miércoles, 11 de mayo de 2022

11 de mayo. Santos Felipe y Santiago, Apóstoles

11 de mayo

Santos Felipe y Santiago, Apóstoles

Felipe, natural de Betsaida, uno de los doce Apóstoles que fueron llamados en primer lugar por Jesucristo, notificó a Natanael la venida del Mesías prometido y le condujo al Señor. Los hechos muestran con qué familiaridad Cristo acogía a Felipe. Los gentiles que querían ver al Señor, acudían a Felipe, y el mismo Jesús, cuando quiso alimentar en el desierto a la multitud que le seguía, se dirigió a él con estas palabras: “¿En dónde compraremos panes para que coman estas gentes?”. Tras recibir el Espíritu Santo, recibió la misión de predicar el Evangelio en la Escitia, convirtió casi toda aquella región a la fe cristiana; llegado a Hierápolis, Frigia, fue crucificado y apedreado por el nombre de Cristo, el día uno de Mayo. Su cuerpo, sepultado en el mismo lugar por los cristianos, fue después trasladado a Roma, a la Basílica de los Doce Apóstoles y colocado en la misma iglesia juntamente con el cuerpo del apóstol Santiago.

Santiago, hermano del Señor, llamado el Justo, desde niño no bebió vino ni sidra, se abstuvo de la carne, y jamás se cortó el cabello ni usó perfumes ni baños. Sólo a él estaba permitido entrar en el Santo de los santos. Llevaba vestidos de lino; su asiduidad en la oración era tanta, que se le endurecieron las rodillas cual piel de camello. Después de la Ascensión del Señor, los Apóstoles le crearon obispo de Jerusalén. San Pedro le envió un mensajero para anunciarle su liberación de la cárcel por el Ángel. En la controversia del concilio de Jerusalén acerca de la ley y la circuncisión, Santiago fue del parecer de Pedro, y dirigió la palabra a los hermanos, probándoles la vocación de los gentiles, y diciéndoles que era necesario escribir a los hermanos ausentes, para que no impusieran a los gentiles el yugo de la ley. De él dice el Apóstol en su carta a los Gálatas: “No vi a ningún otro apóstol sino a Santiago, el hermano del Señor”.

Era tan grande la santidad de Santiago, que porfiaban y disputaban poder tocar la orla de su vestido. A los 96 años de edad, tras haber gobernado muy santamente aquella Iglesia por espacio de 30 años, y de haber predicado constantemente que Cristo era Hijo de Dios, le apedrearon; luego le despeñaron desde lo más alto del templo. El Santo, quebradas las piernas, y moribundo, levantaba las manos al cielo, y rogaba a Dios por sus enemigos: “Perdónales, Señor, porque no saben lo que hacen”. Mientras oraba, fue mortalmente herido con un palo, y de esta suerte entregó su alma al Creador, en el año 7º de Nerón, siendo sepultado junto al Templo en el mismo lugar en donde fue precipitado. Escribió una carta que forma parte de las siete Epístolas católicas.

 

Oremos.

¡Oh Dios, que todos los años nos alegras con la fiesta de tus apóstoles Felipe y Santiago!; concédenos que, al celebrar con gozo su santidad, seamos estimulados con su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén