ANUNCIO DE LA PALABRA DE DIOS Y LOS POBRES
Reflexión diaria acerca de la Palabra de
Dios.
La Sagrada Escritura manifiesta la predilección de Dios por los pobres y
necesitados. Los primeros que tienen derecho al anuncio del Evangelio son
precisamente los pobres, no sólo necesitados de pan, sino también de
palabras de vida.
La diaconía de la caridad ha de estar siempre unida al anuncio de la
Palabra y a la celebración de los sagrados misterios. Los mismos pobres son
también agentes de evangelización. En la Biblia, el verdadero pobre es el que
se confía totalmente a Dios, y Jesús mismo llama en el Evangelio bienaventurados
a los pobres, «porque de ellos es el Reino de los cielos» (Mt 5,3; cf. Lc
6,20). El Señor ensalza la sencillez de corazón de quien reconoce a Dios
como la verdadera riqueza, pone en Él la propia esperanza, y no en los bienes
de este mundo. La Iglesia no puede decepcionar a los pobres.
Existe una pobreza como virtud, que se ha de ejercitar y elegir
libremente, como lo han hecho muchos santos; y de que existe una miseria,
que con frecuencia es el resultado de injusticias y provocada por el egoísmo,
que comporta indigencia y hambre, y favorece los conflictos. Cuando la Iglesia
anuncia la Palabra de Dios, sabe que se ha de favorecer un círculo virtuoso
entre la pobreza que conviene elegir y la pobreza que es preciso
combatir, redescubriendo la sobriedad y la solidaridad, como valores
evangélicos y al mismo tiempo universales… LA
CUARESMA NOS INVITA a esta
sobriedad y vivencia de la justicia.
Cfr.
Verbum Domini, 107