domingo, 29 de mayo de 2022

NUESTRO SALVADOR HA SUBIDO A LOS CIELOS, TENGAMOS ALLÁ NUESTRA MENTE. San Agustín


 

NUESTRO SALVADOR HA SUBIDO A LOS CIELOS, TENGAMOS ALLÁ NUESTRA MENTE. San Agustín

 

Lecciones del II nocturno de Maitines

 

DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 

Sermón de San Agustín, Obispo.

Sermón 2 de la Ascensión del Señor, el 175 del Tiempo.

Nuestro Salvador, carísimos hermanos, ha subido a los cielos; no nos conturbemos por lo tanto en la tierra. Tengamos allá nuestra mente, y aquí gozaremos de descanso. Entre tanto subamos junto a Cristo con el corazón; y cuando llegue el día prometido, le seguirá nuestro cuerpo. Con todo, hermanos, debemos saber que con Cristo no sube la soberbia, ni la avaricia, ni la lujuria. Ningún vicio nuestro sube con nuestro médico. Por lo cual, si deseamos subir en pos del médico, debemos deponer los pecados y los vicios. Todos éstos son como unas cadenas que pretenden mantenernos cautivos en los lazos de nuestros pecados, por lo cual con el auxilio divino, y según dice el Salmista: “Rompamos nuestras cadenas”, a fin de que podamos decir al Señor con seguridad: “Tú rompiste mis vínculos; te ofreceré un sacrificio de alabanza”.

La resurrección del Señor constituye nuestra esperanza; su ascensión, nuestra glorificación. Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión. De consiguiente, si celebramos la Ascensión del Señor recta, fiel, devota, santa y piadosamente, subamos con Él y elevemos también nuestros corazones. No obstante, con esta ascensión no nos envanezcamos, ni presumamos de nuestros méritos como si fuesen propios. Debemos tener levantados nuestros corazones al Señor. Tener el corazón levantado, pero no hacia el Señor, es soberbia; tener el corazón elevado al Señor es tenerlo en un refugio seguro. Atended, hermanos, a un gran milagro. Alto es Dios; si te exaltas, huye de ti; si te humillas, desciende a ti. ¿Por qué esto? Porque siendo el Señor, como es, altísimo, pone los ojos en las criaturas humildes y mira como lejos de sí a los altivos. Lo humilde, lo contempla de cerca, para elevarlo: lo alto, la soberbia, lo conoce desde lejos para abatirlo.

Cristo resucitó para darnos esperanza al mostrarnos cómo resucita un hombre que había muerto. Nos comunicó esta firme convicción, a fin de que al morir no desesperásemos, pensando que con la muerte termina nuestra vida. Estábamos ansiosos acerca de nuestra alma, y Él, resucitando, nos dio confianza de que resucitaría aun la carne. Cree, de consiguiente, para que seas purificado. Ante todo es necesario que creas, a fin de que después por la fe merezcas ver a Dios. ¿Deseas ver a Dios? Oye lo que Jesús dice: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Ante todo, trata de purificar tu corazón. Quita de él cuanto pueda ser desagradable a Dios.