30 de abril
Santa Catalina de Siena, Virgen
Catalina, virgen, de Siena, de piadosos padres, obtuvo el hábito de santo Domingo de las hermanas de la Penitencia. Se distinguió por su gran abstinencia y una austeridad admirable. Alguna vez pasó desde el miércoles de Ceniza hasta la Ascensión del Señor en ayuno, sostenida sólo por la Eucaristía. Tuvo que luchar con frecuencia con los demonios, sufriendo de su parte muchos malos tratos. Padecía de fiebres ardientes y de otras dolencias. Tan grande era la fama de la santidad de Catalina, que de todas partes acudían a ella los atormentados por los espíritus malignos. En nombre de Cristo mandaba a las enfermedades y a las fiebres, y obligaba a los demonios a que abandonasen los cuerpos de los poseídos.
Viviendo en Pisa, un domingo, después de recibir la sagrada comunión, arrebatada en éxtasis, vio al Señor crucificado acercándosela con un gran resplandor, saliendo de las cicatrices de sus llagas cinco rayos sobre cinco partes de su cuerpo. Comprendiendo el misterio, suplicó al Señor que no apareciesen las cicatrices, y al instante los rayos cambiaron el color de sangre en otro resplandeciente, y bajo la apariencia de una luz muy pura llegaron a sus manos, pies y corazón. Era tan grande el dolor que padecía sensiblemente, que de no disminuírselo el Señor, creyera que en breve había de morir. El Señor, cuyo amor no tiene límites, añadió un nuevo favor: que sintiera el dolor de las heridas, y no apareciesen las señales ensangrentadas. Habiendo referido cuanto experimentó a su confesor Raimundo, la pía industria de los fieles, representándolo visiblemente, ha pintado sobre la imagen de la bienaventurada Catalina unos rayos luminosos que caen sobre sus pies, manos y costado.
Su doctrina fue infusa, no adquirida. Resolvía a los profesores de teología cuestiones difíciles que le proponían relativas a la divinidad. Nadie acudió a ella que no saliera mejorado; extinguió odios e hizo cesar mortales enemistades. Salió para Aviñón para entrevistarse con Gregorio XI para obtener la paz a los florentinos, que por discrepancias con la Iglesia sufrían entredicho eclesiástico. Manifestó al Papa que sabía por divina revelación, el voto que había hecho, sólo conocido de Dios, de volver a Roma. Así el consejo de la Santa contribuyó a que el Papa volviera en persona, tras madura deliberación, a tomar posesión de la sede romana. Gregorio XI, y Urbano VI, su sucesor, la apreciaron tanto, que la escogieron para llevar a cabo diversas misiones. Después de haber resplandecido con todas las virtudes, con el don de profecía, e ilustre por sus milagros, fue a reunirse con su Esposo celestial, teniendo cerca de 33 años. El Sumo Pontífice Pío II la inscribió en el número de las santas Vírgenes.
Oremos.
Te suplicamos nos concedas, omnipotente Dios, que cuantos celebramos el nacimiento a la vida eterna de tu bienaventurada Virgen Catalina, participemos de la alegría de esta festividad anual, y nos aprovechemos con el ejemplo de una virtud tan grande. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.