miércoles, 10 de marzo de 2021

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ EN EL NACIMIENTO DE JESÚS. (24) Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ EN EL NACIMIENTO DE JESÚS. (24)

Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

 

Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

MEDITACIÓN

San Enrique de Ossó

SENTIMIENTOS DEL CORAZÓN DE SAN JOSÉ EN EL NACIMIENTO DE JESÚS

 

Composición de lugar. Contempla a san José adorando con María al tierno Infante, en la pobrecita cueva de Belén, oyendo los cánticos de los ángeles.

 

Petición. Dadme a conocer y amar al niño de Belén, Santo mío.

 

Punto primero. Llega san José con María su esposa, próxima a dar a luz al deseado de las gentes, a la ciudad de Belén, su patria, después de un viaje penoso, y no encuentra casa donde guarecerse del frío de la noche, en la rigurosa estación del invierno. ¡Qué dolor para el corazón de san José!... Para el niño Moisés abandonado a las corrientes del Nilo, hubo una princesa compasiva que le socorrió; mas para Jesús, Rey de cielos y tierra, no se halló un pastorcillo siquiera que le ofreciese albergue en un rincón de su cabaña. ¡Oh dolor para el corazón de san José a vista de tanta crueldad y desvío! ¿Quién no se enoja contra la dureza de los belemnitas al contemplar cómo abandonan a los rigores del frío e inclemencia de la cruda noche a una joven delicada y honestísima, próxima a ser madre, privándose por ello de hospedar en su casa al Dios de los cielos?... Mas tú, devoto del Santo, ¿no has imitado el proceder insensato de estos ingratos? ¡Cuántas veces, pondéralo bien, Jesús ha llamado a las puertas de tu casa por mano del pobre, y le has despreciado! ¡Cuántas por si mismo ha llamado a las puertas de tu corazón, pidiéndote morada en él, y tú, cruel más que los belemnitas, no sólo no has querido oír su voz, sino que a su presencia has dado franca entrada en él a sus enemigos! ¡Qué locura e ingratitud!... Y lo que más sintió san José en esta ocasión fue el recibir tamaño agravio de parientes y amigos… Y tú también has causado este dolor a Jesús y a José cuantas veces has despreciado sus inspiraciones. Que un desconocido me insulte, dice el Señor, lo sufriré con calma; pero tú, devoto de san José, que eres mi amigo y hermano; que tú no quieras darme hospedaje en tu corazón; que me arrojes de él por el pecado, ¡oh dolor!, no puedo ponerlo a paciencia… ¿Qué decimos a estas justas reconvenciones?... Confundámonos y enmendémonos.

 

Punto segundo. Contempla, devoto de san José, una de las escenas más tiernas que admirar pueden los ángeles y los hombres. El infante Jesús, Hijo de Dios, reclinado sobre unas pajas en un pesebre y envuelto en pobres pañales; María, Virgen y Madre de Dios, arrullando con amor a su adorado Hijo; san José, arrodillado a los pies del divino Niño, derramando copiosas lágrimas de ternura… Adora san José al infante Jesús como a Dios, y como padre adoptivo le toma en sus brazos, le estrecha contra su corazón, imprime un ósculo amoroso en su divina frente, le acaricia, y Jesús agradecido le sonríe… ¡Oh sonrisa del Niño Dios, quién pudiera gozarte! Dime, Santo mío, ¿qué sintió tu corazón en estos momentos deliciosos? ¿Cómo te derretirías en amor?... Mas ¡ay! Que llora el tierno Jesús, y sus lágrimas enturbian un tanto el gozo de san José… Pero Dios envía un coro de ángeles para que con sus suavísimos cantos le acallen juntamente con los cuidados de san José, y acuden también invitados por los ángeles los sencillos pastores para adorarle y ofrecerle presentes perfumados del más acendrado amor. Y el cielo y la tierra, los ángeles y los hombres cantan gloria a Dios y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad… ¡Oh José santísimo!, descubre a nuestras almas los encantos de tu adorado Niño Jesús; da a gustar a nuestros corazones las delicias de la piedad. Muéstranos cuán suave es el trato y amistad con Jesús, y pon hastío en nuestras almas por todo lo que no sea Jesús… Ese hermoso Niño Jesús, a quien tú adoras como a Dios y acaricias y regalas como a hijo, reine en mi corazón para siempre, mi querido padre y señor san José.

 

Punto tercero. ¿Qué siente tu corazón, oh devoto de san José, al considerar este tiernísimo misterio? ¿Qué afectos brotan de él? ¿Qué dices, qué resuelves a la presencia de Jesús, María y José?... Jesús desde el pesebre te predica el desprendimiento más perfecto de todo lo que el mundo ama y adora. ¿No te aprovecharás de tan divina lección?... Riquezas, honores, placeres, son pueriles naderías que desdeña el Niño Dios. ¿Por ventura pueden merecer el aprecio de un varón cristiano?... ¡Oh buen Jesús!, a tus pies reconozco que todos los bienes del mundo son como humo que se disipa, flores que se agostan, vanidad de vanidades que pueden atormentar mi corazón, mas no llenarlo y hacerlo feliz. ¡Oh mi divino Jesús!, ¡oh mi pobre y adorado Jesús!, cuanto por mi amor te contemplo indigente y abatido en ese pesebre, tanto eres más rico y apreciable para mi corazón. Tus lágrimas lavan mis culpas, tu pobreza condena mi voluptuosidad y delicadeza; tu humildad cura mi orgullo. Pobrísimo está mi corazón de méritos, desnudo de toda virtud; vil establo ha sido hasta ahora donde se han guarecido toda clase de vicios… Mas, oh piadoso san José, no tengo otra cosa que ofrecer a tu pobre Jesús… Acéptalo, pues, tal cual es y purifícalo… Si más tuviera y cosa mejor poseyera, bien sabes, dueño mío, que gustoso se lo diera… Tan solo arroyuelos de lágrimas de arrepentimiento y dolor pueden brotar de esta tierra ingrata, si tú la hieres con la vara de amores de tu divino Jesús… Hiérela, pues, para que sea purificada con las aguas de la gracia, y broten en ella el lirio y las flores de olor, y sea jardín de delicias donde venga a recrearse y descansar tu Jesús, lo que antes fue para Él lugar de horror y tormento. Ven, Jesús, María y José, ven a mi corazón, y descansa eternamente en él. Amén.

 

Obsequio. Haré muchos actos de amor ofreciendo mi corazón como cuna al Niño Jesús.

 

Jaculatoria. Ámete yo con todo mi corazón, hermoso niño de Belén.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.