jueves, 29 de diciembre de 2022

30 de diciembre. DE JESÚS QUE DUERME. NOVENA DE NAVIDAD CON SAN ALFONSO ...

30 de diciembre

DE JESÚS QUE DUERME

NOVENA DE NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

30 de diciembre

DE JESÚS QUE DUERME

 

Muy escasos y penosos eran los sueños del Niño Jesús. Un pesebre era su cuna, de paja el lecho, de paja también la almohada. Con lo que, frecuentemente, era interrumpido el sueño de Jesús por la dureza de aquella tormentosa camilla y por el rigor del frío que hacía en aquella gruta.

No obstante, de cuando en cuando, vencida la naturaleza de la necesidad, se dormía el precioso Niño entre aquellas penalidades. Pero, los sueños de Jesús se diferenciaban mucho de los de los otros niños, a quienes son útiles en cuanto a la conservación de la vida, más no en cuanto a las operaciones del alma, más no en cuanto a las operaciones del alma, porque ésta, privada de los sentidos, no obra entonces.

No fueron así los sueños de Jesucristo: Yo duermo y mi corazón vela (Cant 6, 2).

Descansaba el cuerpo, pero velaba el alma, estando a Jesús unida la persona del Verbo, que no podía dormir ni ser soportada por los sentidos.

Dormía el santo Niño y, mientras tanto, pensaba en todas las penas que debía padecer por amor nuestro en toda su vida y en su muerte.

Pensaba en los trabajos que debía padecer, así en Egipto como en Nazareth, con una vida tan pobre y despreciada. Pensaba, después, particularmente en los azotes, en las espinas, en las ignominias, en las espinas, en las agonías y en aquella desolada muerte que había de padecer, por fin, sobre la cruz.

Todo lo cual Jesús, durmiendo, lo ofrecía al Eterno Padre, para alcanzarnos el perdón y la salvación. Así que, nuestro Salvador, en tal estado, merecía para nosotros y aplacaba al Eterno Padre, de quien nos alcanzaba las gracias. Roguemos, pues, ahora, que por el mérito de sus bienaventurados sueños nos libre del mortífero de los pecadores, quienes duermen miserablemente en la muerte del pecado, olvidados de su Dios y de su Amor.

Pidámosle que, en cambio, nos dé el feliz sueño de la Esposa de los Cantares, acerca de la que nos advierte Él mismo: No levantéis ni hagáis despertar a la amada, hasta que ella quiera.

Tal es aquel sueño que Dios concede a las almas que ama; el cual no es otro, como dice San Basilio, sino un olvido total de todas las cosas, que se consigue cuando el alma se aparta de todo lo terreno, por atender sólo a Dios y lo que se dirige a su gloria.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

Mi querido y santo Niño, Vos dormís, y ¡Oh! ¡Cuánto me enamoran esos, vuestros sueños! Para los demás son figura de muerte, más en Vos son señal de vida eterna, pues que, mientras descansáis, estáis mereciendo para mí la salvación eterna.

Vos dormís, pero vuestro corazón no duerme, sí que piensa en padecer y morir por mí. Durmiendo Vos, pedís por mí y me estáis alcanzando de Dios el reposo eterno en el paraíso. Más, antes que me llevéis, como espero, a descansar con Vos en el cielo, quiero que descanséis por siempre en mi alma.

En otro tiempo, Dios mío, yo os he desechado de mí, pero Vos, con tanto llamar a la puerta de mi corazón, ahora con temores, luego con luces, después con voces de amor, confío que habréis entrado; porque siento una grande aversión de las ofensas que os he hecho, un arrepentimiento, que me causa un gran dolor, dolor de paz que me consuela y me hace esperar habré sido perdonado por vuestra bondad.

Os doy gracias, Jesús mío, y os ruego que no os separéis jamás de mi alma. Ya sé que no os apartaréis si yo no os despido; más esta gracia os suplico y os pido me ayudéis siempre a buscarla. No permitáis que vuelva a desecharos de mí. Haced que me olvide de todo, para pensar en Vos, que habéis pensado constantemente en mí y en mi bien.

Haced que yo os ame siempre en esta vida, hasta que mi alma, unida con Vos, espirando en vuestros brazos, descanse eternamente en vuestro seno, sin temor de perderos más.

¡Oh, María! asistidme en vida; y asistidme en muerte, para que Jesús repose siempre en mí y logre yo siempre descansar en Jesús.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

LEVANTATE. ¿QUÉ HACE Y QUÉ DICE EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO? SAN MANUEL GONZÁLEZ. Hora Santa

 

LEVÁNTATE

(Mt 9,6)

 

He registrado el Evangelio y he visto que no es sólo un libro de contemplación, sino también un programa de acción y ¡qué completo, qué arriesgado y a la par qué indulgente con nuestra flaqueza!

Corazón de mi Jesús Sacramentado, aquí tienes de rodillas ante tu Sagrario un aprendiz: ¡enséñale a hacer según tu programa!

 

¡Levántate!

Es la primera lección.

¡Con qué relieve aparece ante mis ojos ésa que después de todo es una verdad de sentido común!: que para andar aunque sea un solo paso es menester levantarse. ¡Cómo despierta en mi alma ese levántate del Maestro tempestades de recuerdos y de remordimientos...!

El «levántate» que hacía andar a los paralíticos, despertaba a los dormidos y echaba fuera de sus tumbas a los muertos, ¿qué ha conseguido de mí? Porque es cierto que a mi oído ha llegado más de una vez en los buenos ratos que siguen a una fervorosa Comunión o acompañan a una visita al Sagrario, el «levántate» de aquellos milagros y también es cierto que después he seguido cojeando con una vida de frecuentes caídas y recaídas, o me he vuelto a dormir en el sueño de la tibieza o ¡qué pena! me he vuelto a morir y me han llevado otra vez a la tumba...

 

¡Qué diferencia, tan deshonrosa para nosotros, entre los curados del Evangelio y los curados del Sagrario! Allí, al «levántate» de tu misericordia y de tu poder dicho una sola vez, respondían los hombres con el salto de su curación radical y de su vida nueva; aquí, al «levántate» de tu amor paciente repetido tantas veces cuantas horas tiene el día y cuantos hijos tienes en cada Sagrario, respondemos unas veces con el bostezo del perezoso, otras con el encogimiento de hombros del indiferente, cuando no con nuevas ofensas e ingratitudes.

 

Sin levantarse no se anda

 

Y, sin embargo, sin levantarnos, nada podemos hacer ni en la obra de Dios, que es su gloria, ni en la obra del prójimo y nuestra, que es la santificación.

A la luz de esta consideración tan rudimentaria, he visto la causa de la infecundidad de no pocas acciones y empresas dirigidas al parecer por espíritu cristiano y para fines cristianos.

El secreto de esa infecundidad está en que los que así obran son gentes que se empeñan en realizar ese contrasentido.

Andar y hacer andar sin levantarse ellos del pecado o de la tibieza...

Marías, Discípulos fieles, vosotros que andáis empeñados en la gran obra de la compañía del Sagrario abandonado y que para matar estos abandonos andáis leguas y leguas, ¿habéis empezado por levantaros?

¿Tratáis cada día de oponer al «descansa ya, déjalo todo» que os susurra al oído la sensualidad o el amor propio, el «levántate» que el Maestro bueno del Sagrario os dice tantas veces cuántas horas tiene el día y cuántos hijos tiene en cada Sagrario...?

 

 

LEVANTATE. ¿QUÉ HACE Y QUÉ ... by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

JESUS QUIERE HACER SU TRONO EN NUESTRO CORAZÓN. Homilia

29 de diciembre. SANTO TOMÁS BECKET, OBISPO Y MÁRTIR

 

TEXTO

 

29 de diciembre. Santo Tomás de Canterbury, obispo y mártir.

SANTO TOMÁS BECKET, DEFENSOR DE LA LIBERTAD DE LA IGLESIA. Homilía

miércoles, 28 de diciembre de 2022

29 de diciembre. DE JESÚS SOBRE LA PAJA. NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

29 de diciembre

DE JESÚS SOBRE LA PAJA

NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

29 de diciembre

DE JESÚS SOBRE LA PAJA

 

Nace Jesús en el establo de Belén. Allí la pobre Madre no tiene ni lana, ni plumas para preparar lecho al tierno Niño. En tal situación ¿qué hace María? Reúne un montoncito de paja dentro de un pesebre y, sobre ella, recostó al Hijo: Et reclinavit eum in proesepio.

Pero ¡oh, Dios! Que esta es cama muy dura y penosa para un infantillo recién nacido. Sus miembros son muy tiernos y, especialmente, los de Jesús, formado con delicadeza especial por el Espíritu Santo, a fin de que fuese más sensible a las penas. Motivo por el que se hizo muy dolorosa la de un lecho tan duro.

Pena y oprobio; porque ¿hubo jamás hijo alguno, aún del hombre más plebeyo y olvidado, que fuese expuesto, al nacer, sobre la paja? Ella es el lecho propio de los animales, ¡y el Hijo de Dios no tiene otra sobre la tierra!

San Francisco de Asís, estando sentado un día a la mesa, oyó leer las sobredichas palabras del Evangelio: Y le reclinó en un pesebre, y, al momento, dice: ¿Cómo? Mi Señor está sobre la paja, ¿y he de estar yo sentado? Levantóse en seguida de su asiento, se echó en el suelo y allí concluyó su pobre comida, mezclándola con lágrimas de ternura que derramaba al considerar lo que padeciera el niño Jesús, estando recostado sobre cama tan dura.

Pero ¿por qué María, que tanto había deseado ver nacido a este Hijo? ¿por qué la Señora, que tanto le amaba, no le retenía entre sus brazos, en vez de ponerle a padecer sobre el pesebre? Misterio es esto, dice santo Tomás de Villanueva: Ni le hubiera colocado en tal lugar, si en ello no se obrase algún misterio.

Muchos lo explican de diversos modos; pero más que todas, agrada la explicación de San Pedro Damiano, que dice: Quiso Jesús, apenas había nacido, ser puesto sobre la paja, para enseñarnos la mortificación de los sentidos.

El mundo estaba perdido por los placeres sensuales. Por los mismos se había perdido Adán y tantos descendientes suyos hasta aquel momento. Vino el Verbo eterno del cielo a enseñarnos el amor de padecer y comenzó, de Niño, a darnos lecciones, eligiendo para sí, los más ásperos padecimientos que pudo sufrir un recién nacido.

De aquí, pues, fue que Él mismo inspiró a la Madre dejase de tenerlo sobre su regazo y lo recostase en aquel duro lecho, a sentir en mayor grado el frío de aquella gruta y las punzadas de aquellas toscas pajas.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

¡Oh, enamorado de almas! ¡Oh, amable Redentor mío! Con qué ¿no os basta la pasión dolorosa que os espera, la muerte amarga que os está preparada sobre la cruz, sino que, desde el principio de vuestra vida, desde niño, ya queréis comenzar a padecer?

Sí, porque desde niño queréis Vos comenzar a ser mi Redentor y satisfacer a la divina justicia por mis pecados. Elegís por cama la paja, para librarme del fuego del infierno, en el que mil veces he merecido ser arrojado.

Lloráis y dais vagidos producidos por el dolor que os causa tan penoso lecho, para alcanzarme con vuestras lágrimas el perdón de vuestro Padre.

¡Ah! ¡Que éstas, vuestras lágrimas, me afligen y consuelan! Me afligen por la compasión, viéndoos, niño inocente, padecer tanto por delitos que no son vuestros; pero, me consuelan, mientras reconozco, en vuestros dolores, mi salvación y el amor inmenso que me tenéis.

Más, no quiero, Jesús mío, dejaros solo a llorar y penar. Quiero también llorar yo, que únicamente debo hacerlo por los disgustos que os he dado. Yo, que he merecido el infierno, no rehúso cualquier pena por recobrar vuestra gracia.

¡Oh, mi Salvador!, perdonadme, restituidme a vuestra amistad, haced que os ame y después castigadme como queráis. Libradme de las penas eternas y luego tratadme como os agrade. No os pido en esta vida placeres, porque no los merece quien ha tenido el atrevimiento de disgustaros a Vos, bondad infinita. Estoy contento de sufrir todas las cruces que Vos me enviaréis; pero, Jesús mío, quiero amaros.

¡Oh, María! Vos, que acompañasteis tan cumplidamente con vuestras penas las de Jesús, alcanzadme la virtud de sufrir las mías con paciencia. ¡Pobre de mí, si después de tantos pecados, no padezco alguna cosa en esta vida! Y dichoso, si tengo la suerte de acompañar, padeciendo, a Vos, Madre mía dolorosa y a mi Jesús, siempre afligido y crucificado por mi amor.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.