DÍA 25. LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO. VOSOTROS SERÉIS BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU SANTO
ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS
wPara comenzar todos los días
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)
ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA
Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén.
w Meditación para cada día y oración final.
DÍA VIGÉSIMOQUINTO
MAS VOSOTROS SERÉIS BAUTIZADOS EN EL ESPÍRITU SANTO (Hch 1, 5)
PUNTO 1º- Cumplieron los discípulos el precepto de Jesús, que les ordenaba, no salieran de Jerusalén, mientras no recibieran al Espíritu Santo. Hacía doce días que Jesús se había partido de ellos, cuando hallándose todos congregados en el cenáculo, sienten un ruido como de un viento fuerte. ¿Qué será esto? -se preguntarían unos a otros. ¿Será algún aviso del cielo que nos manifiesta el peligro en que estamos, rodeados de tantos enemigos? Mas pronto se calmaron sus dudas. Cada uno contempla sobre la cabeza de los demás discípulos una especie de lengua de fuego, que no abrasaba sus cuerpos, pero sí encendía en divino amor de un modo admirable y prodigioso sus corazones. Entonces comprendieron que el Paracleto que esperaban, había ya descendido sobre ellos. Porque verás, alma mía, cómo Jesucristo, mirando por nuestro bien únicamente, cumple todas sus promesas. Tal vez tú has dudado de esto en algunas ocasiones, creyendo que Dios no tiene providencia de ti, que no escucha tus oraciones y otras cosas semejantes. ¡Cómo puedes pensar esto siquiera, viendo lo que ha hecho por los hombres, no sólo mientras estuvo en este mundo, sino aun después que se apartó de él? Sabía Jesús que, sin la virtud de este divino espíritu, los apóstoles, aunque le habían visto obrar tantos milagros, estaban aún tímidos y cobardes, y por esto los confirma de esta manera tan admirable y extraordinaria.
PUNTO 2º- Mas ¿Cómo se prepararon aquellos corazones para recibir de una manera digna aquella gracia tan superior y extraordinaria? ¡Ah! con la oración, con el recogimiento y con las súplicas incesantes de sus labios. Después que Jesucristo subió al cielo, no se lee que ellos emprendieran largos viajes, ni que se entregaran como antes a sus ocupaciones ordinarias. Los dos que después de la muerte de Jesús habían ido a Emaús y a otros lugares, se encerraron en aquel sagrado recinto del cenáculo para orar con los demás. Tampoco los que eran pescadores volvieron a tomar sus redes; al menos, no se tiene de esto noticia. Pues así debes hacer tú, alma mía, si quieres que el Espíritu Santo descienda y more en ti. No debes, con todo, abandonar tus obligaciones, porque esto tampoco agrada a Dios, pero aun en medio de ellas, cuando no hay otro lugar, debes estar levantando tu corazón a Dios, por medio de santos afectos y actos de encendido amor.
PUNTO 3º- También debes pensar que María Santísima (que después de la Ascensión de su divino Hijo, quedó como de presidenta de aquella sagrada junta), con sus exhortaciones y sus ejemplos movía los corazones de los discípulos para encenderlos más y más en deseos de la venida de este Espíritu divino. ¡Cómo los exhortaría a la oración y a la confianza en Dios! ¡Qué palabras tan dulces y amorosas les diría! No; aunque los discípulos eran tan cobardes y débiles, teniendo a María por directora y por Madre, no había que temer que ellos desfalleciesen. De aquí, alma mía, la confianza que tú debes tener siempre en la protección y en el amparo de esta celestial Señora. ¿Qué te faltará si acudes a María con amor, sobre todo para adelantar en las virtudes? Pruébalo, si es que aún no lo has probado, y verás confirmada con el he cho esta verdad, María es tu Madre, tu abogada, tu amparo, tu salvación después de Dios.
ORACIÓN A JESÚS,
INFLAMANDO LOS CORAZONES DE SUS DISCÍPULOS
CON EL FUEGO DEL ESPÍRITU SANTO
¡Poderoso Redentor de las almas, dulce imán de todos los corazones que, a pesar de hallarte ya sentado a la diestra de tu Padre celestial, no te olvidas de los hijos que dejaste en este mundo, cumpliéndoles todas tus promesas y mandándoles por este motivo al Espíritu Santo, ¡quién estuviera siempre dispuesto para recibir la gracia de este divino Espíritu, a fin de que también lo enviaras sobre mi alma! Mas yo, Señor, no me preparo como los Apóstoles, antes bien, ocupado enteramente en las cosas terrenas, apenas me acuerdo nunca de elevar mi corazón hasta Ti. Por esto es tan escaso el efecto que producen en mí tus gracias celestiales. Concédeme, pues, Jesús mío, principalmente por la intercesión de tu Santísima Madre, que de hoy en adelante me disponga mejor por medio de la oración y el recogimiento; para que de esta manera todas las gracias que tú me envías produzcan siempre frutos de salvación y de vida eterna, con las cuales pueda yo ser feliz a tu lado en el cielo. Amén.
Obsequio a María: Traer la vista sumamente recogida, sin fijarse en los objetos que exciten nuestra sensualidad o curiosidad.
w Oraciones para terminar cada día:
La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:
Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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