viernes, 16 de julio de 2021

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS. DÍA 17

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS

Día 17

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA

Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras

que durante este mes me inspires;

en reparación por tantos desprecios,

ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,

y para que la acción del maligno enemigo

no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor

por parte de tus hijos.

Que la Devoción a la Divina Sangre

acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.

DÍA 17

LA SANGRE QUE NUTRE

“No le bastó a Jesús dar a la humanidad una prueba de su inmenso amor derramando su sangre una sola vez, sino que quiso perpetuarlo en el tiempo instituyendo la eucaristía, sacramento incruento de su pasión y entrega continua, como si quisiera morir todos los días por nosotros”. (San Bernardino). De hecho, el amor no se contenta con sacrificarse por el amado, sino que siempre quiere estar cerca de él entregándose por completo al amado. Por eso Jesús, con la misma omnipotencia que había empleado para ocultar su divinidad bajo la sombra de la carne humana, ahora la esconde bajo las especies del pan y del vino y, precisamente en esa noche en que los hombres se preparan para darle muerte, pronuncia las solemnes palabras “Tomad y comed, este es mi Cuerpo” (Mt 26, 26). “Tomad y bebed, esta es mi Sangre” (Mt 26, 28). Para perpetuar este gran don a lo largo de los siglos instituye el sacerdocio y les dice a los apóstoles: “Haced esto en mi memoria” (Lc 22, 19). La Eucaristía es el memorial de la pasión de Cristo, es el verdadero alimento y bebida que nutre nuestras almas. Cuando los fieles se acercan a la sagrada comunión deben ser conscientes que en la sagrada forma se encuentra contenido no sólo el Cuerpo, sino también la Sangre del Señor. En cada partícula de la sagrada forma está Cristo de manera íntegra. Reflexionemos en profundidad sobre la necesidad que tiene nuestra alma de la comunión, pues sólo ella puede otorgarle vida: “Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6, 53). Por eso la Iglesia sitúa esta fuente viva que brota para la vida eterna en el centro de su vida diaria, porque, así como el pecado consume diariamente la vida del alma, así el cuerpo y la sangre de Cristo alimentan y sacian su sed. El alma necesita de esa sangre porque frena el vicio y apaga el fuego de las pasiones; necesita que la refresquen y la vigoricen en la lucha contra el mal; lo necesita cuando está abrumada por la tristeza y la sequedad; lo necesita del mimo modo que el cuerpo necesita el pan de cada día. Por tanto, corramos a la sangre de Jesús para purificar y saciar nuestra sed; corramos a este río de gracias que se desborda de los cálices para inundar el mundo; corramos hacia el tabernáculo, donde Jesús nos espera prisionero de amor. Confiémosle nuestras alegrías, esperanzas y dolores; y ofrezcámosle, con sincero corazón, nuestro amor. Reparemos las ofensas que recibe de tantas almas ingratas cada vez que nos acerquemos a comulgar.

 

EJEMPLO

La persecución de Diocleciano se enfureció y los cristianos fueron encerrados en las cárceles de Roma esperando ser arrojados a las bestias. Sólo esperaban una cosa de los hermanos que aún estaban libres: el pan de los fuertes, el Jesús eucarístico. Sólo Él podía darles el vigor en esa cruel lucha. Ante semejante situación y necesidad, un sacerdote preguntó ¿quién se atreverá a entrar en esas cárceles tan cuidadosamente custodiadas para llevar a Cristo eucaristía? Se le acercó un niño llamado Tarsicio y le dijo: - Santo Padre, ¡yo voy! - Pero eres pequeño, ¿cómo puedes defender la Eucaristía de la profanación, si te descubren? - Precisamente porque soy pequeño nadie sospechará de mí. Si me descubren, daré mi sangre, pero la Eucaristía no será profanada. El sacerdote accedió y Tarsicio se dirigió hacia la cárcel agarrándose al pecho el Pan consagrado, cuando unos pilluelos lo detienen, quieren que juegue con ellos, quieren ver qué trae, pero ante la actitud de Tarsicio lo entienden: - ¡Es cristiano, trae los misterios! ¡Matémoslo! Al momento, una densa lluvia de piedras lo derriba, pero ninguna fuerza consigue arrebatarle a Jesús de sus manos. Un centurión que lo estaba viendo todo coge a Tarsicio y lo lleva preso a las catacumbas.

La Eucaristía está bañada en la sangre inocente. Cuánto coraje por parte de Tarsicio y cuánta admiración suscita en nosotros que tanto miedo tenemos a los juicios humanos y nos avergüenza descubrirnos la cabeza cuando Jesús pasa por las calles; nos da vergüenza arrodillarnos ante la elevación en la santa misa y tratamos de ir a escondidas para cumplir el precepto dominical, como si fuéramos a realizar una mala acción.

 

INTENCIÓN: Prepararé mi corazón con toda mi conciencia para recibir la sagrada comunión e intentaré visitar con frecuencia a Jesús sacramentado.

 

JACULATORIA: ¡Alabado y bendito sea el sagrado Corazón y la preciosa sangre de Jesús en el santísimo sacramento del altar!

 

 

 

ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA

Oración de San Gáspar de Búfalo

Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre

en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,

derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,

horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos

y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.

 

V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.

R/. Sea por siempre bendita y alabada.