María no sólo es poderosísima para
conseguirnos todo de Dios, sino que quiere además quiere impetrarlo todo por
nosotros con su intercesión, porque es nuestra madre que nos ama muchísimo. Es
nuestra madre: madre clemente, madre piadosa, y nosotros somos sus hijos, que mucho
le costamos, porque ella nos dio a luz en las cimas ensangrentadas del Calvario,
entre penosas angustias y sufrimientos crueles. Sí, en el Calvario, Jesús
agonizando nos encomendó a María su madre en la persona del Juan (cf Jn 19,
25-27), y a ella nos dejó como hijos; y ella nos aceptó como hijos suyos y como
tales nos ama, nos mira y nos defiende; y como tales aleja de nosotros lo que
puede dañarnos; calma nuestras penas y destila en nuestros corazones amargados
el dulce bálsamo de las celestiales consolaciones.
Por lo tanto, ¿estamos oprimidos por las
enfermedades? Acudamos a María, que es ‘salud de los enfermos’, y pronto
quedaremos sanos. ¿Estamos en la angustia, en la tribulación? Acudamos a María
que es llamada ‘consoladora de los afligidos’, y ella nos consolará.
¿Estamos en el pecado, o en el peligro de
pecar? Acudamos a María, que es llamada ‘refugio de los pecadores’, y ella nos
sacará del pecado, y nos librará de los peligros. ¿Necesitamos algunas gracias?
Acudamos a María, que es llamada ‘auxilio de los cristianos’ y ella nos
proveerá en nuestras necesidades. ¿Tenemos miedo tal vez de ser rechazados por
ella? No temamos, hermanos, porque en María no hay nada de inflexible, sino que
todo en ella inspira gracia y amor. En ella todo es dulzura, piedad y misericordia.