Santo Rosario.
Por la señal...
Monición
inicial: Con algunos pensamientos de san Josemaría
Escrivá de Balaguer, sacerdote, fundador del Opus Dei y de la Sociedad
sacerdotal de la Santa Cruz, meditamos el rosario de hoy. Él decía: Como en
otros días, ha de ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra
lucha interior, y para ayudar a todas las almas. Ensalza con tu lengua a Santa
María: reparación te pide el Señor, y alabanzas de tu boca. Ojalá sepas y
quieras tú sembrar en todo el mundo la paz y la alegría, con esta admirable
devoción mariana y con tu caridad vigilante.
Señor mío
Jesucristo...
MISTERIOS GLORIOSOS
1.-La
Resurrección del Señor.
Al
caer la tarde del sábado, María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé
compraron aromas para ir a embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. —Muy de
mañana, al otro día, llegan al sepulcro, salido ya el sol. (Marc., XVI, 1 y 2.)
Y entrando, se quedan consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. —Un mancebo,
cubierto de vestidura blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús
Nazareno: non est hic, surrexit enim sicut dixit, —no esta aquí, porque ha
resucitado, según predijo. (Math., XXVIII, 5.)
¡Ha resucitado! —Jesús ha resucitado. No
está en el sepulcro. —La Vida pudo más que la muerte.
Se apareció a su Madre Santísima. —Se
apareció a María de Magdala, que está loca de amor. —Y a Pedro y a los demás
Apóstoles. —Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la
Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!
Que nunca muramos por el pecado; que sea
eterna nuestra resurrección espiritual. —Y, antes de terminar la decena, has
besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido —por más niño— he puesto
mis labios sobre su costado abierto.
2.- La
Ascensión del Señor
Adoctrina
ahora el Maestro a sus discípulos: les ha abierto la inteligencia, para que
entiendan las Escrituras y les toma por testigos de su vida y de sus milagros,
de su pasión y muerte, y de la gloria de su resurrección. (Luc., XXIV, 45 y
48.)
Después los lleva camino de Betania, levanta
las manos y los bendice. —Y, mientras, se va separando de ellos y se eleva al
cielo (Luc., XXIV, 50), hasta que le ocultó una nube. (Act., I, 9.)
Se fue Jesús con el Padre. —Dos Angeles
de blancas vestiduras se aproximan a nosotros y nos dicen: Varones de Galilea,
¿qué hacéis mirando al cielo? (Act., I, 11.)
Pedro y los demás vuelven a Jerusalén
—cum gaudio magno —con gran alegría. (Luc., XXIV, 52.) —Es justo que la Santa
Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración de todas las
jerarquías de los Angeles y de todas las legiones de los bienaventurados de la
Gloria.
Pero, tú y yo sentimos la orfandad:
estamos tristes, y vamos a consolarnos con María.
3.- La Venida
del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en torno a la Virgen María
Había
dicho el Señor: Yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, otro Consolador,
para que permanezca con vosotros eternamente. (Joann., XIV, 16.) —Reunidos los
discípulos todos juntos en un mismo lugar, de repente sobrevino del cielo un
ruido como de viento impetuoso que invadió toda la casa donde se encontraban.
—Al mismo tiempo, unas lenguas de fuego se repartieron y se asentaron sobre
cada uno de ellos. (Act., II, 1-3.)
Llenos del Espíritu Santo, como
borrachos, estaban los Apóstoles. (Act., II, 13.)
Y Pedro, a quien rodeaban los otros once,
levantó la voz y habló. —Le oímos gente de cien países. —Cada uno le escucha en
su lengua. —Tú y yo en la nuestra. —Nos habla de Cristo Jesús y del Espíritu
Santo y del Padre.
No le apedrean, ni le meten en la cárcel:
se convierten y son bautizados tres mil, de los que oyeron.
Tú y yo, después de ayudar a los
Apóstoles en la administración de los bautismos, bendecimos a Dios Padre, por
su Hijo Jesús, y nos sentimos también borrachos del Espíritu Santo.
4.- La Asunción
de María Santísima a los Cielos
Assumpta
est María in coelum: gaudent angeli! —María ha sido llevada por Dios, en cuerpo
y alma, a los cielos: ¡y los Angeles se alegran!
Así canta la Iglesia. —Y así, con ese
clamor de regocijo, comenzamos la contemplación en esta decena del Santo
Rosario:
Se ha dormido la Madre de Dios. —Están
alrededor de su lecho los doce Apóstoles. —Matías sustituyó a Judas.
Y nosotros, por gracia que todos
respetan, estamos a su lado también.
Pero Jesús quiere tener a su Madre, en
cuerpo y alma, en la Gloria. —Y la Corte celestial despliega todo su aparato,
para agasajar a la Señora. —Tú y yo —niños, al fin— tomamos la cola del
espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla.
La Trinidad beatísima recibe y colma de honores
a la Hija, Madre y Esposa de Dios... —Y es tanta la majestad de la Señora, que
hace preguntar a los Angeles: ¿Quién es ésta?
5.- La
Coronación De La Virgen Como Reina Y Señora De Todo Lo Creado.
Eres
toda hermosa, y no hay en ti mancha. —Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa,
huerto cerrado, fuente sellada. —Veni: coronaberis. —Ven: serás coronada.
(Cant., IV, 7, 12 y 8.)
Si tú y yo hubiéramos tenido poder, la
hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado.
Una gran señal apareció en el cielo: una
mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. —Vestido de sol. —La luna a
sus pies. (Apoc., XII, 1.) María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva:
y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal. Hija de
Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la
coronan como Emperatriz que es del Universo.
Y le rinden pleitesía de vasallos los
Angeles..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires
y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y
tú y yo.