HOMILÍA DEL OFICIO DE MAITINES SOBRE
EL EVANGELIO DEL DOMINGO
ULTIMO DOMINGO DE
OCTUBRE
SOLEMNIDAD DE
CRISTO REY
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
Homilía de San Agustín, obispo
¿Qué
honor podía reportar al Rey de los siglos el hacerse Rey de los hombres? No se
hizo Cristo Rey de Israel para exigir tributos, armar ejércitos o combatir
visiblemente a sus enemigos, sino para gobernar las almas, asegurar su suerte
eterna, y conducir al reino de los cielos a los que profesan la fe, la
esperanza y la caridad. Que el Hijo de Dios, igual el Padre, el Verbo por quien
ha sido creadas todas las cosas; quisiera ser Rey de Israel, no constituye para
él un encubrimiento sino una condescendencia; no un aumento de poder, sino una
prueba de misericordia. Si en la tierra se llamó Rey de los judíos, en el cielo
Señor de los Ángeles. Pero ¿es solamente Rey de los judíos o lo es además de
los gentiles? Lo es también de los gentiles. Porque si bien había dicho en la
profecía: “mas yo he sido por él constituido Rey sobre Sión, sus santo monte,
para predicar su Ley”, no queriendo que estas palabras “sobre Sión, su santo
monte” dieran motivo para creer que habían sido constituido exclusivamente Rey
de los judíos, añade inmediatamente: “díjome el Señor: Tu eres mi hijo. Yo te
engendre hoy. Pídeme, y te daré las naciones en herencia tuya, y extenderé tu
dominio hasta los extremos de la tierra”.
Respondió
Jesús: “Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi reino claro
está que mis gentes me habrían defendido para que no cayese en manos de los
judíos; más mi reino no es de acá”.
Esto
es lo que propuso enseñarnos Nuestro Bondadoso Maestro; pero convenía antes
patentizar cuán equivocada era la opinión de los hombres acerca de su reino,
así la de los gentiles como la de los judíos, que era quienes habían sugerido a
Pilato la conveniencia de condenarle a muerte, ya porque se atribuía
ilegítimamente la potestad regia, ya ante el temor de la envidia que suelen
despertar en los reyes los aspirantes al trono,
todo lo cual aconsejaba oponerse a un reinado que podría perjudicar a
los romanos o a los judíos.
Ahora
bien: el Señor habría podido responder con las palabras: “Mi reino no es de
este mundo”, ya a la primera pregunta de Pilato; prefirió, empero, hacerlo
preguntándole él a su vez si esto lo decía de sí mismo o si se lo habían dicho
otros, para poner de manifiesto por la respuesta de Pilato, que tal era la
acusación que le habían imputado como un crimen los judíos. Con ello nos
mostraba a nosotros cuan vana es la opinión de los hombres, que él conoce. Y en
cuanto a los judíos y los gentiles, después de la contestación de Pilato, podía
responderles, más justa y oportunamente: “Mi reino no es de este mundo”