domingo, 9 de agosto de 2015

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO. Santa Teresa Benedicta de la Cruz


¿Quien eres tú, dulce luz que me llenas e iluminas 
la oscuridad de mi corazón? 
Me conduces igual que una mano materna 
y si me dejas libre, 
así no sabría ni dar un paso. 
Tú eres el espacio que envuelve todo mi ser 
y lo encierra en sí, abandonado de tí cae en el abismo de la nada,
donde tú lo elevas al Ser. 
Tú, más cercano a mí que yo misma
y más íntimo que mi intimidad, 
y aún inalcanzable e incomprensible, 
y que todo nombre haces explotar: 
Espíritu Santo, ¡Amor Eterno! 
¿No eres Tú el dulce maná 
que del corazón del Hijo en el mío fluye, 
alimento de los ángeles y de los santos? 
Él, que de muerte a vida se elevó, 
Él me ha despertado también a mí a nueva vida, 
del sueño de la muerte. 
Y nueva vida me da, día tras día. 
Y un día su abundancia me sumergirá vida de tu vida, 
sí, Tú mismo: Espíritu Santo, ¡Vida Eterna! 
¿Eres Tú el rayo que desde el Trono del Juez eterno cae 
e irrumpe en la noche del alma, 
que nunca se ha conocido a sí misma? 
Misericordioso e inexorable penetra en lo escondido de las llagas.
Se asusta al verse a sí misma, 
concede lugar al santo temor, 
principio de toda sabiduría que viene de lo alto, 
y en lo Alto con firmeza nos ancla: 
tu obra, que nos hace nuevos, 
Espíritu Santo, ¡Rayo impenetrable!