jueves, 1 de julio de 2021

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS. DÍA 2

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS

Día 2

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA

Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras

que durante este mes me inspires;

en reparación por tantos desprecios,

ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,

y para que la acción del maligno enemigo

no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor

por parte de tus hijos.

Que la Devoción a la Divina Sangre

acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.

 

DÍA 2

DEVOCIÓN A LA PRECIOSA SANGRE

Cuenta la tradición que la Santísima Virgen, después de dar sepultura a Jesús, recogió la sangre derramada a lo largo de la Vía Dolorosa y en el Calvario para honrarlo, siendo la reliquia más sagrada dejada en la tierra por su divino Hijo. A partir de ese día, las reliquias de la sangre de Cristo fueron objeto de la más tierna devoción. Por tanto, podemos decir que la devoción a la preciosa sangre surgió en el Calvario, permaneciendo después, siempre viva en la Iglesia. No podía ser de otro modo, porque la sangre de Jesús es sangre divina, es el precio de nuestro rescate, la prenda del amor de Dios por las almas. Nos ha abierto las puertas del cielo, fluye perennemente sobre miles de altares y alimenta a millones de almas. Por lo tanto, el Cordero es digno de recibir honra, gloria y bendición, porque fue muerto y nos redimió. Nosotros también hemos de procurar alimentar una profunda devoción a la preciosa sangre, porque es una fuente perenne de gracias. Contemplemos la sangre de Cristo como manantial vivo. Él es modelo perfecto de todas las virtudes; adorémoslo y amémoslo, y unidos a Él en el sufrimiento, imploremos el perdón de nuestros pecados.

EJEMPLO

San Gaspar del Búfalo, un día en el que se encontraba muy desalentado debido a las continuas batallas a las que debía enfrentarse para difundir la devoción a la preciosa sangre, pronosticó que un Pontífice subiría a la cátedra de San Pedro y favorecería e inculcaría su culto. Este Papa, podemos decir sin peligro de equivocarnos, fue San Juan XXIII.

Desde el comienzo de su pontificado exhortaba públicamente a los fieles a cultivar esta devoción; revelando que él mismo recitaba las letanías de la preciosa sangre todos los días del mes de julio, como había aprendido de niño en la casa de su padre. En lugar de encomendarlo a un cardenal, quiso reservarse el protectorado de la Congregación de los Misioneros de la Preciosa Sangre y, el 31de enero de 1960 lo hizo público en la Basílica de San Pedro en presencia de cardenales, obispos, prelados y fieles. En 1960, para la clausura del sínodo romano, exaltó a San Gaspar como “El verdadero y más grande apóstol de la devoción a la preciosa sangre en el mundo”. El 24 de enero del mismo año aprobó las Letanías de la preciosa sangre para la Iglesia universal y el 12 de octubre siguiente, quiso que se añadieran las invocaciones de Dios sea bendito para toda la Iglesia, así como el Bendita sea su preciosa sangre. Pero el acto oficial más solemne fue la carta apostólica Inde a primis del 30 de junio de 1960, con la que, dirigiéndose al mundo católico, aprobó, exaltó e inculcó el culto a la preciosa sangre, que, junto al del Santo Nombre de Jesús y al sagrado Corazón, son fuente abundante de copiosos frutos espirituales y remedio contra los males que oprimen a la humanidad. Por tanto, podemos llamar a San Juan XXIII “el Papa de la preciosa Sangre” predicho por San Gaspar.

 

INTENCIÓN: Alimentaré de por vida la más tierna devoción a la sangre divina de Jesús.

 

JACULATORIA: ¡Oh, Cristo Jesús seas por siempre bendito y adorado! que por tu preciosísima sangre nos otorgaste la salvación.

 

ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA

Oración de San Gáspar de Búfalo

Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre

en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,

derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,

horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos

y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.

 

V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.

R/. Sea por siempre bendita y alabada.