In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.
Ave Maria, gratia plena,
Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui,
Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis, peccatoribus, nunc et in hora
mortis nostræ. Amen.
En
los últimos días de octubre del 1916—o sea, ya no falta nada para decir “hace
cien años”—el Santo Padre Pío respondió a una carta de Lucia Fiorentino (él la
llamaba “Lucietta”). Escribió también para disculparse por no haber podido ir a
visitar personalmente a Lucia después del fallecimiento de su padre. Al final
de la carta, después de mencionar algunas otras cosas, por ejemplo como en poco
tiempo tendría que volver a sus deberes en el servicio militar, el mismo
servicio que le había dejado en San Giovanni Rotondo por primera vez, el Santo
Padre Pío da este consejo:
“Si quieres y puedes, haz la Comunión, recitando el entero Rosario, para la facilitación de la Gracia. Si me hagas esta caridad, jamás te olvidaré delante de Jesús.”
“Haz la Comunión, recitando el entero Rosario, para la facilitación de la Gracia.” Para facilitar la gracia, dice el santo, hay que rezar el entero Rosario y recibir Comunión. Podemos imaginar tantas razones porque decir esto—la disposición hacia la voluntad divina que es efecto de la oración, la capacidad del Rosario de impulsar al quien lo rece de ir alejándose de los pecados, la corrección que hace el Rosario en la vida de quien realmente intenta imitar lo que contienen los misterios hasta de verdad conseguir lo que prometen—podemos hacer todo un tratado de glosa acerca de los beneficios del Rosario, pero creo que aquí precisamente nos dice el Santo Padre Pío que el acto de rezar el Rosario se lleva a cabo en los actos manifestos de la comunión. O sea, que al fin y al cabo al meditar sobre los misterios del Santo Rosario estamos formándonos para la visión beatifica con los Santos, quien, como promete este gran santo, jamás se olvidan de nosotros delante del Señor, a Quien siempre están glorificando.
“Si quieres y puedes, haz la Comunión, recitando el entero Rosario, para la facilitación de la Gracia. Si me hagas esta caridad, jamás te olvidaré delante de Jesús.”
“Haz la Comunión, recitando el entero Rosario, para la facilitación de la Gracia.” Para facilitar la gracia, dice el santo, hay que rezar el entero Rosario y recibir Comunión. Podemos imaginar tantas razones porque decir esto—la disposición hacia la voluntad divina que es efecto de la oración, la capacidad del Rosario de impulsar al quien lo rece de ir alejándose de los pecados, la corrección que hace el Rosario en la vida de quien realmente intenta imitar lo que contienen los misterios hasta de verdad conseguir lo que prometen—podemos hacer todo un tratado de glosa acerca de los beneficios del Rosario, pero creo que aquí precisamente nos dice el Santo Padre Pío que el acto de rezar el Rosario se lleva a cabo en los actos manifestos de la comunión. O sea, que al fin y al cabo al meditar sobre los misterios del Santo Rosario estamos formándonos para la visión beatifica con los Santos, quien, como promete este gran santo, jamás se olvidan de nosotros delante del Señor, a Quien siempre están glorificando.
El
Santo Rosario es el instrumento poderoso de la Santísima Virgen, la espléndida
Reina aclamada por todos los santos, que siempre está pisando la cabeza de la
antigua serpiente. Y si el Santísimo Sacramento es el auxilio y la medicina que
nos proporciona nuestro Salvador, la Santísima Virgen nos propone el Santo
Rosario como una forma de extender ese auxilio y esa medicina a lo largo de
todo el día, por toda la vida, hasta que seamos conformados a la medida perfecta
en Cristo.
Unos
días antes de la fecha de esta carta que escribió el Santo Padre Pío a Lucia,
el mismo santo hablaba con otra hija espiritual de lo bueno que es el “rosario
perpetuo,” de siempre estar en la meditación del Rosario. Y esto es la clave: el
Santo Padre Pío promete estar siempre recordando a Lucia delante del Señor;
Esto no es simplemente una frase bonita, sino es la promesa de los santos que,
como los ángeles, ven siempre a Dios omnipotente en su trono celestial, y
viendo a Dios, presentan las oraciones de los que buscan su intercesión. Nosotros,
que no tenemos esa visión, sí tenemos ahora, por ejemplo, el Santo Rosario. Los
santos tienen la visión de Dios en el cielo; nosotros tenemos la visión de la
vida del Señor y de la Santísima Virgen en el Rosario. Si San Padre Pío promete
esta intercesión, mucho más lo promete la Santísima e Invictísima Virgen.
Entre
las promesas para los que rezan el Santo Rosario, la Madre de Dios nos dice que
todos quienes extienden a sus hermanos el Santo Rosario tendrán como
intercesores toda la corte celestial durante su vida y en la hora de su muerte.
Por eso, el Santo Padre Pío pudo decir que la Comunión y el Rosario facilitan
la vida de gracia, y que él mismo siempre sostendrá al devoto delante del
Señor.
El
Santo Rosario nunca fallará, aunque fracasen naciones y ejércitos. El Santo
Rosario será siempre el auxilio de los que lo rezan. Es protección contra el
infierno y los vicios y las herejías. Es causa de que florezcan las virtudes, y
obtiene la misericordia de Dios. Quien reza el Santo Rosario no se perderá, no
se olvidará en el Purgatorio, no morirá sin recibir los sacramentos. Todo lo
que se pida de la Santísima Virgen se concederá por el Santo Rosario.
Hermanos
y hermanas en Cristo, que siempre pongamos viva atención en la importancia de
rezar el Rosario, no solo como hábito nuestro sino por lo menos también con la familia
y entre nuestros amigos, obteniendo lo que nos promete Nuestra Señora, así también
cumpliendo con la enseñanza que se recibe del Santo Padre Pío. Tan fácil es
esta oración, y tan poderosa.
In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.