viernes, 22 de abril de 2022

STAT CRUX DUM VOLVITUR ORBIS. Homilía Viernes Santo

Viernes santo 2022

 

Es viernes santo.

Han pasado muchos siglos, dos milenios, desde que la cruz del Divino Salvador ha sido elevada en el calvario.

“Stat Crux dum volvitur orbis” dice el lema de la Orden de los Cartujos fundada por san Bruno. “La cruz permanece estable mientras el mundo cambia”, pues los imperios caen, los reinos desaparecen, las instituciones se eclipsan y los hombres poderosos y de renombre ante la sociedad de su tiempo quedan sepultados en el olvido de la historia.

La Cruz de Cristo permanece en el suceder de la historia, inamovible, firme, estable… y aunque hoy como ayer, los enemigos de Cristo y de su cruz quieran derribarla, ocultarla, hacerla desparecer… nada podrán contra ella, pues como el arco iris fue la señal de la alianza y la promesa de Dios a Noé después del diluvio, la cruz es la señal de la Nueva y definitiva Alianza, sellada en la sangre del Hijo de Dios.

Ni el imperio romano, ni los pueblos bárbaros, ni los bandadas de mahometanos, ni el protestantismo, ni las filosofías racionalistas, ni el materialismo ateo en sus dos vertientes y todos sus nietos deformes que caracterizan nuestra sociedad de la postmodernidad y se llaman indiferentismo, relativismo, hedonismo y naturalismo… Ni la misma sociedad de hoy construida en contra de Dios y de su misma ley natural, podrán hacer tambalear la cruz de Cristo, desde la cual el sigue llamando y atrayendo a los hombres hacia sí.

Quizás consigan sacar las cruces de nuestra vista en las calles, plazas y demás edificios; quizás puedan silenciar a su iglesia mediante la persecución del escándalo y el descrédito; quizás –incluso- los enemigos de Cristo y de su cruz, encuentren entre los miembros de la iglesia, nuevos Judas, que por 30 viles monedas lo entreguen nuevamente colaborando con la descristianización y secularización del mundo….

Quizás, pueda parecer, que están ganando… pero no perdamos la fe: “Stat Crux dum volvitur orbis”. La cruz permanece. Es la cruz de Cristo, es la obra de Dios, es la señal del cristiano, es la marca de la Iglesia: y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

Y será la cruz, la señal que aparezca en el firmamento anunciado la vuelta gloriosa de Jesucristo: “entonces aparecerá en el cielo la señal del hijo del hombre; y entonces todas las tribus de la tierra harán duelo, y verán al hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria y el enviará a sus ángeles con una gran trompeta y reunirán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de los cielos hasta el otro. (Mt 24)

Todo ello –también es necesario recordarlo- precedido por una dura purificación y prueba de la Iglesia y la apostasía de muchos.

 

Pero también, no deja de llenarme de tristeza y confusión, y al mismo tiempo de compasión, como ante el misterio de la Cruz de Cristo, el mundo de hoy como de ayer, sigue indolente.

“Stat Crux dum volvitur orbis”: la Cruz ha sido levantada en aquella tarde de viernes santo, y como entonces son muchos, muchísimos, lo que como mero espectáculo o totalmente indiferentes viven o ignoran el misterio de la cruz y con él: el amor de Dios por cada uno de ellos y su promesa de eternidad.

“Stat Crux dum volvitur orbis”: la Cruz ha sido levantada y el mismo Dios ha sido despojado porque el mundo sigue con sus ambiciones y codicias.

La Cruz ha sido levantada y el mismo Dios es tenido por blasfemo condenado a muerte porque el mundo vive sin Dios, sin religión, sin adoración.

La Cruz ha sido levantada y el mismo Dios es humillado porque el mundo sigue enloquecido por la soberbia, el egoísmo, el propio beneficio.

La Cruz es levantada y el mismo Dios es tenido por pecador porque el mundo sigue siendo fariseo e hipócrita, en el fariseísmo moderno que presume de sus pecados y vicios y de los falsos santos llenos de soberbia espiritual, superficiales, vanidosos, engreídos.

La cruz permanece clavada y Dios es atormentado en su cuerpo, en sus sentidos, en su alma, porque el mundo sigue esclavo de la sensualidad, del placer, del goce efímero.

La Cruz permanece y allí el Crucificado coronado de espinas porque el mundo sigue sin razón, esclavo de la herejía, del error y la mentira.

La Cruz permanece en el Calvario y allí el Crucificado siente sed; porque el mundo sigue dando vueltas olvidado de los más pobres, de los necesitados, de los oprimidos y marginados, creando pobreza, miseria, muerte… nuevos inocentes asesinados: niños abortados, ancianos y enfermos inducidos a una falsa muerte digna, ¡jóvenes, jóvenes!, a los que se le ha robado la esperanza y a quienes no se le ofrece más que el suicidio como salida o venenos alienantes de droga, alcohol, y experiencias degradantes. El mundo sigue crucificando hoy nuevas víctimas porque el mundo sigue bajo su príncipe que es Satanás y sus obras son el pecado.

 

La cruz de Cristo es el juicio del mundo: juicio cuya sentencia es cielo o inferno, con Dios o sin Dios para siempre, eternamente, sin vuelta atrás, dicha sin fin o sufrimiento eterno. Y así, el mundo será juzgado por su postura ante la cruz: con Cristo y su Cruz o contra Cristo y su Cruz. Juicio en el que está cifrada nuestra felicidad: ¿Quién no busca la felicidad? ¿Quién no quiere ser feliz?

 

Pidamos hoy lo que la Iglesia pide, en una de las oraciones: y así, como la Cruz de Cristo, fue causa de condenación para Judas que desconfió de su misericordia y rechazó su perdón y causa de salvación para Pedro que se dejó perdonar por la mirada compasiva de Jesús a quien antes había negado, nosotros nos beneficiemos del torrente infinito de gracias que brotan de la Cruz de Cristo y destruido en nosotros el hombre viejo muriendo con Cristo, nos conceda la gracia de resucitar gloriosamente con él.

 

“En la cruz está la vida y el consuelo –cantaba santa Teresa-

y ella sola es el camino para el cielo.” Solo en la cruz del Señor hallaremos la felicidad.

Y convencidos de ello, digámonos como la santa:

“Alma mía, toma la cruz

con gran consuelo,

que ella sola es el camino

para el cielo.”

 

Pero no solo pidamos por nosotros, hagamos nuestra la voluntad universal de Cristo en la cruz que quiso morir por todos los hombres y oremos solemnemente con la Iglesia en este día presentando ante el Padre Eterno, los sufrimientos y méritos de Cristo en la cruz, por todos y cada uno de los hombres.

 

No seamos nosotros indiferentes ante la Cruz de Cristo; y por ello, no seamos indiferentes ante tantos hombres que viven descarriados alejados de este Buen Pastor, indiferentes ante su cruz, ignorantes de su amor. Ofrezcámosles la caridad de nuestra oración y el testimonio de una vida santa. Amén.