martes, 12 de agosto de 2025

13 DE AGOSTO. SAN JUAN BERCHMANS, JESUITA (1599-1621)

 


13 DE AGOSTO

SAN JUAN BERCHMANS

JESUITA (1599-1621)

LUIS Gonzaga, Estanislao de Kostka, Juan Berchmans: he aquí tres ángeles de la Compañía de Jesús, a quienes la juventud católica ha elegido por modelos y celestiales patronos; tres Santos que, en el albor de una juventud serena e incontaminada, consuman su perfección y llegan a su plenitud espiritual; tres vidas admirables y angélicas, pero, a la vez, sencillas y asequibles, porque se santifican por la vía ordinaria del cumplimiento del deber, siquiera Dios las regale con algún carisma especial, a fuer de recompensa...

Y acaso la de Juan Berchmans sea la más elemental de las tres. No hay en ella dramatismos, ni ruidos, ni violencias de espectáculo. Se desliza suavemente por carriles de santa rutina, con esa dulce y divina monotonía con que discurren las cuentas del rosario por entre los dedos de una virgen.

El Lirio de Bélgica —primogénito de los modestos artesanos Juan Carlos Berchmans e Isabel Van den Hove— florece en Diest —ciudad de Brabante—, el día 13 de marzo de 1599. Si el hogar Berchmans-Van den Hove no puede blasonar de riquezas y timbres nobiliarios, posee, en cambio, una gloria más firme: la de los hijos, la del trabajo honrado, la de una profunda religiosidad. Este patrimonio de virtud, de abnegación y actividad será la herencia de Juan.

El Cielo, con próvida mano, derrama sobre él preciosos dones de naturaleza y gracia, que, unidos a los desvelos educacionales de sus padres y a su fidelísima correspondencia, lo convierten pronto en ángel de piedad y candor. ¿Habrá alguien en Diest que no le haya sorprendido arrodillado ante el altar de Nuestra Señora, pasando las cuentas de su rosario en actitud seráfica? ¡Qué monaguillo más amable, más jovial y más santo! Todos, chicos y grandes, se disputan su compañía, y las madres lo proponen por modelo a sus hijos, diciéndoles: «Imitad a ese niño, porque es un ángel». ¡Si supieran su holocausto oscuro y silencioso, levantándose antes que el alba o permaneciendo horas y horas cabe el lecho de su madre enferma, como un espíritu consolador!...

Años de estudio en el Colegio de Nuestra Señora de Diest y en el Seminario Menor de Malinas, donde la seriedad, el talento y el buen concepto que logra merecer, le atraen la veneración de maestros y condiscípulos; años de tenacidad y de energía puestas al servicio de una idea noble y santa; años de trabajo doméstico en que la rosa fragante de una caridad encendida y práctica le florece en el corazón y en las manos; años de lucha por seguir una vocación que ha encendido en su alma la hoguera del místico amor... «Alumno de los Padres Jesuitas —dice Berchmans— , leí las Cartas de San Jerónimo y la Vida de Luis Gonzaga: el primero de estos libros me determinó a dejar el mundo; el segundo me inclinó hacia la Compañía de Jesús». ¡Pocos aspirantes a la vida religiosa habrán mostrado una voluntad más firme y una fidelidad más heroica en la consecución de su ideal!

El 24 de septiembre de 1616, el Señor, con miras extraterrenas, le abre definitivamente las puertas del Noviciado de Malinas. Fue como abrirle las de la inmortalidad. Rotos los lazos del mundo, toda la ilusión de Juan se cifra desde este día en atarse a Cristo con la cadena de la santa Regla. En su librito de apuntes espirituales se lee este propósito: «Antes morir que quebrantar la mínima prescripción». Nadie le podrá coger en falta. Este es el nervio de su ascética. El de su mística —matizado por una devoción singular a la Inmaculada— está en su profunda vida interior, en esa actuación interna que da mérito y eficiencia sobrenatural a las acciones más ordinarias. Juan Berchmans novicio es la copia fiel de Luis Gonzaga novicio. «No leo la Vida de Luis —dirá un ilustre compañero suyo— porque en Juan le tengo a él vivo constantemente ante mis ojos». No obstante, una nota peculiar —la santa alegría— da carácter a su espiritualidad. Sus connovicios le llaman San Hilario y San Leto, es decir: el Santo alegre. Y su Maestro —el Padre Banters— cuando en lo sucesivo quiera ponderar la virtud de algún joven, dirá de él como suprema alabanza: «Es un Berchmans».

Juan profesa en 1619, y en seguida es enviado a la Ciudad Eterna para estudiar la Filosofía en el Colegio Romano. Se le asigna la misma celda que ocupara el ya Beato Luis Gonzaga. En verdad, sólo Berchmans es digno de ocupar este pórtico de la gloria. La vida de estudiante no interrumpe su proceso ascensional. Es más: convencido de que la ciencia es un precioso auxiliar de la virtud y del apostolado, estudia con ahínco y llega a ser «el mejor talento del Colegio». Pero tiene el exquisito heroísmo de mantenerse siempre humilde, de ser siempre «el santo Novicio de Malinas», aunque ahora le favorezca el Cielo con dones extraordinarios, como los éxtasis de que hablan los procesos. Hemos dicho exquisito heroísmo. De su oscura lucha da fe esta frase: «Mea máxima pænitentia vita communis: mi mayor penitencia es la vida de comunidad»; con lo que prueba que, aunque velándolo todo con su dulce sonrisa, siente en su carne, viva y lacerante, el cuchillo de esta verdad: «La vida religiosa es un prolongado martirio».

Por eso Juan Berchmans madura para la gloria en plena primavera, y la flor de su vida —cortada por los ángeles a los veintidós años— queda inmarchita sobre los altares para halago y estímulo de la juventud...