Cuarto Domingo de Pascua
LOS PREMIOS DE LAS BIENAVENTURANZAS
Santo Tomás de Aquino
1º) Los premios de las tres primeras bienaventuranzas se toman según aquellas cosas que algunos buscan en la dicha terrena; pues los hombres buscan en la cosas exteriores, como en las riquezas y en los honores, cierta excelencia y abundancia, cosas ambas incluidas en el reino de los cielos, por el cual consigue el hombre la excelencia y abundancia de bienes en Dios. Por eso el Señor prometió a los pobres de espíritu el reino de los cielos. Los hombres feroces y crueles pretenden por medio de litigios y guerras adquirir para sí seguridad, destruyendo a sus enemigos; por eso el Señor prometió a los mansos posesión segura y tranquila de la tierra de los vivientes, por la cual se significa la estabilidad de los bienes eternos. Buscan los hombres en las concupiscencias y deleites del mundo tener consuelo contra los trabajos de la vida presente; y por eso el Señor prometió la consolación de la vida a los que lloran.
2º) Las otras dos bienaventuranzas pertenecen a las obras de la bienaventuranza activa que son las obras de las virtudes que ordenan al hombre para con el prójimo; de las cuales obras se retraen algunos por el amor desordenado del bien propio; y por eso el Señor adjudica aquellos premios a estas bienaventuranzas por las que los hombres se apartan de ellas. Pues algunos se apartan de las obras de justicia no pagando sus deudas, sino, más bien, hurtando lo ajeno, para enriquecerse en bienes temporales; de ahí que el Señor prometiera hartura a los que tienen hambre de justicia. Se apartan también, algunos, de las obras de misericordia, para no mezclarse en las miserias ajenas, mas el Señor prometió, a los misericordiosos, misericordia, por la cual se libran de toda miseria.
3º) Las dos últimas bienaventuranzas corresponden a la felicidad o bienaventuranza contemplativa; y por eso, según la conveniencia de las disposiciones que se suponen en el mérito, se dan los premios. Porque como la limpieza del ojo dispone a la visión clara, se promete la visión divina a los limpios de corazón.
El tener paz consigo mismo o con los otros manifiesta que el hombre es imitador de Dios, que es Dios de unión y de paz; y así, se le otorga por premio la gloria de la filiación divina, que consiste en la perfecta unión con Dios por medio de la sabiduría consumada.
4º) Todos aquellos premios se consumarán perfectamente en la vida futura, pero entre tanto también comienza de algún modo en esta vida; Porque el reino de los cielos puede entenderse como principio de la perfecta sabiduría, según el cual comienza el espíritu a reinar en ellos. La posesión de la tierra significa también el buen afecto del alma reposando por el deseo en la estabilidad de la herencia perpetua significada por la tierra. Pero son consolados en esta vida, participando del Espíritu Santo, que se llama Paráclito, esto es, consolador. Son saturados también en esta vida con aquel manjar, del cual dice el Señor: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió (Jn 4, 34). También en esta vida consiguen los hombres la misericordia de Dios; e igualmente, purificado el ojo por el don de entendimiento, Dios puede ser visto de alguna manera en esta vida; así como en esta vida son llamados, a su vez, hijos de Dios los que pacifican sus movimientos acercándose a la semejanza de Dios. Sin embargo, todo esto se verificará más perfectamente en la patria. ( 1ª 2ae q. LXIX, a. 4 y a. 2 ad 3um)