15 de diciembre
SACARÉIS AGUAS CON GOZO. San Alfonso María
ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos:
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
***
15 de diciembre
SACARÉIS AGUAS CON GOZO DE LAS FUENTES DEL SALVADOR.
Considera las cuatro fuentes de gracias que nosotros tenemos en Jesucristo contempladas por san Bernardo. La primera fuente es de misericordia, en la que nosotros podemos lavarnos de todas las suciedades del pecado. Esta fuente se formó para nosotros con lágrimas y con la sangre del Redentor; el que, como dice san Juan, nos amó y nos lavó de nuestros pecados en su sangre. (Ap 1, 5).
La segunda fuente es de paz y consuelo en nuestras tribulaciones, pues el mismo Jesucristo nos dice; Invócame en el día de la tribulación y yo te consolaré. Qui sitit veniat ad me (Jn 7, 37).
Quien pruebe las aguas de mi amor desdeñará para siempre las delicias del mundo y se satisfará enteramente después, cuando entrare en el reino de los bienaventurados; pues que el agua de mi gracia le elevará de la tierra al cielo (Jn 4, 13).
Así, también, la paz que Dios de a las almas que le aman no es la que ofrece el mundo en los placeres sensuales, que dejan en el alma más amargura que paz.
La que Dios da, sobrepuja a todos los deleites de los sentidos: Pax quoe exuperat omnem sensum. ¡Dichosos, pues, los que desean esta fuente divina! La tercera fuente es de devoción.
¡Oh, y cómo se hace devoto y pronto a ejecutar las voces de Dios y crecer siempre en la virtud quien, a menudo, medita cuánto ha hecho Jesucristo por nuestro amor!
Él será como el árbol plantado en la corriente de las aguas: Erit tamquam lignum quod plantatum est secus decursus aquarum.
La cuarta fuente es de amor. Quien medita los padecimientos y las ignominias de Jesucristo sufridas por nuestro amor no es posible que deje de sentirse inflamado de aquel fuego santo que ha venido a encender en la tierra; según aquellas palabras de David: En mi meditación se inflamará el fuego (Sal 1, 3).
Con lo que va dicho, se verifica cumplidamente que el que se aprovecha de estas dichosas fuentes que nosotros tenemos en Jesucristo, sacará siempre de ellas aguas de gozo y de salvación: Haurietis aquas in Gaudio de fontibus Salvatoris.
AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Oh, mi dulce y amado Salvador! ¡cuánto os debo! ¡Cuánto me habéis obligado a amaros, habiendo hecho por mí lo que no habrá hecho un hijo por su padre, ni un siervo por su señor! Sí, Vos me habéis amado más que otro alguno; razón es que yo os ame sobre todos los otros. Quisiera morir de dolor al pensar que Vos habéis aceptado por amor mío la muerte más dolorosa e ignominiosa que puede padecer un hombre y ¡tantas veces yo he despreciado vuestra amistad! ¡Cuántas veces me habéis perdonado y he vuelto a ofenderos! Pero vuestros méritos son mi esperanza.
Ahora aprecio más vuestra gracia que todos los reinos de la tierra. Yo os amo y, por amor vuestro, acepto toda pena, toda muerte.
Y si no soy digno de morir por mano de verdugo para daros gloria, al menos acepto voluntariamente aquella muerte que me tenéis destinada; y la acepto en el modo y en el tiempo que Vos dispongáis.
Madre mía, María, alcanzadme el vivir siempre y morir amando a Jesús.
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:
Oración a la Santísima Virgen
Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.
¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
Oración a San José
Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
***
Ave María Purísima, sin pecado concebida.