EL MES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE MARÍA SANTÍSIMA
EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS
Padre Luis Ángel Torcelli
ORACIONES INICIALES
Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua
para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,
y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.
Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada
y defendedme de los enemigos de mi alma.
Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Oh Madre dulce y tierna
Oye la triste voz,
La triste voz del mundo,
Que te demanda amor.
Salve, salve, Inmaculada,
Clara estrella matutina,
Que los cielos ilumina
Y este valle de dolor;
Tú, con fuerza misteriosa
Por salvar la humana gente,
Quebrantaste la serpiente
Que el infierno suscitó.
Salve, salve, Madre mía,
Tú bendita por Dios eres
Entre todas las mujeres
Y sin culpa original.
Salve, oh Virgen! esperanza
Y remedio apetecido
Del enfermo y desvalido,
Y del huérfano sin pan.
Tú del nuevo eterno pacto
Eres arca y eres sello;
Luz espléndida, iris bello
De la humana redención.
Tú llevaste en tus entrañas
El que dio á la pobre tierra
Paz y amor, en vez de guerra,
Ya sus crímenes perdón.
Eres bella entre las bellas,
Eres santa entre las santas,
Alabándote a tus plantas
Coros de ángeles están.
Resplandece tu pureza
Más que el campo de la nieve,
Y de ti la gracia llueve
Sobre el mísero mortal.
Virgen cándida, cual lirio,
Eres fuente cristalina
Donde el triste que camina
Va a calmar la ardiente sed.
Gentil palma del desierto,
Que da sombra protectora
Al que su piedad implora
Consagrándole su fe.
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
¡En la tierra y en el cielo!
¡Gloria al que es nuestro consuelo,
Al Espíritu de Amor.
Y la Virgen sin mancilla
Siempre viva en la memoria,
Y en su honor repita Gloria
Nuestro amante corazón. Amén.
Se lee la meditación de cada día.
DÍA 8.
hasta conocer su inmaculado semblante; pero
no es vano el corazón que confía en ella.
Adorémosla en el regazo del Santo de los
santos con el silencio de los labios, con la expresión del corazón.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María, por los siglos de los siglos. Amén.
EL ÁRBOL DE LA CIENCIA
El árbol de la ciencia hizo conocer a nuestros progenitores cuánto se diferenciaba la perdida felicidad de su inocente vida de las miserias inseparables de una vida culpable. El nuevo árbol de la ciencia, plantado en el paraíso de la reconciliación, debía producir un efecto totalmente opuesto. ¡Sabemos demasiado bien lo que es la desgracia! Después de cincuenta y ocho siglos de infortunios y miserias, no obstante, una redención que produce el fruto admirable que puede servirnos para curar nuestras enfermedades, en una época que se jacta de los mayores progresos en las artes y las ciencias, las cuales parece que deberían elevar al hombre sobre el polvo, ¿qué otra cosa somos sino una mezcla de vanidad y de miseria. Del mismo modo que en un noble edificio derruido desde mucho tiempo, se descubren en nosotros de cuando en cuando los vestigios de nuestra grandeza, pero sólo entre las ruinas. Al mismo tiempo que la mente se eleva a contemplar lo infinito, la pasión exterior nos impele a arrastrarnos por el fango de la tierra: jamás encontramos en el pecado la paz del corazón; y, sin embargo, buscamos en él de continuo esa felicidad que constantemente huye de nos otros, porque la buscamos donde no existe. Los temores, los peligros, los deseos, las esperanzas ilusorias, los amargos desengaños, el dolor y la muerte (que son nuestra herencia), que desgraciadamente atormentan nuestro corazón, son el mejor testimonio de los males adquiridos. María, árbol inmaculado de la divina Sabiduría, sólo debe servir para darnos una idea del bien. ¿Qué símbolo más bello de la felicidad puede presentarse a nuestros ojos que una Virgen cándida por su inmaculada Concepción: una Virgen siempre inocente, sin defectos, sin enfermedades corporales, sin extravíos de razón ni de voluntad: una Virgen grande por la posesión de toda ciencia, todavía más grande por sus virtudes: una Virgen que no conoció la corrupción del sepulcro, y que des pues de haber habitado en la tierra en perfecta unión con Dios, se eleva a los cielos, en donde la esperaba con toda la gloria del paraíso? Demasiado sublime parecerá acaso a primera vista este símbolo de beatitud; pero diversa hubiera sido nuestra suerte si la naturaleza humana no hubiese pecado. Dios, que había hecho nacer el árbol de la inmortalidad para que el hombre no volviese a convertirse en el polvo de que había sido formado, le había conferido también su gracia, para que después de haber habitado y guardado por algún tiempo el jardín de la inocencia, exento de todo vicio y desventura, sin experimentar el horror de la tumba, pudiese cambiar la terrestre inmortalidad por la posesión de la gloria eterna, solio de Dios por los siglos de los siglos.
CÁNTÍCO
¡Abrid vuestros oídos, oh cielos!... pues que
voy a hablar de María: escuche la tierra las
palabras de mi boca.
Sean mis palabras como una lluvia benéfica,
y mis acentos se extiendan como el rocío.
Porque invocaré el nombre de María, el nombre de la Virgen siempre inmaculada.
¡Ah! ¿quién me suministrará palabras para
representar a la que es bella con divina hermosura?
Insuficiente es la lengua del hombre para llegar a las alturas en donde se halla colocada su
gloria.
Vano es el pensamiento que quiere elevar
hasta conocer su inmaculado semblante; pero
no es vano el corazón que confía en ella.
Adorémosla en el regazo del Santo de los
santos con el silencio de los labios, con la expresión del corazón.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACION
Cuán bella sois, oh María! Vos fuisteis concebida inmaculada; nacisteis resplandeciente como una estrella pura, como una paloma, y os reunisteis con vuestro divino Hijo en el cielo, ¡llena de méritos y de gracia... Ah!... mientras gozo con vos, oh María, de la gloria inmensa que os circunda, un pensamiento desconsolador oprime mi corazón... yo fui concebido en el pecado, abrí los ojos en el pecado, y he vivido siempre entre pecados... ¡qué contraste entre lo que contemplo en vos y en vuestra preciosa imagen, y el desorden que agita mi alma!... Vuestros ojos reflejan la dulzura del paraíso... por piedad, no me arrojéis de vuestra presencia... vuestra vista inmaculada, oh María, es la que me impele y sostiene para hacer me menos indigno de vos. Concedédmelo, pues, oh Virgen bendita, concedédmelo por aquel felicísimo instante en que fuisteis concebida pura como el pensamiento del eterno amor, que os quiso preservar de la mancha común para hacer brillar sobre vos sus misericordias. De ese modo seréis siempre para mí el árbol de la verdadera ciencia, que enseñándome el camino de la felicidad eterna dirigirá mis pasos por el sendero de la virtud, y me conducirá a gozar algún día para siempre la gloria de vuestra inmaculada concepción.
Tres Ave Marías.
CONCLUSIÓN
PARA CADA UNO DE LOS DIAS.
Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te. Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri. O María, virgo prudentissima, mater clementissima, ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.
V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti. R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.
OREMUS. DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.
Ave Maria Purissima, Sine labe originali concepta. | Sois toda hermosa , María, y no hay en vos mancha original; Sois la gloria de Jerusalén. Sois la alegría de Israel. Sois la honra de los pueblos. Oh María, Virgen prudentísima , Madre de toda clemencia, Rogad por nosotros, Interceded por nosotros ante Jesucristo, nuestro Señor. V. En vuestra concepción , Virgen Santísima , fuisteis inmaculada. R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.
OREMOS. Dios, que por medio de la inmaculada concepción de la Virgen preparasteis una habitación digna para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos por su intercesión que conservemos fielmente inmaculado nuestro corazón y nuestro cuerpo. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
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