miércoles, 27 de abril de 2022

27 de abril. San Pedro Canisio, confesor y doctor de la Iglesia

 


27 de abril

San Pedro Canisio, confesor y doctor de la Iglesia

Pedro Canisio nació en Nimega de Güeldres, en el mismo año en que Lutero con abierta rebelión se separó de la Iglesia, y en que Ignacio de Loyola, en España, abandonando la milicia terrena, se resolvió a luchar las batallas del Señor. Con esto significó Dios con qué adversarios habría de pelear y con qué capitán alcanzaría la victoria. En Colonia, adonde se había dirigido por razón de los estudios, hizo voto perpetuo de castidad, y poco después ingresó en la Compañía de Jesús. Siendo ya sacerdote, emprendió la defensa de la fe católica por medio de misiones, sermones, y escritos. Por su preclara sabiduría y por su reconocida experiencia, fue llamado por el cardenal de Augusta y por los legados pontificios, interviniendo diferentes veces en el Concilio Tridentino, cuyos decretos fueron por él promulgados en Alemania por encargo del papa Pío IV, el cual le confirió también la misión de llevarlos a la práctica. Por mandato del Sumo Pontífice Paulo IV intervino en la dieta de Augsburgo, y en tiempo del papa Gregorio XIII desempeñó diversas legaciones con ánimo resuelto, sin que le arredrasen las dificultades, e intervino en gravísimos asuntos religiosos, llevándolos a feliz término, aun con peligro de su propia vida.

Ardía en el fuego de la caridad divina que antaño había respirado en las profundidades del Corazón de Jesús en sus visitas a la Basílica Vaticana, y aspiraba sólo a la difusión y propagación de la gloria divina; no es posible reseñar los trabajos que emprendió por espacio de más de 40 años, y las fatigas que sobrellevó a fin de preservar a muchas ciudades y provincias de Alemania del contagio de la herejía, o para restituir a la fe católica las que estaban contaminadas por las falsas doctrinas. En la dieta de Ratisbona y de Augusta excitó a los príncipes a la defensa de los derechos de la Iglesia y a la enmienda de las costumbres del pueblo; en la de Worms redujo al silencio a los insolentes maestros de la impiedad. Constituido por San Ignacio superior de la provincia de Alemania, edificó casas y colegios en muchas partes. Dotó y amplió, con toda suerte de medios, al Colegio Germánico de Roma. Restauró en las academias el estudio de las letras divinas y humanas, que había decaído; escribió dos volúmenes contra los centuriadores magdeburgenses, y publicó el Catecismo de la doctrina cristiana, alabado por los teólogos, y popular en todas partes, y muchos escritos para la instrucción de los fieles. Fue llamado el martillo de los herejes y el segundo apóstol de Alemania, y escogido por Dios para defender la religión católica en Alemania.

En medio de tantas ocupaciones, se mantenía en unión con Dios por la plegaria y la asidua meditación de las cosas celestiales, en la cual no pocas veces derramaba abundantes lágrimas, y quedaba privado del uso de los sentidos. Fue honrado en gran manera por los príncipes y por hombres de virtud eminente, así como por cuatro Sumos Pontífices, y, con todo era tal su humildad, que se consideraba el más pequeño de todos. Rehusó por tres veces el obispado de Viena. Sumiso en gran manera a sus superiores, estaba dispuesto a dejarlo y emprenderlo todo para obedecerles, aun con peligro de su salud o de su vida. Gracias a su mortificación voluntaria guardó perpetua castidad. Finalmente, en Friburgo de Suiza, en donde había trabajado mucho durante los últimos años de su vida por la gloria de Dios y el bien de las almas, voló al cielo el día 21 de Diciembre del año 1597, a los 77 años. El papa Pío IX agregó este valeroso defensor de la verdad católica al número de los Beatos; y resplandeciendo con nuevos milagros, el Sumo Pontífice Pío XI en el año del Jubileo le incluyó en el número de los Santos, al propio tiempo que le declaró Doctor de la Iglesia universal.

 

Oremos.

Oh Dios, que para defender la fe católica adornaste a tu bienaventurado Confesor Pedro de virtud y de sabiduría, concédenos propicio, que con sus ejemplos y enseñanzas vuelvan al camino de la salvación los que andan extraviados, y los fieles perseveren en la confesión de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.