martes, 19 de octubre de 2021

FORTALEZA (2) MES DEL ROSARIO. DÍA 20

MES DEL ROSARIO

 

Postrados ante una imagen de la Santísima Virgen (si es posible de Nuestra Señora del Rosario) se dirá:

Por la señal...

 

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois, bondad infinita, me pesa de haberos ofendido y propongo con vuestra gracia no pecar más; lo que espero mee concederéis por vuestra pasión y muerte, para perseverar en vuestro servicio hasta alabaros en el cielo. Amén

 

Se lee y medita la reflexión de cada día.

 

Día 20

La Crucifixión

FORTALEZA

Colocado nuestro Divino, Redentor entre Dios y los hombres, ardía su corazón en deseos de misericordia, y elevando sus ojos al

cielo, exclamó: Padre mío, perdónalos que no saben lo que se hacen.

La Santísima Virgen que estaba al pie de la Cruz animada también de la santa fortaleza de su amado Jesús, une su oración para alcanzarnos perdón.

La gracia del Señor, que emanaba de sus llagas, penetró en el corazón del dichoso ladrón, que, arrepentido, confesando la Divinidad del Salvador de los hombres, le rogó se acordara de él, y atendiendo amoroso el Señor tal súplica, le dijo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

¡Qué bondad y poder! ¡De criminal, convertido en santo!

El Divino Redentor, bajó después sus divinos ojos para dar la última mirada a su Madre queridísima y hacerla un supremo encargo, y así le dijo: Mujer, he ahí a tu hijo, señalando con su mirada al Apóstol, San Juan, que con las Marías estaba junto a la Cruz, y diciendo a éste: He aquí a tu madre.

Nos había dado su celestial doctrina y sus ejemplos, acababa de entregarnos para siempre su Cuerpo Santísimo por la Eucaristía, nos daba hasta la última gota de su sangre, y el único tesoro de su corazón que le quedaba, que era su Santa Madre, también nos la da para Madre Nuestra.

¡Qué amarga sustitución para la afligida Madre en vez del Hijo que muere salvando al mundo, toma por hijos a los que le han causado la muerte y, a pesar de esto, nos recibe por hijos con toda la ternura de su maternal corazón!

Elevando otra vez el Señor sus ojos al cielo, quiere hacernos comprender todos, sus tormentos, por ser nuestro Redentor, recibiendo los rigores de la Divina justicia, y exclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis desamparado?

Y después, para expresarnos su amor, más intenso que todos sus dolores, dice: Tengo sed.

¡Oh, amor sobre todos los amores! Ansía la salvación de todas las almas, los hombres se obstinan en perderse y Él quiere salvarles. Y como todo lo necesario para nuestra salvación lo había hecho, exclamó: Todo está consumado, y dando un amoroso suspiro entregó su alma, diciendo: Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu.

En el alma de la Santísima Virgen resonaron todas las palabras de su Divino Hijo, traspasando su corazón. Conforme en todo con su Sana Voluntad, se ofrecía al Eterno Padre por la salvación del mundo y todo lo aceptaba con heroica fortaleza.

Llenos de ardiente amor y agradecimiento a nuestro Redentor y a su dolorosa Madre, pidamos a esta Madre nuestra un vivo horror al pecado y una fortaleza a toda prueba para antes morir que pecar, sacrificándolo todo al amor de un Dios que murió para salvarnos.

 

PRÁCTICA

Meditemos con mucha frecuencia la Pasión del Señor y los dolores de nuestra Madre y este recuerdo nos hará apartarnos del pecado y tener un amor de sacrificio para agradar a nuestro Salvador y a nuestra Madre.

 

PETICIÓN

Jaculatoria. Oh, María Reina de los mártires, ruega por nosotros.

Bendita sea tu pureza...