como también la misma estación del año nos mueven a considerar las verdades últimas de nuestra existencia: muerte, juicio, gloria, infierno y purgatorio… no para infundirnos terror y desánimo, sino para estimularnos a buscar la santidad y desear la salvación.

Nuestra Señora en sus apariciones y mensajes en Fátima muestra su interés y su  preocupación como Madre amorosa y diligente por la salvación de sus hijos:
1.-Pide a los niños que ofrezcan sacrificios por los pecadores, porque muchos hombres van al infierno porque no hay nadie que rece y se sacrifique por ellos.
2.-Responde ante las preguntas de los niños sobre el destino eterno de algunos vecinos que se habían muerto: unos si están en el cielo, otros estarán en el purgatorio hasta el final de los tiempos… A Francisco y Jacinta los llevará pronto al cielo… 
3.- Muestra a los niños el infierno para moverlo a una mayor caridad hacia los pecadores.
4.- Les enseña y pide que recen la jaculatoria “Oh Jesús mío, perdónanos” en cada misterio del rosario.
5.- Al mismo tiempo que pide la limosna de nuestra reparación al instituir los primeros sábados, ofrece la promesa de asistirle en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación.

Seamos dóciles a las enseñanzas de Nuestra Señora. Superemos la repugnancia y el rechazo que sentimos de meditar sobre nuestra muerte. Aprovechemos el tiempo y vivamos como deseamos que nos encuentre la muerte: no sea que llegue y nos sorprenda. Confiemos nuestra salvación a las manos amorosas de María, refugiémonos en su Corazón Inmaculado y pidámosle que en esta vida nunca nos apartemos de su mirada para que en la otra vida junto con ella y todos los santos alabemos y gocemos para siempre de Dios.