martes, 17 de octubre de 2023

DÍA 18. JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS. SALIÓ PARA EL LUGAR, QUE SE LLAMA CALVARIO.

DÍA 18. JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS.  SALIÓ PARA EL LUGAR, QUE SE LLAMA CALVARIO.


ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

 

wPara comenzar todos los días

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén. 

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)

 

ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA

Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén. 

 

w Meditación para cada día y oración final.

DÍA DÉCIMOCTAVO

Y LLEVANDO SU CRUZ A CUESTAS SALIÓ PARA EL LUGAR, QUE SE LLAMA CALVARIO. (Jn 19, 17)

 

PUNTO 1º- Sigue hoy también, alma mía, a Jesús con la cruz a cuestas hasta la montaña del Calvario, y mira en primer lugar, cómo tu divino Salvador agobiado por el peso de la cruz y falto de fuerzas por la mucha sangre derramada, a poco de salir del Pretorio cae en tierra desfallecido. ¿Cuál sería la debilidad y flaqueza de Jesús al caer de esta manera, teniendo Él como tenía tanto deseo de sacrificarse por los hombres, en la cumbre del Gólgota? Y hay que advertir que no sólo cayó Jesús esta vez con la cruz, sino que esto se repitió hasta tres veces durante aquel penoso y prolongado camino. Es verdad que de esto nada nos dicen los Evangelistas, sino una piadosa tradición; pero es muy verosímil, atendida la falta de fuerzas de Jesús y la prisa con que le llevaban sus enemigos. Alma mía, ¿sabes por qué cae Jesús, una, dos y hasta tres veces? Para levantarte a ti, que has caído muchas veces por la culpa sin inquietarte siquiera de ello. Y ¿no te moverá a contrición ver a Jesús de esta manera por tus pecados? ¿Serás tan insensible, que ni al ver a tu Dios agonizando, ni la dicha eterna que te expones a perder, ni tu final perdición te causen la menor intranquilidad ni al más leve remordimiento de conciencia? No sea así; entra dentro de ti misma y llora con verdadero dolor todos tus pecados. 

 

PUNTO 2º-Mucho debió sufrir también Jesús con el encuentro de su Madre en la calle de la amargura. Aquella divina Señora, sabiendo que su divino Hijo había empezado el drama de su Pasión, la gran tragedia de los siglos no quiso dejarle solo, sino que fue corriendo a reunirse con Él para partir, también con Él, aquel dolor y ayudarle a beber aquel cáliz tan amargo. ¡Quién pudiera expresar en pocas palabras los sentimientos de Jesús y de María en este encuentro! Y digo sentimientos, porque el dolor impidió a uno y a otra dirigirse con los labios una sola palabra. Pero ¡qué elocuente era este silencio! ¡Ver María a Jesús en aquella figura, todo su rostro cubierto de sangre, la cabeza con la corona de espinas, la pesada cruz sobre los hombros, insultado de flus enemigos y hecho el oprobio de la muchedumbre! Y a Jesús, ¡cuánto atormentaba también ver lo mucho que su Madre dulcísima sufría, por lo mismo, que tanto le amaba! 

 

PUNTO 3º- Por fin, considera, alma mía, cuál sería el estado de Jesús andada apenas la mitad del camino, cuando sus mismos enemigos, temiendo se les muriese antes de llegar al Calvario, obligaron a Simón Cireneo a que le ayudase a llevar la cruz. No hicieron esto por compasión, no, que no la conocían aquellos sanguinarios tigres, sino porque se cumpliera la sentencia, que le condenaba a muerte de cruz afrentosa. Y ¿estás segura, alma mía, de que no trataste tú algunas veces a Jesús con este mismo rigor? ¿No te has dejado llevar nunca de algún vicio o pasión, sin querer dejarle, a pesar de todos los avisos del cielo y de muchas santas inspiraciones? Pues, si es así, trata en adelante de corregir los yerros pasados con mortificación y obras buenas; y si por la divina misericordia no te encuentras tan pecadora, da gracias a Dios, rendida, que te libró de tanto mal. 

 

ORACIÓN A JESÚS DELANTE DE SU MADRE

EN LA CALLE DE LA AMARGURA

¡Amantísimo Jesús, dulce consuelo mío, a cuánto te obliga el amor, pues por esta causa en todas partes y en todas las ocasiones hallas ocasión de padecer! El amor de los hombres te obliga a sufrir los tormentos de la Pasión, El amor a tu Eterno Padre a cumplir esta dura obediencia. Y por fin, el amor a tu Madre Santísima, el que experimentas ahora en la calle de la amargura viéndola a ella sufrir de modo tan atroz. Pero ¡ah! que tu Padre celestial te amó en cambio desde la eternidad y tuvo en Ti todas sus complacencias. Tu benditísima Madre también te ama entrañablemente y quisiera sufrir ella esos tormentos por verte a Ti libre. de ellos. Mas el hombre ¿qué hace? Ofenderte un día y otro día sin jamás mostrar compasión de tus dolores. ¿Y por un ser tan ingrato sufres tú tanto, Jesús mío? Dame gracia, para que á ejemplo de tu Madre Santísima me compadezca yo también de tus dolores evite en adelante el ofenderte ni aún con la más leve culpa. Amén. 

 

Obsequio a María: Besar los pies a un crucifijo, diciendo con la mayor devoción el Acto de Contrición. 

 

w Oraciones para terminar cada día:

 

La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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