lunes, 16 de diciembre de 2024

DÍA 17. LA MADRE INMACULADA. MES DE LA VIRGEN INMACULADA

 

17.

LA MADRE INMACULADA

EL MES DE LA  INMACULADA CONCEPCIÓN

 DE MARÍA SANTÍSIMA

EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS

Padre Luis Ángel Torcelli

 

ORACIONES INICIALES

 

Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua

para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,

y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.

 

Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada

y defendedme de los enemigos de mi alma.

 

Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

Oh Madre dulce y tierna

Oye la triste voz,

La triste voz del mundo,

Que te demanda amor.

 

Salve, salve, Inmaculada,

Clara estrella matutina,

Que los cielos ilumina

Y este valle de dolor;

Tú, con fuerza misteriosa

Por salvar la humana gente,

Quebrantaste la serpiente

Que el infierno suscitó.

 

Salve, salve, Madre mía,

Tú bendita por Dios eres

Entre todas las mujeres

Y sin culpa original.

Salve, oh Virgen! esperanza

Y remedio apetecido

Del enfermo y desvalido,

Y del huérfano sin pan.

 

Tú del nuevo eterno pacto

Eres arca y eres sello;

Luz espléndida, iris bello

De la humana redención.

Tú llevaste en tus entrañas

El que dio á la pobre tierra

Paz y amor, en vez de guerra,

Ya sus crímenes perdón.

 

Eres bella entre las bellas,

Eres santa entre las santas,

Alabándote a tus plantas

Coros de ángeles están.

Resplandece tu pureza

Más que el campo de la nieve,

Y de ti la gracia llueve

Sobre el mísero mortal.

 

Virgen cándida, cual lirio,

Eres fuente cristalina

Donde el triste que camina

Va a calmar la ardiente sed.

Gentil palma del desierto,

Que da sombra protectora

Al que su piedad implora

Consagrándole su fe.

 

¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,

¡En la tierra y en el cielo!

¡Gloria al que es nuestro consuelo,

Al Espíritu de Amor.

Y la Virgen sin mancilla

Siempre viva en la memoria,

Y en su honor repita Gloria

Nuestro amante corazón. Amén.

 

17.

LA MADRE INMACULADA

Si es sublime la idea de un Dios que con la facilidad de una palabra mandó a la nada que produjese el todo, ¿qué lengua, qué pluma podrá, no ya describir, pero mi aún expresar el procedimiento de ese misterio, en que se concentra, según dice el Apóstol, toda la sabiduría del Eterno? Un Dios que comparece revestido de toda su virtud, de un modo conveniente a una infinita grandeza para darnos una prueba de su omnipotencia, he ahí el misterio de la creación; un Dios que para mostrase de un modo digno de su infinita bondad, sacrifica su grandeza al imperio de la criatura, he ahí el misterio oculto desde los días eternos, inaudito en los siglos y las generaciones, e incomprensible a la naturaleza misma de los ángeles, el misterio de la redención. Un poder infinito nos había mostrado al Supremo Monarca, que llama a las cosas que no son como a las que son: un amor infinito nos hace ver al Eterno que eclipsa su esplendor para descender El mismo a la nada. La omnipotencia nos había presentado a Dios solo, y sin compañía alguna al criar al hombre; el amor le hizo buscar una compañera para producir al Hombre Dios. Nos representa la omnipotencia el Espíritu del Señor, que se entregó a las aguas tenebrosas para criar la luz, y el amor nos impele a observar a ese mismo espíritu, que del medio del Océano de la corrupción y de la miseria, buscó entre todas las mujeres la única inmaculada, digna de concebir al autor de la luz. ¡Oh! cuán sublime es el considerará esta Madre elegida, que une sus obras a las del Espíritu Santo como si fuesen iguales para producir el misterio de los misterios. Cuán sublime es el contemplará esa Virgen inocente, que en la regeneración del universo prepara la materia para la omnipotencia de un Dios. Esa inmaculada María, que de su purísima sangre compone los miembros del Hijo Unigénito al esplendor de la eterna gloria. El Criador sacó al primer hombre, al hombre terreno, del légamo de la tierra: María debía sacar al segundo, al hombre celestial, de su mismo corazón. El Creador infundió en Adán el soplo de la vida, haciéndole a semejanza de Dios: María debía componer a Jesucristo en forma terrena, haciéndole a semejanza del hombre. La obra de la omnipotencia en la creación estableció una distancia infinita entre Dios y el hombre: en la obra del amor, por una infinita dignación de la incomprensible bondad con el ministerio de la Madre inmaculada, un Dios fue hombre, un hombre fue Dios.

 

CANTICO

Alabad el nombre de María, alabad á María,

oh hijos de la Virgen elegida.

Alabad a María, porque es inmaculada: entonad salmos a su nombre, porque es suave.

El Señor eligió por su morada a la estrella de Jacob, y por su Madre a la Hija de Sion.

El Señor, que ha hecho cosas tan grandes en los cielos y en la tierra, en el mar y en los abismos.

El Señor, que hizo salir las nubes de la extremidad de la tierra, y que hizo a los relámpagos señales de lluvia.

Hizo salir a María como una nube de gloria,

para encerrar en su seno al elegido de los siglos, e hizo resplandecer sobre el universo su inmaculada belleza.

Oyeron los cielos el rumor del paraíso, y la

nube de gloria llovió al esperado de las naciones.

Y la tierra quedó en silencio y en paz, gozo

y ensalzó, porque había llegado el día del

Señor.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

que preservó inmaculada a María por los siglos

de los siglos. Amén.

 

 

ORACION

Vos sois toda bella, oh María, y la mancha original no llegó a empañar la candidez de vuestro corazón: ¡oh! esta prerrogativa del paraíso que os concede un Hijo para honrará su madre, ¡cuánta luz esparce sobre el abismo de mi miseria! Si vuestro divino Hijo multiplicó los prodigios para glorificaros, yo, que toda vía me atrevo a condecorarme con el glorioso nombre de hijo vuestro, ¿qué cosa he multiplicado, sino obras indignas para deshonraros? Haced, oh Virgen inmaculada, que yo conozca alguna vez de qué madre tengo el honor de ser hijo, a qué perfección de santidad me obliga

un título tan augusto, y con qué esfuerzos podré, sino glorificaros, al menos no hacerme indigno de llamaros como madre. Vos, que por singular privilegio de Dios fuisteis sin mancha alguna de pecado, purificad mi corazón de las innumerables que me han impreso mis culpas; Vos, que os unisteis a preparar la redención del género humano, preparad mi alma para que pueda recibir sus benéficos efectos; y vos, que compusisteis los miembros de vuestro divino Hijo Jesús para que viniese a salvarnos con su cruz, arreglad mi espíritu para todas las obras de penitencia y de sacrificio que puedan hacerme hábil para participar de los méritos de su vida, de su pasión y de su muerte.

 

Tres Ave Marías.

 

CONCLUSIÓN

PARA CADA UNO DE LOS DIAS.

 

Tota pulchra es, Maria,

et macula originalis non est in te.

Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri.

O María, virgo prudentissima, mater clementissima,

ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.

 

 

V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti.

R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.

 

 

 

OREMUS.

DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.

 

 

Ave Maria Purissima,

Sine labe originali concepta.

Sois toda hermosa , María,

y no hay en vos mancha

original;

Sois la gloria de Jerusalén.

Sois la alegría de Israel.

Sois la honra de los pueblos.

Oh María,

Virgen prudentísima ,

Madre de toda clemencia,

Rogad por nosotros,

Interceded por nosotros

 ante Jesucristo, nuestro

Señor.

V. En vuestra concepción ,

Virgen Santísima , fuisteis inmaculada.

R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.

 

OREMOS.

Dios, que por medio

de la inmaculada concepción

de la Virgen preparasteis

una habitación digna

para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos

por su intercesión

que conservemos fielmente

inmaculado nuestro corazón

y nuestro cuerpo. Por el

mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén

 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.