"Yo quisiera que todos los cristianos tuvieran hambre y sed de esta devoción. Amad, amigo mío, amad, y amad muchísimo, a María.
Y para que suba más de punto vuestra devoción, os diré que debemos amar a María Santísima: 1° Porque Dios lo quiere. 2° Porque ella lo merece. 3° Porque nosotros lo necesitamos, por ser ella un poderosísimo medio para obtener todas las gracias corporales y espirituales y, finalmente, la salud eterna.
El eterno Padre la escogió por Hija suya muy amada; el Hijo eterno la tomó por Madre, y el Espíritu Santo, por Esposa; toda la Santísima Trinidad la ha coronado por Reina y Emperatriz de cielos y tierra y la ha constituido despensera de todas las gracias.
Debemos amar a María porque su devoción es un medio poderosísimo para alcanzar la salvación. María puede salvar a sus devotos, porque es la puerta del cielo; María quiere, porque es la madre de misericordia; María lo hace, porque ella es la que obtiene la gracia justificante a los pecadores, el fervor a los justos y la perseverancia a los fervorosos; por esto, los Santos Padres la llaman la rescatadora de los cautivos, el canal de la gracia y la despensera de las misericordias. Por esto se ha dicho que el ser devoto de María es una señal de predestinación, así como es una marca de reprobación el no ser devoto o adverso de María.
La razón es muy clara. Nadie se puede salvar sin el auxilio de la gracia que viene de Jesús, como cabeza que es de la Iglesia o cuerpo, y María es como el cuello que junta, por decirlo así, el cuerpo con la cabeza; y así como el influjo de la cabeza al cuerpo ha de pasar por el cuello, así, pues, las gracias de Jesús pasan por María y se comunican al cuerpo o a los devotos, que son sus miembros vivos: In Christo fuit plenitudo gratiae sicut in capite fluente; in Maria sicut in collo transfundente.
En María, después de Jesús, hemos de poner toda nuestra confianza y esperanza de nuestra eterna salvación.
¡Oh!, dichoso el que invoca a María con confianza, que él alcanzará el perdón de sus pecados, por muchos y por graves que sean; alcanzará la gracia y, finalmente, ¡la gloria del Cielo!"