MES DEL ROSARIO
Postrados ante una imagen de la Santísima Virgen (si es posible de Nuestra Señora del Rosario) se dirá:
Por la señal...
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por ser Vos quien sois, bondad infinita, me pesa de haberos ofendido y propongo con vuestra gracia no pecar más; lo que espero mee concederéis por vuestra pasión y muerte, para perseverar en vuestro servicio hasta alabaros en el cielo. Amén
Se lee y medita la reflexión de cada día.
Día 17
La Cruz a cuestas
AMOR A LA CRUZ
Nuestro amadísimo Jesús, declarado inocente por todos los. tribunales que habían tenido la osadía de juzgarle, por permisión Divina, es sentenciado a la ignominiosa muerte de Cruz.
Penetremos en cuanto nos sea posible en las amorosas disposiciones del Corazón de Jesús, aceptando gustosísimo aquella sentencia, sometiéndose con caridad infinita a aquella muerte y abrazando con ternura la Cruz que se le presenta para que, cargado con ella, suba hasta la cima del Calvario.
¡Qué deseo tan grande de reconciliar a la Majestad de Dios con los hombres, reparando la gloria de su Eterno Padre, y qué amor tan excesivo a los ingratos pecadores!
La Santísima Virgen, que había acompañado a su Divino Hijo en todos sus padecimientos quiere seguirle de cerca, en su agonía y recibir su último suspiro.
En unión de las Santas Mujeres va a encontrar a su Jesús a la calle de la Amargura, le ve agobiado bajo el peso de la Cruz y que, a pesar de ser su Santa Humanidad superior a todas las criaturas, es tan inmenso el peso de los pecados del mundo figurados en aquel madero, que cae en el suelo ¡El que es la fortaleza de los cielos!
Levantado a empe1lones, prosigue su camino encontrándose la Santa Madre y el Divino Hijo, cruzándose sus· miradas llenas de infinita ternura y amargura grandísima. Sufre el Hijo al ver sufrir a la Madre y sufre la Madre por la pena de su Hijo, y esta reciprocidad de sentimientos son un martirio inconcebible.
Llevan al Inocente Cordero entre los sayones, y no pudiendo caminar con la prisa que éstos deseaban para verle pronto enclavado en la Cruz, temiendo que, por la falta de sangre vertida por los azotes, se les muriese en el camino, alquilaron a Simón Cirineo para que le ayudase a llevar la Cruz.
¡Con qué pena la Santísima Virgen descubría las ma1as intenciones de los enemigos de su Hijo, y cómo agradecería al Cirineo su ayuda!
Prestémosla nosotros, aceptando de corazón todas las cruces que el Señor se digne hacer pesar sobre nosotros. No nos quejemos por lo que tenemos que sufrir; son reliquias de la cruz de Nuestro Salvador. Siguiendo sus padecimientos y los dolores de la Virgen, ¿rehusaremos las penas que nos hacen alcanzar méritos si unimos nuestras cruces llevadas con amor a la cruz de Jesús?
PRÁCTICA
Cuanto tengamos que sufrir ofrezcámoslo unido a la cruz del Señor, por medio de la Santísima Virgen soportándolo por su amor.
PETICIÓN
Jaculatoria. Oh, María, Madre dolorida, ruega por nosotros.
Bendita sea tu pureza...