ANUNCIO DE LA PALABRA DE DIOS Y LOS QUE SUFREN
Reflexión diaria acerca de la Palabra de
Dios.
En el momento del dolor es cuando surgen de manera más
aguda en el corazón del hombre las preguntas últimas sobre el sentido de la
propia vida. Mientras la palabra del hombre parece enmudecer ante el
misterio del mal y del dolor, y nuestra sociedad parece valorar la existencia
sólo cuando ésta tiene un cierto grado de eficiencia y bienestar, la Palabra de
Dios nos revela que también las circunstancias adversas son misteriosamente
«abrazadas» por la ternura de Dios. La fe que nace del encuentro con la divina
Palabra nos ayuda a considerar la vida humana como digna de ser vivida en
plenitud también cuando está aquejada por el mal. Dios ha creado al hombre
para la felicidad y para la vida, mientras que la enfermedad y la muerte han
entrado en el mundo como consecuencia del pecado. Pero el Padre de la vida es
el médico del hombre por excelencia y no deja de inclinarse amorosamente sobre
la humanidad afligida. El culmen de la cercanía de Dios al sufrimiento del
hombre lo contemplamos en Jesús mismo, que es Palabra encarnada. Sufrió con
nosotros y murió. Con su pasión y muerte asumió y transformó hasta el fondo
nuestra debilidad.
La cercanía de Jesús a los que sufren no se ha
interrumpido, se prolonga en el tiempo por la acción del Espíritu
Santo en la misión de la Iglesia, en la Palabra y en los sacramentos, en los
hombres de buena voluntad, en las actividades de asistencia que las comunidades
promueven con caridad fraterna, enseñando así el verdadero rostro de Dios y su
amor.
A los enfermos se les debe ayudar a leer la Escritura
y a descubrir que, precisamente en su condición, pueden participar de manera
particular en el sufrimiento redentor de Cristo para la salvación del mundo.
Cfr.
Verbum Domini, 106