HOMILÍA
EN LA SOLEMNIDAD DE SAN ANTONIO DE PADUA
AÑO
2015
“Realizando
la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia Él, que es la
cabeza”
En
este fragmento de la carta a los Efesios que se acaba de proclamar encontramos
la referencia clara de lo que fue la vida de nuestro querido San Antonio de
Padua.
Este
santo franciscano cuya devoción universal hizo que el Papa León XIII le llamase
el “Santo de todo el mundo” hizo de su vida una entrega constante y generosa al
servicio de Dios y del Evangelio. De forma progresiva San Antonio fue
descubriendo las exigencias de la Voluntad Divina que le pedía una entrega más
intensa, de modo que abandonando la vida de los Canónigos Regulares de la Santa
Cruz de Coimbra se aventuró a formar parte del ideal franciscano entrando en la
Orden de los Frailes Menores. Pronto destacó como un gran predicador siendo
designado por el mismo San Francisco para enseñar teología en la Orden.
Es
impresionante descubrir en este joven fraile, cuya vida no superó los 35 o 36
años, una gran intensidad de trabajo apostólico, especialmente destacando como
un gran predicador, valiente defensor de la fe contra el error y la herejía,
pero también sabio maestro de los sencillos hijos del Pueblo de Dios que
acudían a él para alimentar sus espíritu con sus palabras siempre llenas de
referencias al Evangelio y a la Sagrada Escritura.
Como
decía al principio, citando la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, San
Antonio fue un maestro de la fe,
enseñando la “Verdad en la Caridad”, pues solo movido por el amor a Dios y
a los hombres supo defender la fe verdadera, al convertirse en un predicador
itinerante en el sur de Francia y en distintas ciudades de Italia. Y es que
solo desde la Caridad, queridos hermanos, se puede realizar con eficacia la
defensa de la verdad. En nuestros días, cuando contemplamos la propagación de
tantos errores en la fe, en la moral, en las costumbres de nuestro pueblo,
cuando vemos el dominio del relativismo y la indiferencia en el corazón de los
más jóvenes, debemos de actuar impulsados por el amor, proponiendo y no
imponiendo, pero sobre todo dando testimonio de aquello que creemos, con
nuestra propia vida, nuestra forma de actuar y de comportarnos, que sea
ejemplar ante los hombres.
También
nos dice San Pablo, que de este modo “hagamos crecer todas la cosas hacia Él,
que es la cabeza”. Toda la vida de San Antonio nos señala a Jesucristo, nos
conduce al encuentro con el Señor, nos invita a introducirnos en el misterio
del Hijo de Dios hecho hombre. Sus sermones, siempre tan ricos y edificantes,
nos animan en el seguimiento de Nuestro Señor, alentándonos a seguirle con
confianza y valentía, en medio de las dificultades y problemas, que a menudo se
hacen presentes en nuestro camino, enfriando nuestra fe, distanciándonos del
Señor, desanimándonos a avanzar.
En
esta tarde, después de la Santa Misa, tendremos un acto de adoración a Jesús
Sacramentado, culminando con la Bendición del Santísimo. Quisiera hacer,
finalmente, una referencia al amor a Jesús Sacramentado que tenía nuestro
Santo.
"San
Antonio de Padua vivió una íntima y apasionada relación personal con la
Eucaristía; este Divino sacramento marcó sus días, llenándole de esperanza
confiada".
Encarando
al movimiento herético de los cátaros que rechazaban los sacramentos, san
Antonio fue un testigo de la presencia real de Cristo en la Eucaristía:
"Sí, creo firmemente y profeso que este cuerpo, que nació de la Virgen,
colgó en la cruz, reposó en la tumba, resucitó al tercer día y ascendió al
cielo a la derecha del padre, este mismo cuerpo fue verdaderamente dado a los
apóstoles y esta verdadera realidad es hecha presente cada día por la Iglesia y
dada a los fieles...".
Lo que san Antonio enseñó respecto a la Eucaristía es la doctrina de la Iglesia. Ante todo, es un don del Señor, del que el sacerdote no es el dueño sino el servidor. La Eucaristía es el más espléndido Sacramento de la Presencia de Cristo; es inevitable que la Eucaristía tenga una acción transformante en el corazón de cada uno que lo vive. La Eucaristía es un don de amor que sólo será plenamente comprendido en la eternidad.
Lo que san Antonio enseñó respecto a la Eucaristía es la doctrina de la Iglesia. Ante todo, es un don del Señor, del que el sacerdote no es el dueño sino el servidor. La Eucaristía es el más espléndido Sacramento de la Presencia de Cristo; es inevitable que la Eucaristía tenga una acción transformante en el corazón de cada uno que lo vive. La Eucaristía es un don de amor que sólo será plenamente comprendido en la eternidad.
Cuando
al final de la Santa Misa, Jesucristo Sacramentado pase a vuestro lado, no
seáis indiferentes, no os dejéis llevar por la rutina o la pasividad, habladle de
corazón a corazón, haced un gesto de recogimiento, de profunda adoración y
piedad, sin duda esa será la mejor forma de honrar a nuestro querido San
Antonio.