sábado, 10 de julio de 2021

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS. DÍA 11

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS

Día 11

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA

Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras

que durante este mes me inspires;

en reparación por tantos desprecios,

ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,

y para que la acción del maligno enemigo

no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor

por parte de tus hijos.

Que la Devoción a la Divina Sangre

acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.

 

DÍA 11

LA SANGRE DEL DOLOR

La preciosa sangre nos fue dada con los dolores más atroces. El profeta Isaías hace referencia a Jesús como “varón de dolores” (Is 53, 3). Jesús; herido, coronado de espinas, atravesado por los clavos y la lanza, es la máxima expresión de dolor. ¿Quién pudo haber sufrido más que Él? ¡Ni una sola parte de su cuerpo permaneció sana! Algunos herejes afirmaron que la tortura de Jesús fue puramente simbólica, porque siendo Dios, no podía sufrir, ni morir. Pero no entendían que, el Verbo encarnado, al asumir la naturaleza humana la aceptó en todo, menos en el pecado; por lo tanto, la suya es verdadera sangre, el espasmo que sufrió fue verdaderamente amargo y su muerte fue tan real como la muerte de todos los hombres. La prueba de su humanidad la tenemos en el huerto de los olivos, cuando su carne se rebela contra el dolor y exclama: “¡Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya!” (Lc. 22, 42). Al meditar sobre los sufrimientos de Jesús no debemos detenernos en el dolor de la carne; debemos penetrar en su Corazón torturado, porque el dolor de su Corazón fue más atroz que sus dolores físicos: “Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26, 38) ¿Cuál es la principal causa de tanta tristeza? Ciertamente la ingratitud humana, pero de manera particular, la de aquellas almas que están más cerca de Él, que han sido llamadas a vivir una intimidad mayor y que, en vez de amarlo y corresponder a tantas gracias, no dejan de ofenderle con sus múltiples desprecios.

Consolemos a Jesús en sus dolores, pero no sólo con palabras, sino con el corazón, pidiéndole perdón por nuestros pecados y tomando la firme resolución de no volver a ofenderlo jamás.

 

EJEMPLO

Santa Gema Galgani murió en Lucca en el año 1903. Tenía mucha devoción a la preciosa sangre y de continuo repetía: “¡Jesús, sólo Jesús y éste crucificado!” Desde los años más tiernos sintió la amarga copa del sufrimiento, pero siempre la aceptó con heroica sumisión a la voluntad de Dios. Jesús le había dicho: “En tu vida te daré muchas oportunidades de ganar mérito para el cielo, si puedes soportar el sufrimiento”. Toda su vida fue una prueba constante, sin embargo, a estos sufrimientos tan atroces los llamaba “dones del Señor” y se ofrecía a Cristo como víctima de la expiación por los pecadores. A los padecimientos que el Señor la enviaba se sumaron las vejaciones de satanás, por las cuales se dolió aún más que por las que le venían de Jesús. La vida de Santa Gema fue renuncia, oración, martirio, inmolación. A esta alma privilegiada el Señor, a menudo, le daba consuelo sumiéndola en éxtasis en los que se quedaba embelesada contemplando a Jesús crucificado. ¡Qué hermosa es la vida de los santos! Su lectura es muy enriquecedora y un estímulo para nuestra vida de piedad. Tratemos de imitar a los santos en humildad y perseverancia, para alcanzar la gloria de la resurrección.

 

INTENCIÓN: Aceptaré gustoso todo sufrimiento de las manos de Dios, consciente de que son necesarios para obtener el perdón de los pecados y merecer la salvación.

 

JACULATORIA: ¡Oh, sangre divina inflámame de amor por ti y purifica mi alma con tu fuego!

 

 

ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA

Oración de San Gáspar de Búfalo

Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre

en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,

derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,

horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos

y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.

 

V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.

R/. Sea por siempre bendita y alabada.