30 de diciembre
DE JESÚS QUE DUERME
NOVENA DE NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
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30 de diciembre
DE JESÚS QUE DUERME
Muy escasos y penosos eran los sueños del Niño Jesús. Un pesebre era su cuna, de paja el lecho, de paja también la almohada. Con lo que, frecuentemente, era interrumpido el sueño de Jesús por la dureza de aquella tormentosa camilla y por el rigor del frío que hacía en aquella gruta.
No obstante, de cuando en cuando, vencida la naturaleza de la necesidad, se dormía el precioso Niño entre aquellas penalidades. Pero, los sueños de Jesús se diferenciaban mucho de los de los otros niños, a quienes son útiles en cuanto a la conservación de la vida, más no en cuanto a las operaciones del alma, más no en cuanto a las operaciones del alma, porque ésta, privada de los sentidos, no obra entonces.
No fueron así los sueños de Jesucristo: Yo duermo y mi corazón vela (Cant 6, 2).
Descansaba el cuerpo, pero velaba el alma, estando a Jesús unida la persona del Verbo, que no podía dormir ni ser soportada por los sentidos.
Dormía el santo Niño y, mientras tanto, pensaba en todas las penas que debía padecer por amor nuestro en toda su vida y en su muerte.
Pensaba en los trabajos que debía padecer, así en Egipto como en Nazareth, con una vida tan pobre y despreciada. Pensaba, después, particularmente en los azotes, en las espinas, en las ignominias, en las espinas, en las agonías y en aquella desolada muerte que había de padecer, por fin, sobre la cruz.
Todo lo cual Jesús, durmiendo, lo ofrecía al Eterno Padre, para alcanzarnos el perdón y la salvación. Así que, nuestro Salvador, en tal estado, merecía para nosotros y aplacaba al Eterno Padre, de quien nos alcanzaba las gracias. Roguemos, pues, ahora, que por el mérito de sus bienaventurados sueños nos libre del mortífero de los pecadores, quienes duermen miserablemente en la muerte del pecado, olvidados de su Dios y de su Amor.
Pidámosle que, en cambio, nos dé el feliz sueño de la Esposa de los Cantares, acerca de la que nos advierte Él mismo: No levantéis ni hagáis despertar a la amada, hasta que ella quiera.
Tal es aquel sueño que Dios concede a las almas que ama; el cual no es otro, como dice San Basilio, sino un olvido total de todas las cosas, que se consigue cuando el alma se aparta de todo lo terreno, por atender sólo a Dios y lo que se dirige a su gloria.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Mi querido y santo Niño, Vos dormís, y ¡Oh! ¡Cuánto me enamoran esos, vuestros sueños! Para los demás son figura de muerte, más en Vos son señal de vida eterna, pues que, mientras descansáis, estáis mereciendo para mí la salvación eterna.
Vos dormís, pero vuestro corazón no duerme, sí que piensa en padecer y morir por mí. Durmiendo Vos, pedís por mí y me estáis alcanzando de Dios el reposo eterno en el paraíso. Más, antes que me llevéis, como espero, a descansar con Vos en el cielo, quiero que descanséis por siempre en mi alma.
En otro tiempo, Dios mío, yo os he desechado de mí, pero Vos, con tanto llamar a la puerta de mi corazón, ahora con temores, luego con luces, después con voces de amor, confío que habréis entrado; porque siento una grande aversión de las ofensas que os he hecho, un arrepentimiento, que me causa un gran dolor, dolor de paz que me consuela y me hace esperar habré sido perdonado por vuestra bondad.
Os doy gracias, Jesús mío, y os ruego que no os separéis jamás de mi alma. Ya sé que no os apartaréis si yo no os despido; más esta gracia os suplico y os pido me ayudéis siempre a buscarla. No permitáis que vuelva a desecharos de mí. Haced que me olvide de todo, para pensar en Vos, que habéis pensado constantemente en mí y en mi bien.
Haced que yo os ame siempre en esta vida, hasta que mi alma, unida con Vos, espirando en vuestros brazos, descanse eternamente en vuestro seno, sin temor de perderos más.
¡Oh, María! asistidme en vida; y asistidme en muerte, para que Jesús repose siempre en mí y logre yo siempre descansar en Jesús.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.