martes, 24 de diciembre de 2024

DÍA 25. EL NOMBRE DE LA INMACULADA. MES DE LA VIRGEN INMACULADA

25.

EL NOMBRE DE LA INMACULADA

 

EL MES DE LA  INMACULADA CONCEPCIÓN

 DE MARÍA SANTÍSIMA

EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS

Padre Luis Ángel Torcelli

 

ORACIONES INICIALES

 

Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua

para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,

y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.

 

Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada

y defendedme de los enemigos de mi alma.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

Oh Madre dulce y tierna

Oye la triste voz,

La triste voz del mundo,

Que te demanda amor.

 

Salve, salve, Inmaculada,

Clara estrella matutina,

Que los cielos ilumina

Y este valle de dolor;

Tú, con fuerza misteriosa

Por salvar la humana gente,

Quebrantaste la serpiente

Que el infierno suscitó.

 

Salve, salve, Madre mía,

Tú bendita por Dios eres

Entre todas las mujeres

Y sin culpa original.

Salve, oh Virgen! esperanza

Y remedio apetecido

Del enfermo y desvalido,

Y del huérfano sin pan.

 

Tú del nuevo eterno pacto

Eres arca y eres sello;

Luz espléndida, iris bello

De la humana redención.

Tú llevaste en tus entrañas

El que dio á la pobre tierra

Paz y amor, en vez de guerra,

Ya sus crímenes perdón.

 

Eres bella entre las bellas,

Eres santa entre las santas,

Alabándote a tus plantas

Coros de ángeles están.

Resplandece tu pureza

Más que el campo de la nieve,

Y de ti la gracia llueve

Sobre el mísero mortal.

 

Virgen cándida, cual lirio,

Eres fuente cristalina

Donde el triste que camina

Va a calmar la ardiente sed.

Gentil palma del desierto,

Que da sombra protectora

Al que su piedad implora

Consagrándole su fe.

 

¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,

¡En la tierra y en el cielo!

¡Gloria al que es nuestro consuelo,

Al Espíritu de Amor.

Y la Virgen sin mancilla

Siempre viva en la memoria,

Y en su honor repita Gloria

Nuestro amante corazón. Amén.

 

25.

EL NOMBRE DE LA INMACULADA

Cuando Dios crió á Adán á su imagen y semejanza, le hizo el más bello y el más feliz de los hombres, y le adornó con todas las luces de la ciencia que eran convenientes a su condición. De ese saber se aprovechó Adán, para imponer su dominación a los animales de la tierra, y tanto a estos como a las aves del aire, nombres que representasen la naturaleza y las tendencias de cada uno de ellos, y de esa ciencia, aunque debilitada ya por el pecado, hizo uso para llamará su muy amada compañera, con un nombre adoptado al fin para que había sido criada. Pero aquel nombre que no conservaba de verdadero más que el ser una imagen de una Virgen más bienaventurada, esperada desde entonces en el progreso de los siglos, debía ceder su lugar a un nombre más bello, a un nombre que, exento de todo recuerdo desconsolador, nos hiciese gustar las dulzuras de una nueva inmaculada, destinada a hacer olvidar todas las amarguras de la primera. Ese nombre suavísimo que debía ser el emblema de la paz sobre la tierra, ese nombre establecido para formar las delicias de los ángeles y de los hombres, y para ensalzar las glorias de la divina misericordia, fue el nombre inmaculado de María. María fue el nombre bienaventurado con que el Adán de la regeneración llamó a su nueva esposa: María, el nombre con que el sapientísimo entre los hijos del hombre expresó la dulzura de su misión: María, el nombre glorioso que el Hijo de un Dios quiso que saludase la tierra, como la aurora del sol de la gracia; y María fue el nombre que estaba decretado en la eternidad que brillaría en la historia del pueblo escogido y en la libertad de Egipto, que tantas veces seria pronunciada por los mismos labios de un Dios, y que atravesando los siglos despertaría en nosotros las más tiernas memorias que pueden presentarse en lo íntimo del corazón. María fue el nombre de la inmaculada hija del Padre de los cielos, la única

rosa sin espinas, la Virgen de las vírgenes coronada de estrellas, hermosa como la luna, y resplandeciente como el sol. El nombre de María es el que, elevando nuestro espíritu a los Secretos misterios de Dios, nos hace contemplar a la esposa inmaculada del Espíritu Santo, la esperanza de las naciones, la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres. El nombre de María es el que, llenando nuestra alma de los más tiernos consuelos, nos conduce a la bienaventurada Belén á verá la inmaculada Virgen Madre de un Dios, la gloria de Sion, la alegría de Israel, la reina de la paz, de la piedad y de la redención. Este nombre es el que con una secreta atracción de esperanza y de confianza nos inunda el corazón de una celestial dulzura: ese es el nombre que pronunciamos con veneración y amor: ese, el que imploramos en la adversidad y en los peligros; pues que mientras nos recuerda el modelo de toda perfección formado por las manos de Dios, nos hace también pensar en nuestra hermana piadosa, en la madre de los desgraciados, en la consoladora de los afligidos, y en la fuente de ese divino amor que es el único que puede ha cernos dichosos en la vida eterna.

 

CÁNTICO

¡Oh! María me Sonríe en el día de la tribulación: seré consolado en el nombre de la inmaculada mía.

Me prestará su auxilio desde lo alto del cielo, y me protegerá desde la Sion santa.

Y me dará lo que desea mi corazón, él habitar con ella por los siglos de los siglos.

Mi espíritu se regocijará con la alegría de la

bienaventuranza, y habré triunfado en el nombre bendito de María.

Busquen otros su placer en el fausto y en las riquezas de la tierra: mi corazón se alimenta

con las delicias de la Reina de los cielos.

Cifren otros su gloria en el lisonjero esplendor de la vanidad y del orgullo: mi gloria

es el inmaculado esplendor de la Madre de un

Dios.

Procuren otros hacer volar Su nombre en

alas de la fama; el nombre inmaculado de María es mi fama, mi deseo, mi corona.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

ORACION

¡Con cuánta dulzura resuena vuestro nombre en mi corazón, oh inmaculada María! ¡Cuán suave es a mi oído cuando le repiten las voces de vuestros hijos! ¡Con cuánto placer se fija en mis labios cuando le pronuncio en mis oraciones, y cuán consolador penetra en mi alma en los días de aflicción y de miseria! Vuestro nombre, ¡oh María! es el que forma la paz de mi espíritu, la esperanza de mi alma, el refugio dulcísimo de las tribulaciones de mi vida.

Cuantas veces le invoco otras tantas siento enternecerse mi corazón de una manera tan fuerte que no puedo resistir, por más grande que sea la dureza de mi pecho; y a pesar mío, asoma a mis ojos una lágrima... una lágrima, ¡oh María! mezclada de dolor y de júbilo, de confusión y de esperanza: lágrima de dolor, al observar por una parte las muchas iniquidades de que me hallo cubierto, y lágrima de gozo al considerar por otra la excesiva bondad con que no cesáis de llamarme a vuestro seno: lágrima de confusión al contemplar la manera dulce y suave con que vencéis mi indigno corazón, y lágrima de esperanza al pensar en vuestro maternal amor, tan pronto siempre a bendecirme con la gracia del cielo. Haced, ¡oh inmaculada mía! que sean eficaces mis sollozos para purgarme de la culpa: que de aquí adelante sean siempre puros mis suspiros, rectos mis deseos, y santificadas todas mis obras, para que, con vuestro nombre en los labios, con vuestro nombre en el corazón, pueda algún día exhalar mi último aliento entre los convidados de la patria celestial. Concluidas las lágrimas y los dolores, gozaré finalmente en vuestro inmaculado abrazo, la gloria de ese Dios piadoso, que en la más

tierna efusión de su amor ha querido consolarme en vuestro suavísimo nombre ¡oh dulce, oh amable, oh inmaculada Virgen María.

Tres Ave Marías.

 

CONCLUSIÓN

PARA CADA UNO DE LOS DIAS.

 

Tota pulchra es, Maria,

et macula originalis non est in te.

Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri.

O María, virgo prudentissima, mater clementissima,

ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.

 

 

V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti.

R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.

 

 

 

OREMUS.

DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

 

 

Ave Maria Purissima,

Sine labe originali concepta.

Sois toda hermosa , María,

y no hay en vos mancha

original;

Sois la gloria de Jerusalén.

Sois la alegría de Israel.

Sois la honra de los pueblos.

Oh María,

Virgen prudentísima ,

Madre de toda clemencia,

Rogad por nosotros,

Interceded por nosotros

 ante Jesucristo, nuestro

Señor.

V. En vuestra concepción ,

Virgen Santísima , fuisteis inmaculada.

R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.

 

OREMOS.

Dios, que por medio

de la inmaculada concepción

de la Virgen preparasteis

una habitación digna

para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos

por su intercesión

que conservemos fielmente

inmaculado nuestro corazón

y nuestro cuerpo. Por el

mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén

 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.