lunes, 23 de diciembre de 2024

24. LA LLENA DE GRACIA. MES DE LA VIRGEN INMACULADA

 

24.

LA LLENA DE GRACIA

 

EL MES DE LA  INMACULADA CONCEPCIÓN

 DE MARÍA SANTÍSIMA

EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS

Padre Luis Ángel Torcelli

 

ORACIONES INICIALES

 

Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua

para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,

y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.

 

Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada

y defendedme de los enemigos de mi alma.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

Oh Madre dulce y tierna

Oye la triste voz,

La triste voz del mundo,

Que te demanda amor.

 

Salve, salve, Inmaculada,

Clara estrella matutina,

Que los cielos ilumina

Y este valle de dolor;

Tú, con fuerza misteriosa

Por salvar la humana gente,

Quebrantaste la serpiente

Que el infierno suscitó.

 

Salve, salve, Madre mía,

Tú bendita por Dios eres

Entre todas las mujeres

Y sin culpa original.

Salve, oh Virgen! esperanza

Y remedio apetecido

Del enfermo y desvalido,

Y del huérfano sin pan.

 

Tú del nuevo eterno pacto

Eres arca y eres sello;

Luz espléndida, iris bello

De la humana redención.

Tú llevaste en tus entrañas

El que dio á la pobre tierra

Paz y amor, en vez de guerra,

Ya sus crímenes perdón.

 

Eres bella entre las bellas,

Eres santa entre las santas,

Alabándote a tus plantas

Coros de ángeles están.

Resplandece tu pureza

Más que el campo de la nieve,

Y de ti la gracia llueve

Sobre el mísero mortal.

 

Virgen cándida, cual lirio,

Eres fuente cristalina

Donde el triste que camina

Va a calmar la ardiente sed.

Gentil palma del desierto,

Que da sombra protectora

Al que su piedad implora

Consagrándole su fe.

 

¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,

¡En la tierra y en el cielo!

¡Gloria al que es nuestro consuelo,

Al Espíritu de Amor.

Y la Virgen sin mancilla

Siempre viva en la memoria,

Y en su honor repita Gloria

Nuestro amante corazón. Amén.

 

24.

LA LLENA DE GRACIA

Dos ángeles comparecen en la historia de la humanidad, para hablar con dos vírgenes inmaculadas: el ángel de las tinieblas y el ángel de la luz. Aquél se presentó para proponer una falsa grandeza en oposición a la ley eterna de Dios, éste fue a anunciar una verdadera grandeza conforme a la más perfecta conjunción con la naturaleza misma del Altísimo. Eva, la primera de las dos vírgenes inmaculadas, creyó al ángel de las tinieblas, y al momento llegó a ser la más abyecta de las cosas criadas. María, la segunda de las vírgenes inmaculadas, creyó al ángel de la luz, y llegó a ser la bendita entre todas las criaturas, desde el origen del mundo hasta la consumación de los siglos. Así

que, si la infausta caída de la primera nos incita a sentimientos de confusión y de dolor, la gloria de la segunda nos hace olvidar toda humana desgracia y hace gozar a nuestro ánimo las más celestiales dulzuras. Eva, establecida por obra de un benigno Criador, en una condición privilegiada, cuya inocente felicidad no podía ser turbada por ningún trabajo, ninguna pena, ni ningún dolor, se hallaba en estado de no poder incurrir en esas pequeñas infidelidades, que, si bien no destruyen la unión con Dios, merecen no obstante algún castigo. Pero desgraciadamente podía romper la integridad de su condición, y el anillo que la naturaleza y la gracia la habían dado para tenerla unida a su eterno principio: el anillo inmaculado, por el cual era un objeto de complacencia y de amor para Dios y para los ángeles. Eva, escuchando al ángel de las tinieblas, tuvo también la plenitud de la culpa. María por un privilegio inefable, permaneció inmaculada desde su concepción para poder ser digna madre del Redentor de la culpa. Inclinada a toda clase de virtudes desde su natividad, que fue como la aurora de nuestra regeneración, podía afortunadamente conceder su consentimiento para una dignidad que era inaudita en los siglos de la tierra. Esa dignidad, si bien de gloria a la para que, de dolor, podía conferirla tanta abundancia de dones superiores, cuanta fuese necesaria a la criatura más próxima al autor de toda santidad, cuanta pudiera caber en la madre de aquel que está lleno de toda gracia; y, en fin, de cuánto podría ser indispensable a aquella Madre amabilísima que, al parir el sol de justicia, difundió los rayos de su gracia, para disipar las tinieblas del pecado. Y María, escuchando al ángel de la luz,

tuvo también la plenitud de la gracia; Eva, esposa de Adán, fue el medio por el cual el Padre de los vivientes adquirió y difundió la culpa en toda su progenie. María, esposa y madre de Jesucristo, es el medio por el cual ese Padre de los vivificados en el Espíritu pudo adquirir nuestra semejanza y merecernos esa gracia que nos lavó de la culpa; y es también el medio por el cual ese Hijo amado, por el amor que profesa a su Madre inmaculada, se complace en difundir la misma gracia, para gloria del cielo y consuelo de toda la tierra. Y así como Eva sumió por primera vez a la naturaleza humana

en lo profundo de las miserias; María, esa Virgen inmaculada que Dios quiso conceder para que restaurase los daños causados por la primera, elevó al género humano al último grado de la perfección a que era posible ensalzará una simple criatura.

 

CANTICO

Bendecid a María, obras todas del Señor; alabad y glorificad a la inmaculada Madre de Dios.

¡Bendecid a María, oh ángeles del Señor! alabad y glorificad a la Hija predilecta de Dios.

Bendecid a María, santos del Señor: alabad y glorificad a la Esposa elegida de Dios.

Bendecid a María en la Concepción inmaculada: bendecidla en su inmaculado natalicio.

Bendecid a María en su inmaculada juventud: bendecidla en su inmaculada ancianidad.

Bendecid a María en la salutación del ángel: bendecidla en el abrazo del Salvador Jesús.

Bendecid a María al pie de la cruz: bendecidla en la resurrección del Hijo.

Bendigamos a María en el gozo: bendigamos a María en el dolor: alabémosla en su vida sobre la tierra: ensalcémosla en la eterna gloria

del cielo.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María por los siglos de los siglos. Amén.

 

ORACION

Paz, alma mía descienda a mi corazón el dulce pensamiento de la suspirada de los siglos, que, alejándome del estrépito de este mundo, me eleve a hablar con la que es toda bella, con la hermosura del paraíso. Ah hablad a mi corazón, ¡oh inmaculada María! aunque rodeado de las pompas y vanidades de la tierra, prendada mi alma de vuestros celestiales atractivos, sólo se halla delante de vos. ¡Ah! hablad a mi corazón, oh Madre amable! habladle las palabras de la eterna vida, y con vuestros labios inmaculados difundid en él esa gracia de que fuisteis colmada. No pase un momento sin que me dulcifiquen el corazón vuestros amables acentos, ni una circunstancia sin que me indiquéis el bien que puedo sacar de ella, y los peligros de que debo huir. Vuestros coloquios, oh María, impondrán silencio a las pasiones, y producirán esa paz inefable que engrandece al alma delante de mí Dios; en ellos volveré a encontrar el manantial de esas lágrimas, que purificarán mi espíritu para hacerle más semejante á vos, y en ellos me habituaré fácilmente a los coloquios de ese Eterno Señor, cuya conversación forma el gozo de los bienaventurados en la bienaventuranza del paraíso.

 

Tres Ave Marías.

 

CONCLUSIÓN

PARA CADA UNO DE LOS DIAS.

 

Tota pulchra es, Maria,

et macula originalis non est in te.

Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri.

O María, virgo prudentissima, mater clementissima,

ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.

 

 

V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti.

R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.

 

 

 

OREMUS.

DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

 

 

Ave Maria Purissima,

Sine labe originali concepta.

Sois toda hermosa , María,

y no hay en vos mancha

original;

Sois la gloria de Jerusalén.

Sois la alegría de Israel.

Sois la honra de los pueblos.

Oh María,

Virgen prudentísima ,

Madre de toda clemencia,

Rogad por nosotros,

Interceded por nosotros

 ante Jesucristo, nuestro

Señor.

V. En vuestra concepción ,

Virgen Santísima , fuisteis inmaculada.

R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.

 

OREMOS.

Dios, que por medio

de la inmaculada concepción

de la Virgen preparasteis

una habitación digna

para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos

por su intercesión

que conservemos fielmente

inmaculado nuestro corazón

y nuestro cuerpo. Por el

mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén

 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.