martes, 13 de julio de 2021

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS. DÍA 14

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS

Día 14

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA

Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras

que durante este mes me inspires;

en reparación por tantos desprecios,

ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,

y para que la acción del maligno enemigo

no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor

por parte de tus hijos.

Que la Devoción a la Divina Sangre

acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.

 

DÍA 14

LA SANGRE DE LA MISERICORDIA

El hombre es verdaderamente un privilegiado. Los ángeles tuvieron una sola ocasión para decidir servir a Dios. Aquellos que, tras el “non serviam” de Lucifer, marcharon con él, fueron heridos por la justicia divina y se les abrió de inmediato el abismo del infierno. El hombre, en cambio, pecó y Dios, en el momento de condenarlo, le prometió un redentor. El hombre, por su naturaleza caída, siguió pecando, pero Dios no falló a su promesa y se hizo carne para reparar esta naturaleza herida. Jesús, en su vida pública, perdonó a María Magdalena, comió con pecadores, predicó e instruyó a través de parábolas como las del hijo pródigo o la oveja perdida… La sangre de la misericordia late en el Corazón de Jesús y exclama: “No he venido a llamar a los justos, sino por los pecadores” (Mt 9, 13). Y, en el momento de donar su vida en rescate de los hombres, desde lo alto de la cruz, el Dios de la misericordia lanza un grito de misericordia: Padre, perdónales. Lamentablemente en el mundo la culpa se renueva con cada pecado y por cada falta cometida, siendo la sangre de Jesús la que sigue clamando: ¡Misericordia! “Ahora comprendo -escribe San Bartolomé Capitanio- cómo el mundo puede existir y no está hundido por la enormidad de los pecados que en él se cometen: la sangre de Jesús y sus llagas claman continuamente misericordia”. ¡Qué consuelo para nosotros! Si no fuera por la sangre de Jesús, ¡estaríamos condenados! Pero ¿sabemos aprovechar la misericordia del Señor? No abusemos de ella porque si su misericordia es grande para los pecadores, su justicia es tremenda para los que la pisotean.

 

EJEMPLO

Siempre ha habido almas santas en el mundo que se ofrecieron víctimas para quitar los castigos de Dios a la pobre humanidad. Una de ellas fue Santa María Magdalena de Pazzi, noble florentina. Fue muy devota de la preciosa sangre y llevó una vida de amarga penitencia y oración continua. Muchas veces al día hacía la ofrenda de la sangre divina al Padre eterno, para obtener misericordia por los pecadores. Un día, Jesús se le apareció cubierto de sangre y ella le pidió poder sufrir sus propios dolores. Jesús entonces, le dijo: -Mi sangre no busca venganza como la de Abel, sino misericordia. ¡Ata las manos a la Justicia Divina! Entonces la santa respondió: Cúbreme con tu sangre, ¡oh, Jesús! y Dios no verá mis pecados.

Con frecuencia nos preguntamos a qué dedicarán tantas horas los religiosos y religiosas, encerrados en los conventos todo el día. Ellos se dedican a rezar. Muchas son las horas empleadas a la oración por la salvación de las almas. ¡Ay si no estuvieran allí! Si su oración continua, unida a la de Cristo, no ascendiera a Dios, ¿quién suplicaría misericordia para nosotros?

 

INTENCIÓN: Me examinaré para ver qué uso he hecho de la misericordia de Dios. Si he abusado de ella, pediré perdón.

 

JACULATORIA: ¡Oh, Padre misericordioso! Escucha la voz de la sangre de nuestro salvador Jesús que clama a ti desde la cruz en nuestro favor y pide misericordia para nosotros (San Bernardo).

 

 

ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA

Oración de San Gáspar de Búfalo

Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre

en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,

derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,

horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos

y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.

 

V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.

R/. Sea por siempre bendita y alabada.