ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS
DÍAS:
A
ti, Jesús, que vives y reinas con Dios Padre y el Espíritu Santo, elevamos este
acto de fe, de esperanza, adoración y caridad porque en tu Sagrado Corazón
reconocemos la manifestación plena de tu amor por nosotros. Acepta también
nuestro deseo de reparar tu Corazón por tantas ofensas e indiferencias.
Con
el Ángel de la Paz y todos los coros de los ángeles, con los santos Francisco y
Jacinta Marto y todos los santos, unidos a tantas almas que te han amado
dignamente, decimos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero
y os amo.
Os pido perdón por los que no
creen, no adoran, no esperan y no os aman. (tres veces)
Jesús,
manso y humilde de corazón,
R/. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
10. DISCÍPULOS DE UN DIOS POBRE, HUMILDE,
CRUCIFICADO
De
los escritos del beato Juan Bautista Scalabrini, obispo italiano
También
en nuestro exterior debemos hacer notar que somos discípulos de un Dios pobre,
humilde y crucificado. Sin esto, ¿de qué serviría declararnos y jactarnos de
ser cristianos? Siempre será verdad, que cualquier cosa que nosotros hagamos
tendrá como motivo o el espíritu del hombre viejo o el espíritu del hombre
nuevo. Si conformamos nuestro exterior con los sentimientos del primero, somos
culpables; en cambio con el
espíritu del segundo, todo es santo en nosotros, todo en nosotros es
participación de la vida de Jesucristo, ya que Jesucristo solamente vive en
nosotros mediante su espíritu. No basta por lo tanto obrar bien, ser honestos, vivir,
como suele decirse, como caballeros, combatir y sufrir de cualquier manera,
para que nuestra vida pueda decirse cristiana; no es suficiente. Es necesario
hacer absolutamente todo esto con la mirada puesta en Dios, con la intención en
Jesús, con el sometimiento, con el amor y con el espíritu de Jesucristo. Debe
ser Jesucristo el principio y el fin de nuestras obras, el alma de nuestra
alma, la vida de nuestra vida.
PARA FINALIZAR:
Todos
juntos recitamos el acto de reparación enseñando por el ángel a los pastorcitos
de Fátima:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma
y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo
Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
Sagrado
Corazón de Jesús, R/. En vos confío.
Inmaculado
Corazón de María, R/. Sed la salvación mía.
Ave María Purísima, R/. Sin
pecado concebida.