El
relato de la pasión según san Juan
(P. Silvio José Báez, ocd)
La narración
de la pasión según el evangelio de Juan se proclama cada año en la celebración
litúrgica del Viernes Santo. La narración de Juan es muy diversa al relato de Lucas y Marcos. Es la
narración de un Jesús dueño de su propio destino cuya vida nadie se la quita
sino que él la entrega voluntariamente (cf. Jn 10,18). Es su glorificación.
Casi la entronización de un rey como veremos más adelante.
El
evangelio de Juan está todo él construido a partir de un dato fundamental: la
encarnación. Ya anunciado en el prólogo (cf. Jn 1,14) este principio joánico no
es sólo importante como fundamento de su cristología sino como criterio
hermenéutico para la interpretación de todo su evangelio. Deberemos distinguir
siempre en él dos niveles: "la carne" de Jesús de Nazaret (cf. Jn
1,14a), es decir, su dimensión humana y por otra parte, "la gloria (cf. Jn
1,14b), es decir, el misterio de Dios. Misterio que se hace transparencia a
través de la humanidad de Jesús.
El principio de la encarnación nos
lleva a la idea teológica fundamental del cuarto evangelio, la revelación. La
revelación constituye su tema central. Probablemente las palabras: "El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn 14,9) constituyen el resumen más
logrado y completo de la teología joánica. La existencia corporal de Jesús,
"la Palabra hecha carne", su caminar histórico, es verdadero
"sacramento". Sus palabras y acciones son auténticos signos de una
realidad superior. Este es un principio hermenéutico de gran importancia para
la recta comprensión del evangelio joánico.
Antes
de analizar con cierto detenimiento la narración de la pasión conviene señalar
algunas ideas teológicas fundamentales del cuarto evangelio, sin las cuales no
sería posible comprender tal narración: "la Hora" de Jesús, "la
elevación" del Hijo del Hombre y "el juicio" de este mundo.
Toda
la vida de Jesús está orientada hacia ese momento que Juan llama "la
Hora", que será como la meta del camino. Es el momento en que
Dios mostrará toda su gloria -su amor fiel a los hombres- en el Hijo. Se habla
de "la Hora" desde el inicio del evangelio (cf. 2,4), pero será hasta
después del capítulo 12 que "la Hora" aparece cercana: "Ha
llegado la Hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado" (12,23);
"había llegado su Hora de pasar de este mundo al Padre" (13,1). Y las
primeras palabras de la llamada oración sacerdotal de Jesús son: "Padre,
ha llegado la Hora, glorifica a tu Hijo" (17,1).
"La Hora" aparece
íntimamente unida al momento de la glorificación que tiene lugar en la
crucifixión. El texto más significativo sobre el otro tema, la elevación del
Hijo del Hombre, es Jn 12,32: "Y yo cuando sea levantado de la
tierra, atraeré a todos hacia mí". Se trata de la elevación en la cruz,
simbolizada -por contraste- con "la caída" en la tierra del grano de
trigo (12,24-32). La muerte del grano de trigo, en el plano de la naturaleza,
hace brotar "mucho fruto", una vida nueva. En otro plano, la muerte
de Jesús también hará surgir la vida eternamente nueva.
"El juicio de este mundo" es una idea joánica que refleja su teología
acerca de la venida de Jesús. Juan describe la obra de Cristo en el mundo, en
términos de un gran enfrentamiento, casi de un proceso judicial, entre la luz y
las tinieblas: "El juicio está en que vino la luz al mundo y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz" (3,19). La muerte de Jesús se
considera como el punto culminante de ese juicio: "Ahora es el juicio de
este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (12,31).
Toda esa teología se percibe en la
narración de la pasión. Y además todo esto explica el porqué de un Jesús tan
distinto al de los otros evangelios: posee plena conciencia de su misión,
demuestra una libertad asombrosa para donar la vida y es descrito con una
majestad imponente al afrontar su pasión y muerte. Historia y fe se funden
maravillosamente. Juan, sin traicionar el dato histórico, más bien partiendo de
él, lee los hechos desde la fe y los transfigura a la luz del profundo misterio
que en ellos se encierra.
Podemos
dividir la narración (Jn 18,1-19,42) en cinco grandes bloques: 1. El
enfrentamiento en el jardín (18,1-12); 2. El interrogatorio delante de Anás y
la negación de Pedro (18,13-27); 3. El proceso romano ante Pilato
(18,28-19,16a); 4. Muerte en el Gólgota (19,16b-37); 5. Colocado en la tumba en
un jardín (19,38-42).