JORNADA NOVENA
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
Acto de contrición
¡Señor y Dios mío! Humildemente postrado a tus divinos pies, te pido perdón por mis repetidas infidelidades, y auxiliado de tu santa gracia, te ofrezco no recaer en ellas. Llena, Señor, mi corazón de un verdadero dolor de haberte ofendido y mis ojos de lágrimas que laven mis culpas y sean en tu presencia prendas seguras de mi perfecta contrición. Haz que nunca me aparte de ti en la vida para que me recibas como hijo tuyo en la hora de la muerte y consiga verte y alabarte en el cielo. Amén.
MEDITACIÓN
CONFIANZA EN DIOS
La lluvia ha cesado pero el viento silva en los viejos paredones y sacude sin piedad las ramas de yedra y plantas parásitas que se arraigan en ellos. Un profundo silencio reina en el establo donde los santos esposos han hallado refugio contra las inclemencias del tiempo y la ingratitud de los hombres.
¡Pero cuan inmensa es la confianza en Dios que alientan sus dichosas almas! A Él se entregaron cuando salieron de Nazareth y la mano poderosa del Eterno no les ha desamparado ni un momento en su penoso viaje. Verdad es que han sufrido, pero ¿no son las amarguras el crisol donde se prueba el oro de la verdadera virtud? En las mayores angustias sus corazones han confiado en su padre Omnipotente y este les ha enviado cuantos socorros y consuelos necesitaban y como premio a su constancia y a su fe, en esta noche va a entregarles a su Hijo Unigénito, velado en la tierra en forma de inocente niño para redimir al mundo del pecado de Adán.
Es la media noche: el viento se ha llevado las nubes y las estrellas centellean en el firmamento como magníficos brillantes. Una luz suave ilumina el establo y Jesús viene al mundo. María y José, deshechos sus corazones en los afectos del más tierno amor, adoran humildemente al Mesías prometido y se extasían contemplándole; la Virgen madre envuelve al divino niño que se estremece de frío en los dobles pliegues de su larga toca de lino y le coloca suavemente en el pesebre templado con el aliento del buey. Jesús les sonríe y es imposible pintar la dicha que inunda sus almas; rendidos le ofrecen sus corazones, único presente que pueden hacerle en su pobreza, y el Verbo eterno acepta aquella ofrenda como la más preciosa a sus ojos.
La luz de la hoguera palidece al resplandor de gloria que circunda a Jesús; cantos de ángeles acompañados de las arpas de oro de los serafines, llenan el espacio de celestiales armonías: perfumes desconocidos flotan en el aire y ya se percibe a lo lejos rumor de pasos y de voces. Son los pastores que advertidos por un ángel, vienen a adorar al recién nacido y a ofrecerle humildes presentes de su amor.
¡Cuán dichosa acaba para María y José aquella noche que tan triste empezó! ¡Cómo ha premiado el Eterno la confianza que tenían en Él entregando a Jesús a su vigilante guarda y amorosa ternura! Le tienen en sus brazos hermoso como jamás lo fueron los hijos de los hombres, rodeado de los ángeles que entonan sus alabanzas y adorado de pastores. ¿No están bien compensadas las penas que han sufrido, con un solo instante de esta felicidad?
También a nosotros, peregrinos en este valle de lágrimas, nos ofrece la misericordia del Eterno, no la dicha de un día, sino eternidad venturosa si cumplimos sus mandatos y confiamos en él. También nos brinda con la adorable presencia de su Hijo Unigénito, y ¿de qué modo correspondemos hoy a estas finezas? ¿Dónde está nuestra confianza en Dios? ¿Dónde las virtudes que debemos tener? Agobiados por el peso de nuestras culpas, rebeldes y desconfiados siempre, ¿no haremos jamás un generoso esfuerzo para vencer el mal que nos pierde y practicar el bien que ha de salvarnos?
ORACIÓN
¡Señor! Venimos a ti como sedientos a la fuente, y como enfermos al médico soberano que ha de devolvernos la salud. Confiamos en ti que eres nuestro único remedio, no desoigas las súplicas que te dirigimos y danos de los tesoros de tu gracia todo lo que necesitan nuestras almas para servirte fielmente en la tierra y alabarte eternamente en el cielo. Amén.
ORACIÓN
¡Dichosa y Santísima Virgen María, cuya confianza en Dios fue tanta, que ni un instante de tu vida careciste de tan perfumada flor en la corona de tus méritos! Por el glorioso premio que recibisteis, con el nacimiento del Hijo de Dios y tuyo, sé nuestra intercesora ante el trono de la Santísima Trinidad, para que, poseyendo todas las virtudes, que practicaste en tus penosas jornadas a Belén, en compañía de tu santo esposo, merezcamos verte y alabarte en la patria celestial. Amén.
Tres Ave Marías
Aquí pedirá cada uno a la Santísima Virgen la gracia que desea conseguir.
Oración para todos los días
¡Oh, Dios mío! A ti acudo tan lleno de imperfecciones, tan rendido al grave peso de mis pecados, que apenas me atrevo a implorar tu piedad. Hijo soy, aunque ingrato, y tú, Padre de misericordia, tenla de mí y sea mi intercesora para conseguirla la purísima Virgen María, amparo y refugio de los míseros pecadores. Haz que la meditación de estas santas jornadas llene mi corazón de las virtudes que me enseñan y que, así como la reina de los ángeles y el Santo Patriarca José las anduvieron venciendo peligros, incomodidades y toda clase de sufrimientos: así yo venza en la jornada de mi vida todos los obstáculos que el enemigo de las almas ponga a la mía, y llegue a verte y alabarte en el cielo. Amén.
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