CRISTO PALABRA DEFINITIVA DEL PADRE
Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, culmen de
la Revelación, cumplimiento de las promesas de Dios y mediador del encuentro
entre el hombre y Dios. Es la Palabra única y definitiva entregada a la
humanidad.
San Juan de la Cruz ha expresado admirablemente esta
verdad: «Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que
no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra...
Porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado a Él
todo, dándonos el todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese
preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una
necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo,
sin querer otra cosa o novedad».
Es necesario por tanto distinguir bien la Palabra de
Dios de las revelaciones privadas: El valor de las revelaciones privadas es
esencialmente diferente al de la única revelación pública: ésta exige nuestra
fe.
El criterio de verdad de una revelación privada es su
orientación con respecto a Cristo. La revelación privada es una ayuda para esta
fe, y se manifiesta como creíble precisamente cuando remite a la única
revelación pública. Por eso, la aprobación eclesiástica de una revelación
privada indica esencialmente que su mensaje no contiene nada contrario a la fe
y a las buenas costumbres; es lícito hacerlo público, y los fieles pueden dar
su asentimiento de forma prudente. Una revelación privada puede introducir
nuevos acentos, dar lugar a nuevas formas de piedad o profundizar las antiguas.
Puede tener un cierto carácter profético (cf. 1 Ts 5,19-21) y prestar
una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el presente; de
ahí que no se pueda descartar. Es una ayuda que se ofrece pero que no es
obligatorio usarla. En cualquier caso, ha de ser un alimento de la fe,
esperanza y caridad, que son para todos la vía permanente de la salvación.
Cfr.
Verbum Domini, 14