jueves, 18 de junio de 2015

VIRGEN, SEÑORA, MADRE DE DIOS. Oración de San Efrén diácono y doctor de la Iglesia



VIRGEN, SEÑORA, MADRE DE DIOS. 
Oración de San Efrén diácono y doctor de la Iglesia 
Virgen, Señora, Madre de Dios, que llevaste en tu seno a Cristo, Salvador y Señor Nuestro: En ti pongo toda esperanza, en ti confío, que eres más sublime que todas las celestiales jerarquías. Defiéndeme con tu purísima gracia; gobierna mi vida, y declárame la santa voluntad de tu Hijo, y los senderos de nuestro Señor. Alcánzame el perdón de mis culpas. Sé mi refugio, mi protección, mi defensa, y llévame de tu mano hasta conducirme a la vida eterna. No me dejes, Señora, en el terrible instante de mi muerte; antes bien, corre en mi ayuda y líbrame de la cruel tiranía del demonio; pues tienes poder bastante para ello, porque todo lo puedes, por ser Madre de Dios.

Dígnate aceptar, Santísima y benignísima Señora, los preciosos dones, solo a ti debidos, que te ofrecemos tus indignos siervos, pues fuiste elegida como la más sublime de todas las generaciones de la tierra. Por ti, en efecto, conocimos al Hijo de Dios; por ti habitó entre nosotros el Señor de las virtudes, y fuimos, por ti, dignos de tu santo cuerpo y sangre. Bienaventurada eres por todos los siglos de los siglos, gratísima a Dios, más resplandeciente que los querubines, y más gloriosa que los serafines.
Y pues todos te alaban y bendicen, Santísima Madre de Dios, no ceses de interceder por nosotros, tus indignos siervos, para que escapemos de todas las acechanzas del demonio y de todos los males, y nos conservemos incólumes de cualquier asalto del que arroja contra nosotros sus dardos emponzoñados: guárdanos, principalmente, libres hasta el fin de la eterna condenación, para que, siendo salvos por tu auxilio y patrocinio, demos siempre gloria y alabanza y acción de gracias y adoración a Dios, uno y trino, Creador de todas las cosas.
Nobilísima y benigna Señora, Madre del Dios bueno, acoge las súplicas de tu siervo indigno, y con tus ojos de misericordia, tus entrañas de compasión, ejercítala conmigo, y aparta tus ojos de mis muchos pecados; renuévame todo por entero, y haz que sea templo del santo, vivificante y principal Espíritu, Virtud del Altísimo, que habitó en ti, y fecundó tu seno inmaculado.
Tú eres la auxiliadora de los afligidos, patrona de los atribulados y moribundos, salvación de los náufragos, puerto de refugio en las tempestades, valimiento y protección de todos los que gimen en la necesidad. Concede a este siervo el don de compunción, la rectitud de pensamiento, la serenidad de juicio, sobriedad de inteligencia, templanza de ánimo, humildad de espíritu, afición a la santidad, contento en la parquedad; sean sus costumbres respetuosas y santas; que transparenten la modestia y el candor interior del alma, y la paz que dio nuestro Señor a sus propios discípulos.
Llegue mi oración a tu santo templo y al tabernáculo de tu gloria. Broten de mis ojos fuentes de lágrimas, y límpiame con mi llanto, purificando mi espíritu. Borra la lista de mis culpas, disipa las nubes de mi tristeza, la niebla de mis pensamientos, la perturbación y la tormenta de mis apetitos.
Aparta de mí su torbellino y consérvame sereno y alegre; ensancha mi corazón con amplitud espiritual, regocíjame y lléname de gozo; concédeme la alegría inefable, el gozo continuo, para que recorra con exactitud los caminos de los mandamientos divinos y obre con conciencia irreprensible, sin ofender a nadie. Concede el don de la oración al que a ti te lo suplica, para que con pureza de intención medite asiduamente, noche y día, devota y atentamente, las palabras de las divinas Escrituras, y con alegría de espíritu ore por la gloria y honor y magnificencia de tu Hijo Unigénito y Señor nuestro Jesucristo, a quien se debe toda la gloria y honor y adoración, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén