martes, 31 de diciembre de 2024

CONSIDERACIÓN DEL TIEMPO. MEDITACIÓN

 


MEDITACIÓN

Consideración del tiempo.

 

Pasa el tiempo, y con el tiempo paso yo también. Quince, veinte, treinta, cuarenta años de vida han pasado ya, y no volverán. ¿Y cuántos me restan? No lo sé, pero sé que son pocos. El tiempo es breve; yo mismo lo digo, que los días vuelan sin sentir. Pero en comparación de la eternidad, no sólo es brevísimo el tiempo, es como nada.

Tiempo breve y tiempo precioso, porque en este cortísimo tiempo puedo adquirirme una eterna felicidad. Cada momento bien empleado me puede acrecentar un grado más de gloria. Media hora bien empleada en ajustar las cuentas de mi alma puede sacarla de los la­zos del enemigo y ponerla en las manos de Dios. Un poco de tiempo que destine cada día a la oración, a una Misa, a un libro espiritual, puede tenerme lejos del pecado y asegurarme la salvación.

Tiempo breve y tiempo espantoso. En todos los instantes puedo pecar, puedo morir y puedo condenarme. ¡Infeliz de mí, que en tiempo tan corto podía bien hacerme santo y soy todavía pecador! Lo he perdido en vanidades, en niñerías, en diversiones y en pecados; ¿qué fruto he sacado? Si no pienso seriamente en gastarlo mejor en adelante, llegará día en que pediré a Dios una hora para desquitar lo perdido, y esta hora no llegará nunca por toda la eternidad.

 

EJEMPLO

¡Oh, cuánto sirve un poco de tiempo bien empleado en honor de María! Dos jóvenes, en un día de vacación, fueron juntos al río    Po, que está en Italia, y se metieron en una barca. Uno de ellos dijo al compañero: «Ahora que no tenemos que hacer y nos hemos divertido bastante, recemos el Oficio de la Virgen, según la regla de nuestra congregación» «No nos obliga, respondió el compañero; quiero divertirme hoy que es día de asueto; no tengo ganas de rezar» Pero el otro, con todo eso, empezó solo. Estando en esto se turbó el aire y llegó una gran avenida; ellos, poco prácticos en gobernar la barca, no pudieron resistir el ímpetu de las aguas ni llegar a tierra. El bote dio una vuelta y cayeron en el agua; invocaron ambos a 1a Virgen, y esta señora inmediatamente acudió, tomó por la mano al que estaba rezando el Oficio, y le sacó del peligro. Esperaba el otro lo mismo; pero la Virgen, vuelta a él, le dijo: «Tú no estabas obligado a honrarme, pues ni yo a socorrerte» Oía y veía todo esto el compañero salvo, dándole gracias sin cesar, teniéndose después toda la vida por muy obligado y agradecido a favor tan señalado; argumento visible del poder y bondad de la Reina del cielo, aunque también premio de la devoción.