MES DEL ROSARIO
Postrados ante una imagen de la Santísima Virgen (si es posible de Nuestra Señora del Rosario) se dirá:
Por la señal...
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois, bondad infinita, me pesa de haberos ofendido y propongo con vuestra gracia no pecar más; lo que espero mee concederéis por vuestra pasión y muerte, para perseverar en vuestro servicio hasta alabaros en el cielo. Amén
Se lee y medita la reflexión de cada día.
Día 12
La oración del huerto.
ORACIÓN
Nuestro Divino Salvador fue tan acongojado en su Oración. que, abatida su Santa Humanidad hasta el extremo más doloroso, llegó a sudar sangre por el exceso de su aflicción, y· un ángel bajó a confortarlo. ¡Cuánto se humilló por nosotros permitiendo ser confortado Él, el Dios de la fortaleza! Buscó también el consuelo de sus Apóstoles y siempre atento sólo a nuestro bien, a pesar de sus mortales aflicciones, les avisa y recomienda que no dejen de orar, que vigilen y oren, pues el espíritu está fuerte, pero la carne es flaca y pronta para caer en la tentación. Recibamos las lecciones sublimes de nuestro Maestro; unamos siempre a nuestra oración la vigilancia sobre nosotros mismos, sobre nuestros sentidos, y así será más acepta al Señor, viendo la buena voluntad con que la acompañamos.
Procuremos al orar abstraernos de todo; evitando cualquier distracción, y pensemos que hablando con Dios del que dependen todas las cosas y al que debemos el más profundo respeto, las mayores alabanzas, gratitud infinita y la más absoluta confianza.
¡Con qué fe, humildad, gratitud y esperanza oraría nuestra Santísima Madre! ¡Cómo se uniría en espíritu a la oración del huerto, pidiendo que la Pasión de su Santo Hijo fuera la salvación de todas las almas, no perdiéndose el fruto de ella para ninguna, y fuesen sus méritos los que avaloraran todos los sufrimientos, todas las amarguras, todos los dolores, todos los sacrificios y todas las lágrimas de la humanidad!
Y del fondo de su corazón maternal, tan traspasado dolor, repetiría sin cesar, uniéndose a su Divino Hijo: Hágase, Señor, vuestra voluntad. Así debemos terminar nuestras oraciones, aceptando siempre la voluntad de Dios. Nos conviene tanto esta sumisión, porque no sabemos si lo que pedimos nos conviene.
Pidamos y deseemos que la divina Providencia obre en nosotros lo que sea de su agrado, acostumbrándonos a ver en todo lo que nos suceda esta Paternal Providencia, pues la casualidad no existe: es Dios el que todo lo gobierna, y siendo así, ¡qué bueno es dejarnos en sus brazos por medio de la Santísima Virgen!
PRÁCTICA
Aun fuera de nuestras oraciones, podemos seguir orando, levantando nuestro corazón a Dios, y en todo lo que nos acontezca, diciendo: "Sea como vos queráis, Señor".
PETICIÓN
Jaculatoria.
Oh. Madre del Salvador, ruega por nosotros.
Bendita sea tu pureza...