LA FE DE LA VIRGEN ANTE LAS PALABRAS DEL ÁNGEL.
Dom Prospero Gueranger
7 de octubre o primer domingo de octubre
FIESTA DE LA VIRGEN DEL ROSARIO
PALABRAS CELESTIALES. — El Evangelio es el mismo que el de la fiesta del Santo Nombre de María, 12 de septiembre. Es el Evangelio de la Encarnación, cuyas palabras dos veces gloriosas tenemos la dicha de volver a leer. Gloriosas y celestiales porque vienen de Dios: el Angel, en efecto, es sólo embajador, sus palabras y su mensaje se los confió Dios; gloriosas porque proceden de Nuestra Señora y sólo Ella pudo dar este relato en una forma tan precisa de pormenores, que dan a conocer al testigo de experiencia inmediata.
MENSAJE DE ALEGRÍA. — “El mensaje es un mensaje jubiloso. La alegría hacía mucho tiempo que se había ausentado del mundo; desapareció con el pecado. Toda la economía antigua y toda la historia del género humano estaban cubiertas con un velo de tristeza, como si en sus relaciones con Dios hubiese tenido el hombre siempre conciencia de una enemistad que aún no estaba expiada. El presente mensaje va precedido de un saludo gozoso y de una llamada Pacífica y acariciadora: Ave, es la palabra primera de este saludo, que, pronunciado una vez, se estará repitiendo eternamente.”
LA FE DE MARÍA. — “La fe de Nuestra Señora fue perfecta. Nunca dudó de la verdad, ni siquiera cuando preguntó al ángel cómo se cumpliría el mensaje. Gabriel reveló el modo virginal de la concepción prometida y en nombre de Dios solicitó el consentimiento a la unión hipostática: para honra de la Virgen y para honra de la naturaleza humana, Dios quiso que dependiese de Nuestra Señora el lugar que iba a ocupar en su creación.
“Y entonces se pronunció libre y conscientemente la palabra divina que se oirá hasta el fin de los siglos: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra”.
En Nuestra Señora se encuentran todas las gracias, toda luz y toda vida; por su santísimo Rosario, ha multiplicado las flores y los frutos en el jardín de la santa Iglesia. Eso es lo que a canta el Ofertorio: por Jesús y con Jesús, no hay ofrenda que acepte Dios y no provenga de María.